Cervantes hace que don Quijote y Sancho Panza se encuentren en Sierra Morena durante el mes de Agosto. Don Quijote, fecha una carta en las entrañas de Sierra Morena dirigida a su sobrina, para que, aprovechando el viaje que Sancho tenía que hacer para ir hasta El Toboso y llevar una carta a Dulcinea, al pasar por su pueblo le diese tres borricos; es el veintidós de Agosto. Al día siguiente, llega Sancho de nuevo a la venta cervantina y se encuentra con sus amigos y vecinos, el cura y el barbero, que en la busca de amo y escudero por aquellos parajes se encontraban. Haciendo coincidir con estas mismas fechas, tan cervantinas, aprovecho para publicar aquí la tercera y última parte de este pequeño estudio, que saldrá a la luz impreso en las próximas semanas en la revista Tesela, del Patronato Municipal de Cultura de Alcázar de San Juan.

Cap. XXV de la primera edición de la Primera Parte de El Quijote
En esta tercera parte, haremos el mismo recorrido que don Quijote hizo sobre una carreta de bueyes desde la venta cervantina, la Venta del Alcalde, hasta su lugar. Ese lugar tan buscado, discutido por tantos, y puesto nombre tan interesadamente por otros.
DE LA VENTA AL LUGAR DE DON QUIJOTE
La Venta del Alcalde, situada en el camino más importante que unía Castilla con Andalucía, en el término de Almodóvar del Campo, al final del Real valle de Alcudia a los pies de Sierra Morena, es ahora un punto de referencia determinante para situar desde ella el lugar del Caballero de la Triste Figura.
Si la segunda salida de don Quijote, ya con su inseparable escudero Sancho, desde que ven Puerto Lápice hasta que llegan a la venta cervantina, puede tener más de una discusión por los tiempos empleados y distancias recorridas, es en el regreso a su lugar, donde Cervantes si nos aporta los datos precisos para poder establecer la distancia que separa esta ya famosa venta cervantina, con el aún más famoso lugar de don Quijote.
Para convencer a don Quijote que abandonase el lugar de penitencia en Sierra Morena, sus vecinos, el cura y el barbero, ayudados por el ingenio de Dorotea, hacen que esta representase el papel de princesa de un reino lejano, el reino de Micomicón. Ante la solicitud de ayuda para liberar su reino de la tiranía de un gigante, don Quijote, se compromete a ayudarla y también a no acometer otra aventura antes de esta, por petición expresa de la princesa Dorotea. Puestos en marcha se dirigen ya hacia su pueblo, por donde tienen que pasar para desde allí continuar viaje hacia el lejano reino de Micomicón. La ingeniosa frase del cura “Si así es, dijo el cura, por mitad de mi pueblo hemos de pasar, y de allí tomará vuestra merced la derrota de Cartagena”, conseguiría que don Quijote no dudase en ir de regreso a su pueblo con ellos, lugar de paso hacia su nueva y comprometida aventura. Desde su pueblo continuaría nuestro caballero el camino hacia el reino de Murcia, y desde su puerto principal, Cartagena, embarcar hacia el lejano reino en compañía de la princesa.
Salen de la aspereza de la sierra y llegan de nuevo a la venta cervantina, donde también se alojará en ella don Fernando con Luscinda. Después de aclararse las relaciones entre estos y Dorotea y Cardenio, deciden continuar la marcha hacia su pueblo. El cura, quiere cambiar el cuento para seguir convenciendo a don Quijote del camino elegido a casa, y es aquí cuando nos deja Cervantes la distancia que separa la venta cervantina con el lugar de don Quijote:
“ Dijo más el cura: que pues ya el buen suceso de la señora Dorotea impedía pasar con su disignio adelante, que era menester inventar y hallar otro para poderle llevar a su tierra. Ofrecióse Cardenio de proseguir lo comenzado, y que Luscinda haría y representaría la persona de Dorotea.
-No –dijo don Fernando-, no ha de ser así: que yo quiero que Dorotea prosiga su invención; que como no sea muy lejos de aquí el lugar deste buen caballero, yo holgaré de que se procure su remedio.
-No está más de dos jornadas de aquí.
-Pues aunque estuviera más, gustara yo de caminallas, a trueco de hacer tan buena obra.” (I P, Cap XXXVII).
Dos jornadas de camino a caballo. Entre dieciséis a veinte leguas de camino, se encontraría el lugar de don Quijote, de la venta cervantina.
Pero siguen llegando huéspedes a la venta, el capitán cautivo con Zoraida, don Juan y su hija Clara, el barbero al que don Quijote arrebató la bacía, cuadrilleros de la Santa Hermandad en busca, entre otros asuntos, del libertador de unos galeotes, aventura ocurrida unas jornadas atrás en aquellos mismos parajes. Después de disputas y aclaraciones, sosegados todos, determinan abandonar, ahora sí, la famosa venta cervantina hacia sus lugares de destino. Don Fernando con Luscinda quizás a Osuna, Cardenio con Dorotea posiblemente a Córdoba y el capitán cautivo con Zoraida, darán media vuelta y acompañarán hasta Sevilla a su hermano don Juan y su hija Clara.
Don Quijote ya había expresado su intención de seguir su camino junto con Dorotea, la fingida princesa Micomicona, hacia su pueblo para cuanto antes. Y el cura vuelve a urgir una nueva manera de llevar a don Quijote hacia su pueblo, sin la necesidad de que Dorotea les acompañase:
“Y lo que ordenaron fue que se concertaron con un carretero de bueyes que acaso acertó a pasar por allí, para que lo llevase en esta forma: hicieron una como jaula de palos enrejados, capaz que pudiese en ella caber holgadamente don Quijote, y luego don Fernando y sus camaradas, con los criados de don Luis y los cuadrilleros, juntamente con el ventero, todos, por orden y parecer del cura, se cubrieron los rostros y se disfrazaron, quién de una manera y quién de otra, de modo que a don Quijote le pareciese ser otra gente de la que en aquel castillo había visto.
Hecho esto, con grandísimo silencio se entraron adonde él estaba durmiendo y descansando de las pasadas refriegas. Llegáronse a él, que libre y seguro de tal acontecimiento dormía, y asiéndole fuertemente, le ataron muy bien las manos y los pies, de modo que cuando él despertó con sobresalto, no pudo menearse, … “ (I P, Cap XLVI).
De esta manera, con don Quijote enjaulado sobre una carreta tirada por bueyes, encantado según él creía, comienza el definitivo regreso hacia su casa. Ir de esta guisa, no era muy de entender por nuestro caballero, no por ir encantado, sino por lo despacio que sería el traslado:
“Muchas y muy graves historias he yo leído de caballeros andantes; pero jamás he leído, ni visto, ni oído, que a los caballeros encantados los lleven desta manera y con el espacio que prometen estos perezosos y tardíos animales; porque siempre los suelen llevar por los aires, con estraña ligereza, encerrados en alguna parda y escura nube, o en algún carro de fuego,…” (I P, Cap XLVII).
Y así es, cómo nos cuenta Cervantes, la salida lenta y parsimoniosa de la comitiva formada en la venta cervantina, teniendo que ir todos al paso “tardo” del tiro de bueyes contratado:
“Subió a caballo, y también su amigo el barbero, con sus antifaces, porque no fuesen luego conocidos de don Quijote, y pusiéronse a caminar tras el carro. Y la orden que llevaban era ésta: iba primero el carro, guiándole su dueño; a los dos lados iban los cuadrilleros, como se ha dicho, con sus escopetas; seguía luego Sancho Panza sobre su asno, llevando de rienda a Rocinante. Detrás de todo esto iban el cura y el barbero sobre sus poderosas mulas, cubiertos los rostros, como se ha dicho, con grave y reposado continente, no caminando más de lo que permitía el paso tardo de los bueyes. Don Quijote iba sentado en la jaula, las manos atadas, tendidos los pies, y arrimado a las verjas, con tanto silencio y tanta paciencia como si no fuera hombre de carne, sino estatua de piedra”. (I P, Cap XLVII).
En “Historia de los caminos de España”, volumen I, de don José I. Uriol Salcedo, encontramos descrito como era común el transporte de mercancías en carretas tiradas por bueyes en aquella época, y sus privilegios de paso y pasto:
“Sobre las carreterías sabemos que, además de efectuar transportes privados, prestaban ordinariamente servicios de carácter público, que la unidad funcional de la carretería de bueyes estaba constituida por 30 carretas, 60 bueyes de tiro, seis hombres de guía, además de un mayoral, otros 30 bueyes para las mudas de los tiros, un buey por carreta, como hemos leído en la norma de 1499, y generalmente un caballo para el mayoral y alguna otra caballería para los otros servicios de la unidad llamada cuadrilla; que la velocidad de marcha de estas cuadrillas era del orden de unas tres a cuatro leguas al día; que las carretas eran menores que las usadas normalmente para la labranza y que sus ruedas eran de madera. A pesar de sus mayores privilegios, en estos años, tenían mayor participación en el transporte interior las arrierías que las carreterías, por el suelo accidentado de la península; las carreterías recorrían preferentemente las llanuras de las dos Castillas”.
“Que la velocidad de marcha de estas cuadrillas era del orden de unas tres a cuatro leguas al día”. Este paso lento, muy similar al bueno de Rocinante, y la necesidad de parar para dar de comer y descanso a los bueyes, es también tenido en cuenta por Cervantes en su descripción del regreso de don Quijote a su pueblo. El día de la partida desde la venta cervantina, poco antes del mediodía, llegan a una zona donde al boyero le parece adecuado para realizar el descanso de media jornada, habiendo avanzado en su camino dos leguas.
“Y así con aquel espacio, y silencio, caminaron hasta dos leguas, …”

Por indicación del barbero, deciden continuar un poco más a una zona conocida también por él, con mejor hierba para los bueyes, siendo entonces alcanzados por seis o siete jinetes, que llevaban la misma dirección y camino que ellos, con intención de llegar a una venta ya cercana, y al ser mediodía, comer, descansar y hacer la siesta:
“En esto, volvió el cura el rostro, y vio que a sus espaldas venían hasta seis o siete hombres de a caballo, bien puestos y aderezados, de los cuales fueron presto alcanzados, porque caminaban no con la flema y reposo de los bueyes, sino como quien iba sobre mulas de canónigos y con deseo de llegar presto a sestear a la venta, que menos de una legua de allí se parecía. (I P, Cap XLVII)”
Con el conocimiento del camino que tantas veces había hecho Cervantes en su ir y venir a Sevilla, y otras localidades andaluzas, nos dibuja el camino llevado en esa primera jornada de regreso de don Quijote. Sale de la venta, y a unas dos leguas, media jornada de una carreta de bueyes en las llanas tierras manchegas, es alcanzada la comitiva quijotesca por unos caballeros que llevaban intención de llegar a la siguiente venta a comer y descansar, que casi a una legua de allí estaba. La distancia reflejada por Cervantes, que separa la venta cervantina de esta, destino de estos caballeros, es por tanto de casi tres leguas.
Desde la Venta del Alcalde, a 17,9 Km. poco menos de tres leguas de camino, se encuentra la Venta de Tartanedo. Nuevamente, Cervantes, nos deja distancias exactas entre puntos o parajes muy conocidos por él, que no hace sino reflejar esa realidad geográfica en la que enmarca a sus protagonistas en la obra.
Uno de estos jinetes era canónigo en Toledo, por lo que está más que justificado el camino que llevaba. Este camino real, conducía de Sevilla a León, pasando por Toledo, según las relaciones de caminos de Villuga y Meneses. Después de comer y pasar la siesta con nuestra comitiva encantada, no sin algún que otro cuento y sobresalto, se despiden y continúan su viaje:
“ El boyero unció sus bueyes y acomodó a don Quijote sobre un haz de heno, y con su acostumbrada flema siguió el camino que el cura quiso, y a cabo de seis días llegaron a la aldea de don Quijote, adonde entraron en la mitad del día, que acertó a ser domingo, y la gente estaba toda en la plaza, por mitad de la cual atravesó el carro de don Quijote”. (I P, Cap LII).
Cervantes calcula la distancia que separa la venta cervantina y el lugar de don Quijote, y con el paso tranquilo de la carreta de bueyes, nos deja el tiempo que tardarán en recorrer el camino: entre cinco y media y seis jornadas y media, según las dos posibles interpretaciones del texto.
A cuatro leguas por jornada de la carreta de bueyes en terreno fácil y llano como el manchego, tendríamos la distancia a la que pasando cerca Puerto Lápice, y con dirección a El Toboso, estaría el lugar de don Quijote, entre veintidós y veintiséis leguas de camino.
Y es en este camino, hacia El Toboso, donde debe de estar el lugar del famoso hidalgo manchego. Cervantes, nos lo describe en dos partes no muy separadas en la obra. En medio de la noche junto al estruendo de los golpes de los batanes, el valiente don Quijote manda a Sancho, si él no regresa de esa peligrosa e incierta aventura, volverse a su casa para “desde allí” ir a El Toboso:
“Así que, aprieta un poco las cinchas a Rocinante, y quédate a Dios, y espérame aquí hasta tres días no más, en los cuales, si no volviese, puedes tú volverte a nuestra aldea, y desde allí, por hacerme merced y buena obra, irás al Toboso, donde dirás a la incomparable señora mía Dulcinea que su cautivo caballero murió por acometer cosas que le hiciesen digno de poder llamarse suyo”(I P, Cap XX).
Y poco después, pasada esta y otras aventuras, Don Quijote desde su lugar de penitencia, elegido en medio de Sierra Morena, encarga a Sancho llevar una carta suya a Dulcinea, a El Toboso:
“Loco soy, loco he de ser hasta tanto que tú vuelvas con la respuesta de una carta que contigo pienso enviar a mi señora Dulcinea; y si fuere tal cual a mi fe se le debe, acabarse ha mi sandez y mi penitencia; y si fuere al contrario, seré loco de veras, y, siéndolo, no sentiré nada” (IP, Cap XXV).
Sancho Panza, aprovecha la ocasión para que su amo también escriba en el mismo librillo de notas una carta a su sobrina, para que le haga entrega de tres borricos. Tenemos que tener en cuenta que a Sancho le habían robado el suyo poco antes en la misma Sierra Morena, y aprovecharía el viaje para regresar con uno de ellos. Así escribe don Quijote a su sobrina:
“Mandará vuestra merced, por esta primera de pollinos, señora sobrina, dar a Sancho Panza, mi escudero, tres de los cinco que dejé en casa y están a cargo de vuestra merced. Los cuales tres pollinos se los mando librar y pagar por otros aquí recebidos de contado, que consta, y con su carta de pago serán bien dados. Fecha en las entrañas de Sierra Morena a veinte y dos de agosto deste presente año”.(I P, Cap XXV).
Hagamos el recorrido, que Sancho, una vez que se despidió de don Quijote con la intención de llevar la carta a Dulcinea y llegando a la venta cervantina tenía que haber seguido, desde ella, para llegar a El Toboso, pasando antes por su pueblo. El mismo camino que siguió nuestra lenta comitiva hasta llegar al lugar de don Quijote desde la Venta del Alcalde.
Los lugares de paso, y las distancias de camino que los separan, según documentos de la época y kilómetros reales de camino son:
-Venta del Alcalde-Almodóvar del Campo: cuatro leguas y media (33,4 km), según el “Reportorio de todos los caminos de España” de Juan de Villuga.
-Almodóvar del Campo-Caracuel: tres leguas (20,7 km).
“… que es una villa pequeña de esta jurisdicción a tres leguas, que hoy se llama Caracuel”. Relaciones Topográficas de Almodóvar del Campo.
-Caracuel-Ciudad Real: tres leguas (20,8 km), según el “Reportorio de todos los caminos de España” de Juan de Villuga.
-Ciudad Real-Villarrubia: seis leguas (34,2 km)
“… que el primer pueblo que hay derecho al poniente desde esta villa es Ciudad Real, que yendo por el camino derecho desde esta villa a Ciudad Real hay seis leguas…” Relaciones Topográficas de Villarrubia.
-Villarrubia-Herencia: cuatro leguas (28,8 km)
“… al poniente de esta villa está un pueblo que se dice Villarrubia, cuatro leguas de esta villa de las ordinarias …” Relaciones Topográficas de Herencia.
-Herencia-Alcázar de San Juan: dos leguas (13,3 km)
“… que desde esta villa está hacia la parte donde sale el sol la villa de Alcázar dos leguas ordinarias camino derecho”. Relaciones Topográficas de Herencia.
-Alcázar de San Juan-El Toboso: cuatro leguas (24,1 km)
En total, el camino que debía de haber recorrido Sancho desde la venta cervantina hasta El Toboso es de unos 175 km, unas veintiocho leguas y media.
Y hemos seguido el camino adecuado, tan conocido por Cervantes, pues coincide expresamente con las distancias determinantes dejadas por él en la obra. El lugar de penitencia de don Quijote en Sierra Morena, desde donde partió Sancho con la carta a Dulcinea, está a más de treinta leguas de El Toboso. Esto dice sorprendido don Quijote a Sancho, al verle tan pronto de regreso de su viaje a El Toboso:
– ¿Sabes de qué estoy maravillado, Sancho? De que me parece que fuiste y veniste por los aires, pues poco más de tres días has tardado en ir y venir desde aquí al Toboso, habiendo de aquí allá más de treinta leguas;…” (I P, Cap XXXI).
La villa de Dulcinea, desde la Venta del Alcalde se encuentra a unas veintiocho leguas y media. Y sumándole la distancia que hay entre la venta cervantina y el lugar de penitencia de don Quijote, casi tres leguas, obtenemos una distancia de unas treinta y una leguas y media, coincidiendo con lo calculado por don Quijote: “habiendo de aquí allá más de treinta leguas”. Sin lugar a dudas, hemos realizado el mismo camino que hizo don Quijote, junto a Sancho, el cura y el barbero, para llegar a su lugar.
El lugar de don Quijote debía de encontrarse entre veintidós y veintiséis leguas de camino desde la venta cervantina, según el tiempo necesitado por la carreta de bueyes. ¡A veinticuatro leguas y media de la Venta del Alcalde está Alcázar de San Juan!.
¿Y esta distancia de veinticuatro leguas y media de camino recorridas por la carreta de bueyes, podría ser recorrida a caballo en dos jornadas, tal y como aseguraba el cura a don Fernando: “No está más de dos jornadas de aquí”?, o, ¿Estamos de nuevo ante otra posible contradicción de Cervantes?.
El cura, para definirle a don Fernando la distancia que separa ambos lugares, le habla en jornadas de caballo.Las distancias normales a caballo eran de entre ocho a diez leguas por jornada, coincidiendo con una velocidad de una legua de camino a la hora. Sin embargo, como nos indica don José I. Uriol Salcedo, en su “Historia de los caminos de España”, volumen I, estas distancias podían ser superiores:
“Podemos, pues, concluir que las jornadas ordinarias eran de unas 8 leguas al día, esto es, unos 50 kilómetros, pero que en algunos casos podían llegar a las 10 o 12, 60 o 70 kilómetros, y aún hasta las 16 o 17, es decir, los 100 kilómetros. Claro es que estas jornadas excepcionales sólo se encuentran alguna vez en los viajes largos, en que por falta de alojamientos intermedios o por su extrema urgencia había que forzar la marcha”
Como vemos, es más que posible el cálculo del cura de hacer en dos jornadas a caballo el recorrido realizado por los bueyes, teniendo en cuenta el tipo de terreno llano de esta parte de La Mancha, la época del año en la que se encontraban, últimos de Agosto, con jornadas largas y la necesidad de hacer el recorrido lo antes posible.
Nuevamente, y como no podía ser de otra manera, Alcázar de San Juan cumple con lo escrito por Cervantes según sus descripciones, tiempos y distancias, para ser el lugar de don Quijote.
Si en “Mi vecino Alonso”, se tuvieron principalmente en cuenta sus tres salidas y dos de sus regresos a su pueblo, para marcar geográficamente a Alcázar de San Juan como el lugar de don Quijote, es a través de la identificación de la actual Venta de La Inés, como la venta cervantina de Sierra Morena, y la descripción del regreso de don Quijote y Sancho a su pueblo, acompañados por sus amigos y vecinos, el cura y el barbero, cuando ya se puede empezar a hacer el verdadero mapa de los caminos de El Quijote por La Mancha.
Hasta ahora, Alcázar de San Juan no aparecía en ningún mapa cervantino sobre las andanzas de don Quijote, cuando el lugar que le pertenece en él es el principal, el lugar desde donde Cervantes hace soñar al hidalgo Alonso en una sociedad mejor con el nombre de don Quijote de La Mancha, y donde vuelve para ser de nuevo Alonso, el bueno de Alonso, donde muere.
El nombre del lugar de don Quijote nos lo esconde Cervantes en la primera frase de la obra. ¿Qué motivo le llevó a ocultarlo, conociéndolo tanto, que durante la obra no dejó de apuntarnos detalles de él, algo escondidos en ocasiones, pero siempre significativos y evidentes? Quizás nunca lo sabremos.
Y, ¿Por qué hace lo mismo con esta venta? Una venta en la que seguro pasó muchas noches antes de acometer el peligroso paso de Sierra Morena, o en sus regresos a Castilla desde Andalucía cansado de la aspereza y dificultad del camino. Nos oculta su nombre y como con el lugar de don Quijote, Alcázar de San Juan, nos la describe y sitúa geográficamente en la obra.
Y “la buena de Maritornes, que prometió de rezar un rosario, aunque pecadora” ¿Es solo un personaje de ficción, o existió esta mujer realmente en la Venta del Alcalde?. Quizás, este es el motivo para no dejarnos Cervantes el nombre de la venta cervantina: “la buena de Maritornes”.
Luis Miguel Román Alhambra
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