“El Quijote, es el vínculo entre la literatura y la vida …”, esto comentaba yo durante la presentación de Mi vecino Alonso, el día 1 de abril de 2011. Pero elQuijote es también el vínculo entre España y América.
Yo creo que cuando Cervantes escribía el Quijote en España, pensaba también en América, y que su don Quijote también se leería allí muy pronto. Hablar español, sin duda alguna, unía y sigue uniendo a ambas orillas del océano Atlántico.
Cervantes deseaba ir a América, y suponiendo que sus méritos por los servicios prestados al rey de España le valdrían para ser destinado a algún cargo allí, lo solicitó. De alguna manera llegaría a sus oídos la noticia de las vacantes a diversos puestos en aquella llamada “Nueva España” y en 1590, quizás con don Quijote rondando ya por su cabeza, quiso tomar la aventura de ir a aquellas lejanas tierras. Solicita le sea concedido el cargo de contador en el Nuevo Reyno de Granada, la gobernación de la provincia de Soconusco, Guatemala, ahora estado de Chiapas en Méjico, contador de las galeras de Cartagena o corregidor de La Paz.
Parte del documento guardado en el Archivo General de Indias de Sevilla. En esta parte se lee: “…no se le ha hecho merced ninguna. Pide y suplica humildemente cuanto puede a V. M. sea servido de hacerle merced de un oficio en las Indias, de los tres o cuatro que al presente están vacíos, que es el uno la Contaduría del Nuevo Reyno de Granada, o la Gobernación de la Provincia de Soconusco, en Guatemala, o Contador de las galeras de Cartagena, o Corregidor de la ciudad de La Paz; que con cualquiera de estos…”
Ir a América, a la Nueva España, este fue uno de los deseos que Cervantes no pudo realizar en su azarosa y complicada vida. No pudo vivir los momentos del traslado a Sevilla para embarcar en alguna de las decenas de naves que constantemente salían con aquel destino, y los traslados previos desde Castilla a Andalucía por el camino de Toledo a Sevilla con sus baúles y maletas. Y quizás quiso describir esta experiencia no realizada por él, pero tan ansiada, en una parte del Quijote, como hizo con otros pasajes de su vida dejándolos inmortalizados en la obra.
Estando don Quijote y Sancho en la venta de Sierra Morena, la actual Venta de la Inés, junto al cura y el barbero preparando estos la vuelta a casa, al anochecer llega un coche de caballos, y en él iban un hombre y su hija pidiendo alojamiento en la ya muy concurrida venta. Este hombre era el licenciado Juan Pérez de Viedma, según uno de sus criados, e “iba proveído por oidor a las Indias, en la audiencia de Méjico”. Una vez reconocido por el cautivo, su verdadero hermano, trata con él que se vuelva junto con Zoraida a Sevilla, “por no le ser posible dejar el camino que llevaba, a causa de tener nuevas que de allí a un mes partía la flota de Sevilla a la Nueva España”. Esto ocurre en el capítulo XLII de la primera parte.
¿Existiría nuestro don Quijote si Cervantes hubiera conseguido el empleo tan deseado en América? Nunca lo sabremos.
¡Cervantes no logró marchar a América, pero si su don Quijote!
Antes incluso de que llegase a leerse por muchos en España, ya se estaba leyendo en América. Y no ha dejado de leerse hasta hoy, siendo lectura obligatoria en numerosos sistemas educativos y recomendada en muchos. ¡Qué lejos nos encontramos los españoles de esto! ¿Quién lee hoy el Quijoteen España?, pocos o nadie. Y algunos, o bastantes, dicen haberlo leído simplemente por justificarse o por cortedad de no haber tenido entre sus manos una de las joyas literarias de la lengua española y de la literatura mundial. Molinos, ovejas, leones o cautivos, quién no ha oído o visto alguna vez estos pasajes para argumentar su conocimiento total sobre la obra?. No, el Quijote no son solo esas aventuras más o menos conocidas, donde nos causa risa las formas extravagantes de un hidalgo al que solo le llamamos loco. Leer y releer esta obra te deja el poso de una gran obra de humanidades donde la persona, su sociedad y sus valores decadentes aún siguen vigentes en esta sociedad, no tan distinta a la que Cervantes conoció.
Quienes hemos leído y releído el Quijote, sabemos que según cuando lo hemos hecho, don Quijote nos ha parecido más o menos loco, más o menos cuerdo. Cuando no lo hemos dejado arrinconado en la biblioteca por aburrirnos solemnemente. Pero esta es la verdadera grandeza de esta obra.
Existe la certeza de que el Quijote, su primera parte, al poco de salir de la imprenta de la calle Atocha de Madrid, ya se puso también en la aventura de ir a América. El cervantista don Francisco Rodríguez Marín, recoge en su publicación El Quijote en América de 1911, unos documentos descubiertos por él, en el Archivo de Indias de Sevilla donde se reflejan, además de la identidad de las personas, los envíos que en cada barco viajaban a América desde el puerto de Sevilla.
En estos registros, se encuentran los de la flota mandada por el general Alonso de Chaves, que partió hacia América en el verano de 1605:
“Solo en dos de las cajas que en trece de julio registró Andrés de Hervás en la nao Espíritu Santo, para entregar en el puerto de San Juan de Ulúa, a Clemente de Valdés, vecino de México, se contenían respectivamente setenta y seis y ochenta y cuatro libros del Ingenioso hidalgo Don quixote de la Mancha a doze reales”.
Partieron de Sevilla, seguro que con mucho contento, como dirían en aquel español del siglo XVII, en una más que discutible nave transoceánica hoy. Después de varias semanas de travesía arribarían al puerto de San Juan de Ulúa, hoy Veracruz, y poco después se encuentran ya los libros en bibliotecas de México, Guatemala o Perú, quijotizándose antes que la propia España.
Flotillas de barcos en el puerto de Sevilla, siglo XVI
Hay que apuntar que sobre el tipo de los libros a enviar a la Nueva España había muchas prohibiciones o restricciones, porque, según una cédula del rey Carlos V fechada en septiembre de 1543 se prohibía expresamente “de llevarse a las Indias libros de Romance, que traten de materias profanas, y fabulosas, e historias fingidas, se siguen muchos inconvenientes … y que no los consientan imprimir, vender, tener ni llevar a sus distritos, y provean que ningún Español ni Indio los lea”.
Otra nueva aventura para nuestro manchego. Esta vez no era contra molinos, ejércitos de ovejas, galeotes o leones, sino contra unas normas que impedían su lectura en América.
Hoy vuelvo de Chile en un moderno avión. Me traigo un libro, “En busca del Quijote”, escrito hace algunas décadas por un poeta y prosista chileno, Carlos Sander, que por su amor al Quijote vino a España con el cargo de cónsul en Madrid, y recorrió La Mancha, como lo hiciesen unos años antes Jacacci o Azorín. He hojeado algunas páginas, y veo como pasa, quizás sin saberlo, por el mismo lugar de don Quijote, Alcázar de San Juan, en su camino hacia los molinos de viento de Campo de Criptana. Enamorado por estos artilugios creados para moler cereales, gigantes contra los que don Quijote luchó creyendo que lo hacía por defender a sus vecinos, consigue que se rehabilite un molino, “El Quimera”, con fondos de su país en 1959. Su “locura” era que en la sierra de Campo de Criptana estuviesen representadas las naciones latinoamericanas en cada uno de sus molinos.
Y es ahora cuando he comprendido el estrecho vínculo que don Quijote ha supuesto para España y América. ¡No se puede entender España sin América y no se puede entender América sin España!.
¡Lo español no está solo en los límites geográficos de España!. Lo español es muchísimo más. Comiendo días atrás en el Mercado Central de Santiago de Chile, me sentí español y americano, me sentí ¡hispanoamericano!. ¡Sí, hispanoamericano, esto es lo que soy!. Hasta que no he estado a 11.000 km de La Mancha, como don Quijote, no he comprendido porqué Cervantes quería venir a estas impresionantes tierras.

Escultura de hierro en el patio de Bellavista, Santiago de Chile
Unas horas después, recorriendo una de las partes más visitadas de esta ciudad, el patio de Bellavista, me encuentro de frente con don Quijote, con mi vecino Alonso, con el mayor y mejor embajador que España ha tenido en el mundo. Sentado, leyendo, me invita a sentarme junto a él y abrazarle. ¡Dos manchegos, dos vecinos de Alcázar de San Juan juntos en Santiago de Chile, en América!. Pongo mi brazo sobre su hombro y me siento en casa, en América y en mi casa, estoy en mi casa, estoy con mi vecino.
Alonso, mi vecino Alonso. Volveré a venir a estar un rato contigo desde tu Mancha, mi Mancha, nuestra tierra, y por qué no, después de ir de nuevo a El Toboso, que tanto me atrae y a ti también, ¡algo tendrá!, y contarte noticias de tu princesa, o ¿también te la has traído a estas tierras?. Yo creo que sí, granuja, también está por aquí, como seguro estará Sancho Panza.
Escultura de don Quijote en bronce, en Alcázar de San Juan, lugar de don Quijote.
Pero también sigues leyendo en tu lugar. Aquel lugar del que no quiso acordarse Cervantes, Alcázar de San Juan. Aquí te tenemos y aquí estoy junto con un gato que absorto te escucha. ¡Cuánto aprenderíamos si te leyéramos o te releyéramos en esta sociedad tan igual a la que tú viviste!. Cuánto creceríamos en humanidad y valores, tan necesitados ahora cuatro siglos después. Pero algunos “licenciaos” dicen que estás trasnochado y viejo. Hay si realmente te leyeran, porque, o no te han leído o son unos imbéciles de atar, con perdón al que se haya sentido identificado aquí.
Jaime, uno de mis tres hijos, otro Quijote, valeroso como él, hace ya año y medio hizo el mismo viaje en busca de aventuras. En lugar de lanza se llevó su tuba y sus ganas de enseñar música a los más pequeños de Chiapas, la misma zona donde quiso ir Cervantes. Y nada más llegar a San Cristóbal de las Casas y alojarse en casa de don Manuel y doña Frida, ¡venta a tener en cuenta en esta preciosa ciudad!, nos envía una fotografía en una de sus calles. De nuevo don Quijote en América, en Chiapas.
“El Mesón del Quijote” en San Cristóbal de las Casas, Chiapas, México.
Y poco tiempo después, en sus días de Sancho, viaja a Guatemala junto a Elena, otra Quijote, ya que a “loca cuerda” pocas le ganan. Y de nuevo se encuentra con don Quijote en la ciudad de Quetzaltenango. Pocos recursos para una estatua de bronce en una plaza, pero no se olvidan del hidalgo manchego, y sobre una simple pared dibujan vistosamente a nuestros manchegos y el nombre de su creador, Miguel de Cervantes.
Jaime junto a la imagen de sus vecinos en Quetzaltenango
Don Quijote, vínculo entre España y América. No puedo sino ir a una de las plazas del lugar de nuestro hidalgo, Alcázar de San Juan, y admirar su semblante. Cabeza erguida, bigotes tiesos y la lanza empuñada con brazo firme. Esta bellísima obra en bronce, del maestro escultor español Juan de Juanes, fue donada al pueblo de Alcázar de San Juan por don Eulalio Ferrer. Don Eulalio, cántabro de origen, y que en la fatídica guerra entre hermanos españoles un día cambió en el frente de combate a un camarada unos cigarrillos suyos por un libro. Ese libro se titulaba “El Ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha”. Y don Quijote entró definitivamente en una de las personas que más han amado al hidalgo manchego en el mundo, hasta su muerte.
Escultura de don Quijote donado por la Fundación Cervantina de México en 1992 a Alcázar de San Juan, el lugar de don Quijote
Don Eulalio, por fuertes convicciones personales, terminada la guerra civil abandona España. Y, como don Quijote, llega a México, de nuevo México, de nuevo América.¿ Llevó con él ese mismo libro, que sin duda le ayudó en los largos y penosos días en el frente de combate?. Quizás alguna vez pueda preguntárselo a su familia, pero seguro que en su maleta de madera, como en las cajas enviadas en los barcos desde Sevilla, iba también don Quijote. Días de océano, nostalgia y sueños. España y América unidos ahora por una vida dedicada en México al Quijote.
Periodista, publicista y escritor llegó a ser miembro de la Academia Mexicana de la Lengua, Academia Norteamericana de la Lengua Española y de la Real Academia Española de la Lengua. Crea la Fundación Cervantina de México y patrocina la creación del Museo Iconográfico del Quijote en la ciudad de Guanajuato en 1987, al que donó su gran colección de Quijotes e iconografía sobre el manchego universal. En Guanajuato, Capital Cervantina de América, y quizás, la ciudad del mundo que más ama a don Quijote, también encontramos otra escultura hermana, colada en bronce en el mismo molde de la que podemos admirar en Alcázar de San Juan.
Escultura de don Quijote en Guanajuato
Alcázar de San Juan y Guanajuato unidas por la misma figura de don Quijote. España y América unidas por el loco más cuerdo jamás visto en el mundo, ahora por la generosidad de don Eulalio Ferrer.
En Guanajuato dicen que don Quijote está enterrado allí. Y yo creo que es así. En un lugar de La Mancha, Alcázar de San Juan, nació y vivió, recorrió los caminos manchegos dejándonos en sus aventuras el valor de lo humano junto con Sancho, y derrotado volvió y murió, pero el mago Merlín se lo llevó por los aires a su América, si, a América donde tanto le quieren y donde reposa en la linda y cervantina Guanajuato.
Luis Miguel Román Alhambra
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