
Este artículo será una parte, o quizás un capítulo completo, de mi siguiente trabajo, Tras los pasos de Rocinante, en el que llevaré a mis lectores por los mismos caminos, parajes y lugares, por donde don Quijote pasó a lomos de su buen Rocinante. Como ya se pueden imaginar, nada tendrá mi propuesta que ver con las “Rutas de Don Quijote” oficiales, que desde 2005 nos indican, y obligan, a ir por rumbos que poco, o nada, tienen que ver con el Quijote escrito por Cervantes.
Filósofos, geógrafos, astrónomos, físicos, médicos, psicólogos, psiquiatras, historiadores, botánicos, filólogos, teólogos, músicos, economistas, jueces, abogados, fiscales, etc. reconocen en el autor del Quijote amplios conocimientos. Y sin embargo, hasta hoy, no tenemos de Cervantes rastro evidente de su paso por alguna universidad española, ni europea. ¿Es tan complejo y erudito el Quijote como tantos han afirmado? ¿Contempla tantas disciplinas en grado tan alto de conocimiento? Mi respuesta a estas dos interrogantes es rotundamente, no. Esta cita mía corresponde al capítulo Presentación de Las aventuras de don Quijote en Sierra Morena (2017), y es completamente válida como respuesta a esta pregunta: ¿Era Cervantes un geógrafo, cosmógrafo o cartógrafo en su tiempo?
El Quijote es una genial obra de arte, y, como tal, es interpretable por quienes se ponen delante de ella, como un cuadro de Velázquez o Murillo, Dalí o Picasso, Monet o Renoir, Antonio López o Botero, por nombrar solo a pintores. Hay autores que mantienen todo lo contrario a mi afirmación, y aseguran que sólo un gran experto en geografía pudo escribir el Quijote. Estamos ante el distinto poso que una obra de arte nos deja cuando estamos frente a ella, y más cuando no existe pruebas evidentes, objetivas, del paso de Cervantes por algún gabinete o estudio de geografía o cartografía.
Sin embargo, aunque Cervantes no fuese un experto geógrafo, no se le puede achacar falta de conocimientos geográficos. Nombra en el Quijote, por su topónimo real, además de ríos, valles y montañas, multitud de lugares, comarcas, reinos, regiones y países. Así, de España, por diferentes motivos aparecen los topónimos de: La Mancha, Béjar, Bañares, Puebla de Alcozer, Capilla, Curiel, Burguillos, Madrid, El Toboso, Puerto Lápice, Quintanar, Tembleque, Roncesvalles, Sevilla, Sanlúcar, Málaga, Segovia, Valencia, Granada, Córdoba, Toledo, Antequera, Murcia, Guadarrama, Arévalo, Alcobendas, Baeza, Villadiego, Piedrahíta, Alcalá, Ubeda, Valladolid, Osuna, Alcarria, Extremadura, Vizcaya, Andalucía, Castilla, León, Aragón, Navarra, Asturias, Trujillo, Alicante, Guadalajara, Santa Cruz de Mudela, Aguilar, Mallorca, Gibraltar, Vélez Málaga, Jerez, Lanzarote, Salamanca, Barcelona, Zaragoza, Ciudad Real, Tronchón, Cabra, Majadahonda, Cuenca, Ruidera, Medina del Campo, Peralvillo, Jaca, Tirteafuera, Caracuel, Almodóvar del Campo, Miguelturra, Oviedo, Morón, Aranjuez, Marchena, Tordesillas, Zamora … También podemos leer nombres de continentes, países y ciudades del mundo: Portugal, Inglaterra, Europa, Egipto, Guinea, Etiopía, Indias o Nueva España (como se conocía a América), Armenia, Italia, Alejandría, México, Perú, Gran Bretaña, París, Florencia, Nápoles, Génova, Milán, Flandes, Toscana, Venecia, Mencina, Argel, Orán, Fez, Tetuán, Lombardía, Roma, Ginebra, Borgoña, Ras, Basilea, Marruecos, Túnez, Grecia, Sicilia, Malta, Francia, Amberes, Chipre, Bolonia, Libia, Londres …
Establece los bordes del ámbito geográfico próximo a donde vive don Quijote, su comarca, su hábitat cercano, nombrando lugares físicos y la estrecha relación humana del hidalgo con ellos: De Quintanar es Juan Haldudo, el ganadero que maltrataba al joven Andrés, su pastor, y donde Sansón Carrasco compra unos perros pastores para regalárselos a don Quijote, Barcino y Butrón. A Tembleque va a segar Sancho, cuando falta trabajo en su pueblo. Hacia Puerto Lápice, pequeño núcleo de casas de quintería y una venta de paso junto al camino, van después de la aventura con los molinos de viento, porque estaba seguro don Quijote de encontrar allí alguna aventura. Y de Argamasilla son los legos académicos que escriben epitafios y sonetos a la memoria de los protagonistas: Dulcinea, don Quijote, Sancho y Rocinante. Y dentro de esta comarca cervantina, de un lugar muy cerca de donde viven don Quijote y Sancho, es Dulcinea, de El Toboso.
Además de Dulcinea, hay personajes unidos a su lugar de origen por el topónimo. El ventero donde don Quijote llega en su primera salida, y quien lo nombre burlescamente caballero, es andaluz, y de los de la playa de Sanlúcar. En esta misma venta se encontraban dos prostitutas, que atendían a los nombres de Tolosa y Molinera, siendo sus lugares de origen Toledo y Antequera. Del mismo oficio era Maritornes, natural de Asturias, y el arriero con quien tenía ella concertada una cita era uno de los ricos arrieros de Arévalo. Alcobendas era el origen de Alonso López, quien en compañía de once sacerdotes llevaban un cuerpo muerto desde Baeza a Segovia. De las montañas de León es el capitán cautivo, y el renegado que le ayudó a salir de Argel, era natural de Murcia. El doctor de la ínsula Barataria, de nombre Pedro Recio, es natural de un lugar llamado Tirteafuera, que está entre Caracuel y Almodóvar del Campo, y no muy lejos del lugar de Sancho es el labrador, natural de Miguel Turra, un lugar que está dos leguas de Ciudad Real, quien le pide una carta de recomendación para casar a su hijo, además de una dote, enfureciendo al bueno de Sancho. De Oviedo es doña Rodríguez y la patria de don Alvaro Tarfe es Granada, ¡Y buena patria! –replicó don Quijote.
Hoy la gastronomía es global. En cualquier sitio podemos comer productos y elaboraciones según recetas originales de miles de kilómetros. Los productos tienen denominaciones de origen y su fama de únicos es conocida en el mundo entero. El buen comer y el buen beber, también era conocido por Cervantes, y no duda en dejarnos su conocimiento geográfico-gastronómico en boca de sus personajes, inventado ya, hace cuatro siglos, las Denominaciones de Origen. En su estancia en el norte de Africa conoció frutos que, secándolos al sol, se conservan durante mucho tiempo, como los higos pasos de un lugar que se llamaba Sargel, que está treinta leguas de Argel hacia la parte de Orán. ¡Tan buen pan hacen aquí como en Francia!, Cervantes en alguna ocasión había comido pan francés y así reconocía ya su cuidada elaboración, que ha llegado hasta nuestros días. Buenos garbanzos hay en toda España, pero hasta en el Quijote se reconoce la calidad de un garbanzo de los buenos de Martos. Sancho era de buen comer, y apreciaba más la comida sencilla que si le hubieran dado francolines de Milán, faisanes de Roma, ternera de Sorrento, perdices de Morón, o gansos de Lavajos.

¡Con pan, queso y vino, se anda el camino! Este refrán manchego, o sentencia popular, también lo conocía Sancho Panza. El queso manchego está en las alforjas de Sancho en todo momento, pero el lacayo Tosilos le ofrece a don Quijote otro tipo de queso, el queso de Tronchón, asegurándole que sin duda alguna le despertará la sed. Para Sancho Panza, un buen trago de vino es el mejor acompañante a una buena comida, y, como el mejor sumiller, es capaz de apreciar distintos orígenes de vinos. Sancho reconoce el vino de Ciudad Real que le había ofrecido el escudero del Caballero del Bosque: Pero dígame, señor, por el siglo de lo que más quiere: ¿este vino es de Ciudad Real?
¡Bravo mojón! –respondió el del Bosque-.En verdad que no es de otra parte, y que tiene algunos años de ancianidad.
El relato del viaje que el capitán cautivo hace en la venta de Sierra Morena, no deja de ser un itinerario de viajes de la época. Decidido a seguir el empleo de las armas, se despide de su padre y sus hermanos, e inicia su viaje como soldado del ejército español, ¿Es una descripción de algún viaje del propio Cervantes?:
“… y abrazándonos y echándonos su bendición, el uno tomó el viaje de Salamanca, el otro de Sevilla, y yo el de Alicante, adonde tuve nuevas que había una nave ginovesa que cargaba allí lana para Génova…
…Embarqueme en Alicante, llegué con próspero viaje a Génova, fui desde allí a Milán, donde me acomodé de armas y de algunas galas de soldado, de donde quise ir a asentar mi plaza al Piamonte; y estando ya de camino para Alejandría de la Palla, tuve nuevas que el gran duque de Alba pasaba a Flandes. Mudé propósito, fuime con él, servíle en las jornadas que hizo, hálleme en la muerte de los condes de Eguemón y de Hornos, alcancé a ser alférez de un famoso capitán de Guadalajara, llamado Diego de Urbina, y a cabo de algún tiempo que llegué a Flandes, se tuvo nuevas de la liga que la Santidad del Papa Pío Quinto, de felice recordación, había hecho con Venecia y con España, contra el enemigo común, que es el Turco…
… Y quiso mi buena suerte que el señor don Juan de Austria acababa de llegar a Génova; que pasaba a Nápoles a juntarse con la armada de Venecia, como después lo hizo en Mencina” (1, 39)
Si Cervantes no era geógrafo, no asistió a ninguna universidad, que se conozca hasta hoy, ¿Dónde y cómo pudo conocer tantos lugares para utilizarlos en el Quijote? Sin duda alguna, muchos de los lugares de España los pudo conocer personalmente en sus múltiples viajes que hizo. Otros en Francia, Italia, Alemania y Flandes, norte de Africa y Constantinopla, también en sus años en el ejército español y presidio. Los nombrados del Nuevo Mundo, tanto en el Quijote como en las demás obras suyas, es imposible que los conociese, pues aunque solicitó un puesto de funcionario nunca se le concedió. Los lugares nombrados por Cervantes, conocidos personalmente o no, todos se encuentran en los mapas. Sólo en los mapas pudo ver su situación en España y en el mundo, sin haber estado en ellos.
En nuestro siglo XXI es extraordinariamente sencillo adquirir, contemplar o estudiar un mapa de cualquier espacio geográfico del mundo con una exactitud increíble, hasta no hace muchos años. Esta visión del mundo es posible por los medios técnicos que, a bordo de satélites artificiales, cartografían desde el espacio nuestro planeta Tierra. Pero Cervantes vivió principalmente en el siglo XVI, cuando la cartografía era un artículo escaso y al alcance de unos pocos. Que Cervantes pudo tener en sus manos mapas de Europa y particularmente de España es más que posible. La amistad, o la relación, con personajes influyentes, propietarios de grandes bibliotecas donde se recogían los pocos mapas que existían, pudo ser en ellas donde los pudo apreciar y manejar. No hay que olvidar que además del trabajo como funcionario, después de su etapa militar y prisión en Argel, antes de alistarse en el ejército español en 1570, estuvo de camarero en la casa del cardenal Giulio Acquaviva, en la ciudad de Roma, donde en su magnífica biblioteca pudo leer a los clásicos y tener entre sus manos los mapas que se imprimían en Italia, y principalmente en la ciudad flamenca de Amberes. Solo en las grandes bibliotecas privadas, como la del cardenal Acquaviva, pudo ver el Mundo como hasta en el siglo XVI se había conocido.
Antes de la aparición de la imprenta, en 1450, los mapas eran dibujados a mano. En el Renacimiento, la representación de la geografía se comienza a generalizar mediante la imprenta tipográfica y el uso de nuevas técnicas de grabado, llegando así a muchas más personas, aunque el producto seguía siendo muy caro y elitista. El interés por conocer, unido a las nuevas técnicas de impresión, hizo que apareciese un nuevo mercado de edición, impresión y venta de mapas, sueltos, de mayor o menor formato, o encuadernados en un formato más manejable en forma de atlas.

Con el redescubrimiento de la Cosmographia de Ptolomeo y el descubrimiento de América, y las sucesivas expediciones a las nuevas tierras, generó un interés especial en los monarcas de rodearse de los mejores geógrafos, cosmógrafos y cartógrafos, que dibujasen los nuevos mapas de sus posesiones. La Cosmographia de Ptolomeo, olvidada durante diez siglos, es sacada de nuevo a la luz por M. Crisolas (1350-1415) y traducida al latín por Jacobus de Scarperia, y comenzó a copiarse manuscrita hasta mitad del siglo XV. Con la invención de la imprenta es publicada ya impresa, sin mapas, en Venecia en 1475 y en Bolonia en 1477, ya con veintiséis mapas.
Los primeros mapas en los que se incluían tierras del Nuevo Mundo aparecieron a comienzos del siglo XVI. El más antiguo es el realizado a mano sobre pergamino en forma de carta o portulano, por Juan de la Cosa, en 1500. Dos años después aparece el mapa de Alberto Cantino, y de 1506 se conserva un solo ejemplar del mapa impreso realizado por Giovanni Contarini.

Con el nombre de América, en honor al cosmógrafo Américo Vespucio, aparece ya en el mapamundi dibujado por Waldseemüller en su honor, grabado e impreso en 1507 en doce hojas, que unidas se obtiene un gran mapa de 2,40 m. por 1,35 m. Solo un año después, en 1508, en una nueva edición impresa de la Cosmographia de Ptolomeo, se incluye el nuevo mapa del Mundo realizado por Johannes Ruysh.
Algunos de los mapas realizados fueron únicos y se mantenían en secreto, con la intención de aprovecharse de ellos en el campo político, militar o económico, y nunca llegaron a publicarse, quedando en poder de quienes los encargaban. Incluso llegaba a prohibirse por ley la publicación o la transmisión de la información contenida en esos mapas, aunque una y otra vez este mandato se contravenía, existiendo un contrabando de mapas muy bien pagado. En España se crea en Sevilla, por los Reyes Católicos, la Casa y Tribunal de la Contratación en 1503. Además de la función de regulación del comercio y la navegación con el Nuevo Mundo, tenía la responsabilidad de dibujar las cartas e instrumentos necesarios para la navegación segura. Se nombra un Piloto Mayor, con la función principal de realizar las cartas náuticas y recoger la información que todos los pilotos debían aportar a la vuelta de sus viajes, sobre nuevos accidentes geográficos vistos, medidas astronómicas de posición, desviaciones de la aguja magnética con respecto al norte geográfico, etc. El primer Piloto Mayor fue Américo Vespucio, quien recibió la orden de hacer el Padrón Real por el cual todos los pilotos se hayan de regir y gobernar. Vespucio también tenía la obligación de formar y examinar a los futuros pilotos en el uso de los instrumentos náuticos, determinar precisamente la posición de la nave y su rumbo, conocer e interpretar las tablas de mareas en las entradas y salidas de los puertos, y cómo llevar el diario de navegación y las anotaciones que debían aportar por escrito, al Piloto Mayor de la Casa de Contratación, a su vuelta a Sevilla.
El siglo XVI fue especialmente fructífero en la nueva forma de ver el mundo a través de los mapas. Su imagen y la de la Península Ibérica, Cervantes pudo contemplarlas en los mapas exentos, impresos sin formar parte de ningún libro de mapas, o en las colecciones y atlas de mapas que fueron surgiendo. Mapas anteriores, manuscritos dibujados incluso en finas pieles, aunque existían, eran dificilísimo de poder contemplar, ya que eran propiedad de solo unos pocos.

Se puede considerar como el primer mapa moderno de la Península el que acompaña al texto manuscrito en la Cosmographia de Ptolomeo. Mapas exentos, al haberse publicado muchos ejemplares en cada edición y de cada geógrafo, es mucho más posible su conocimiento y manejo por Cervantes. Estos comenzaron a imprimirse y comercializarse desde Italia, tanto desde Venecia como de Florencia, principalmente. El uso y la mala conservación de los ejemplares ha hecho de que hayan llegado muy pocos hasta nuestros días.

Uno de los mapas exentos más antiguos, grabado en plancha de cobre, es el dibujado por el cartógrafo italiano Giacomo Gastaldi, calificado como el mejor cartógrafo italiano del siglo XVI, con el título de La Spana, en 1544. Un mapa ya conocido en España en la época de Cervantes. En la cartela podemos leer que el embajador de España en Venecia, Diego Hurtado de Mendoza, es una de las fuentes de información del diseño del mapa.

En 1551, el fraile dominico Vicentius Corsulensis dibuja Nova Descriptio Hispaniae. Se graba y se estampa en Venecia. Este mapa, considerado como el que mejor representaba el perfil costero de la Península, fue muy copiado, o se convirtió en la base de otros muchos mapas posteriores. Aunque fue muy difundido en la mitad del siglo XVI, sólo se ha conservado un ejemplar original del mapa de Corsulensis, que forma parte de la colección encuadernada en un solo tomo propiedad de la familia genovesa Doria.

Pirro Ligorio también se basa en el mapa de Corsulensis para dibujar, en 1559, el mapa Nova totius Hispaniae descriptio, con una red de rumbos similar, y el Nova Descriptio Hispania, editándose en el Speculum Orbis Terrarum de Gerad de Jode en 1578.
En la segunda mitad del siglo XVI se comienzan a agrupar mapas de diferentes autores, encuadernados plegados o pegados a una hoja mayor, según las dimensiones originales de la estampa, poniéndose juntos a la venta. Antonio Lafreri, francés, con taller en Roma, es uno de los primeros editores que comercializan estos conjuntos de mapas encuadernados en un solo tomo, y de la misma manera trabajaban en Italia los editores Camocio, Forlani y Tramezini.
Coetáneos a Miguel de Cervantes fueron dos grandes cosmógrafos, geógrafos y cartógrafos, que transmitieron sus conocimientos en libros, mapas y atlas: Gerad Mercator (1512-1594) y Abraham Ortelio (1527-1598). Ellos, además de realizar mapas murales de grandes dimensiones, muy caros, y entregados enrollados, o para ser pegados sobre madera y colgados en grandes paredes de edificios privados, públicos y palacios, impulsaron directamente en sus talleres la impresión de los atlas, como hoy los conocemos.
Concebir y realizar un atlas, además de la creación y dibujo del mapa por el geógrafo y cartógrafo, necesitaba de varios especialistas coordinados por el propio editor: tipógrafos para la formación de los textos que acompañan los mapas, grabadores capaces de llevar a una plancha de madera o metal el dibujo del cartógrafo, y encuadernadores que ensamblen todas las hojas de texto y estampas realizadas, en un mismo libro. La difusión e interés de sus obras fue altísima, editándose multitud de ediciones traducidas a las lenguas más importantes de Europa, siendo así como llegó las imágenes del mundo y sus continentes, países y ciudades, ríos y montañas, a poder ser contemplados por los privilegiados de poder comprar un atlas y colocarlo en su biblioteca. Es muy posible, como he comentado antes, que en la biblioteca de algún edificio público, o de personajes importantes, pudo tener Cervantes entre sus manos uno de estos atlas, y así conocer, sin haber estado jamás en ellas, las principales ciudades y lugares del mundo conocido hasta entonces, que luego nos nombra en el Quijote y en el resto de sus obras.

El siglo XVI, también fue el comienzo de la cartografía matemática. De la misma manera que se producían avances en la técnica de grabado e impresión de mapas, en las universidades europeas se comenzaba a relacionar las matemáticas con la cartografía. Impulsor del método de triangulación, inventor y constructor de instrumentos astronómicos, es el astrónomo y matemático Gemma Frisius (1508-1555) que fue profesor en la Universidad de Lovaina, volviendo a publicar en 1547 el Libro de la Cosmographiade Pedro Apiano, con sus nuevas e importantes aportaciones. La confección de un mapa requería cada vez más de las matemáticas y del uso de más y mejores observaciones astronómicas. El geógrafo y el cartógrafo se basaban en datos aportados por otros para situar las principales ciudades en el mapa. Los demás lugares se situaban según apreciaciones de viajeros, exploradores o comerciantes conocedores de la zona, según sus descripciones más o menos acertadas. El geógrafo no hacía personalmente in situ la observación astronómica para situar los lugares. Conocedores directa o indirectamente de los conocimientos de Frisius, Abraham Ortelius y Gerad Mercator, impulsan el conocimiento de la cartografía moderna mediante la publicación de libros de mapas, los atlas.

El primer atlas moderno fue el Theatrum Orbis Terrarum, de Abraham Ortelius, publicado en el año 1570 en Amberes. Reconocido grabador de mapas, viaja por toda Europa con la intención de recopilar toda la información sobre mapas y conocimientos de los cartógrafos existentes. Coincide con Mercator en la Feria del Libro de Franfurt, en 1554, compartiendo desde entonces conocimientos y amistad. De su ciudad natal, Amberes, era también Cristóbal Plantino (1520-1589), uno de los mejores impresores y comercializadores del momento, ciudad donde se imprimió la primera edición del Theatrum Orbis Terrarum, y que tuvo ese mismo que reimprimirse, ante el éxito y la fuerte demanda obtenida. Hasta la última edición en 1612, el Theatrum Orbis Terrarum, se imprimió en treinta y cuatro ediciones: quince en latín, tres en neerlandés, cinco en alemán, cuatro en español, cuatro en francés, dos en italiano y una en inglés. Todas las grandes bibliotecas europeas mantenían entre sus fondos un Theatrum Orbis Terrarumde Ortelius. Cinco años después de la primera edición, el rey Felipe II lo nombra Geógrafo Real, por lo que tuvo conocimiento del conocimiento obtenido por los españoles y portugueses en sus expediciones, así como de la cartografía pública o secreta del momento.

Por primera vez, con el nombre de atlas, un libro de mapas, Mercator publica su primer Atlas entre 1585 y 1589. Mercator estudió en la Universidad de Lovaina, siendo su profesor Gemma Frisius, quien también tenía un taller cartográfico donde Mercator aprendió a dibujar y grabar mapas, y a construir instrumentos geográficos y globos terráqueos. Sus conocimientos matemáticos, topográficos y cartográficos, aprendidos del propio Frisius en la Universidad de Lovaina, posiblemente facilitaron la invención de la proyección más importante de la esfera al plano, la Proyección Mercator, dando solución a uno de los problemas más importantes en la navegación, el trazado de un rumbo en línea recta en las cartas náuticas, que ha llegado hasta nuestros días.
Mercator abre en Amberes su propio taller de impresión de mapas, donde inicia su proyecto editorial con una nueva edición de la Cosmographia de Ptolomeo, y donde imprime su Atlas sive cosmographicae meditationes de fabrica mundi et fabricati figura, la imagen del mundo que él quería transmitir con mapas originales suyos. Amberes, donde ya estaban establecidos Plantini y Ortelius, entre otros, era la ciudad más influyente en la impresión y comercialización de libros y mapas en Europa. El propio Cervantes así lo reconoce en el Quijote, cuando Sansón Carrasco le dice a don Quijote que sus hazañas ya se conocen hasta en Portugal, Barcelona y Valencia, donde se han impreso; y aun hay fama que se está imprimiendo en Amberes. (2, 3)
Recopilar información, verificar y dibujar los más de cien mapas con que contaría su Atlasle llevó mucho tiempo. La primera parte se edita en 1585 y en 1589 la segunda. Sigue trabajando en ampliar el número de mapas hasta su muerte en 1594. Su hijo, Rumold, fue quien terminó el trabajo, editándose completo en 1602. Poco después, en 1604, las planchas de grabado se subastan por la familia, siendo compradas por otro grabador flamenco, Jodocus Hondius, quien volvió a editar el Atlas de Mercator en 1606. Un año después, de los buriles y tórculos del taller de Hondius, salen las estampas de los mapas que componen un Atlas de Mercator, de menor tamaño, con el título de Atlas Minor Gerardi Mercator, de mucho éxito, y del que se hicieron muchas ediciones. Su menor tamaño le hacía poder ser llevado en los viajes y consultado en cualquier lugar. Tanto el Atlas como el Atlas Menor de Mercator fueron publicados tras la muerte de Joducus Hondius, en 1612, por sus hijos hasta una última edición en 1619.
En estos atlas, que contiene varias decenas de mapas de todo el mundo, por continentes, por países e incluso por regiones, también está el mapa de España conocido en la época, el escenario real de las aventuras de don Quijote.


De una manera o de otra, estos grandes cartógrafos estuvieron relacionados con los reyes de España, especialmente Ortelius, quien fue nombrado Geógrafo Real por Felipe II, en 1575. Pero en España también hubo geógrafos y cartógrafos empeñados en hacer el mapa, la imagen interior, de España. Tres grandes proyectos geográficos fueron desarrollados en el siglo XVI en España, pero no fueron acabados. Es muy posible que hubiese otros mapas, pero el secretismo de los reyes y consejeros por ocultar sus posesiones, por el valor estratégico y militar, y la falta de grabadores e impresores especializados en España, que llevasen a la estampa los dibujos de los cartógrafos, ha hecho que no dispongamos hoy de ninguno. Estos tres grandes proyectos españoles del siglo XVI son: la Descripción y Cosmografía de Hernando Colón, el Atlas de El Escorial y el Mapa de Esquivel.
El proyecto de Hernando Colón (1488-1539), hijo del descubridor de América, también es conocido como los Itinerarios de Hernando Colón. Con sólo catorce años acompaña a su padre en el cuarto viaje al Nuevo Mundo. Al conocerse una asignación económica alta, se supone que realizaba en el viaje algún tipo de trabajo cartográfico, una de sus pasiones.
Carlos I, y su interés por conocer el alcance de sus pertenencias y su buen gobierno, encarga a Hernando Colón realizar una descripción de España y el dibujo de ese mapa. Los trabajos de recopilación de datos, redacción y memoria de ellos, se realizan entre 1517 y 1523, cuando, sin estar terminados, el rey paraliza el proyecto. Poco ha llegado hasta nuestros días del proyecto, pero si la forma que debían de obtenerse y registrarse los datos por los comisionados en las expediciones a las distintas partes de España, y cómo se situarían y dibujarían las ciudades y lugares en el mapa. Se utilizaría las coordenadas conocidas en la Tabla de la diversidad de los días y horas, y partes de hora en las ciudades, villas y lugares de España, de Antonio de Nebrija, publicada en 1517, y alrededor de estas se posicionarían los lugares alrededor por distancias y dirección a ellas. Estos datos debían de ser recopilados en los viajes por los comisionados. Estas distancias se determinaban por las contestaciones de vecinos o autoridades de los lugares visitados, o por la propia experiencia en el viaje del comisionado, pero no se anotaban ángulos ni se hacían observaciones astronómicas nuevas, por lo que el mapa carecería de rigor matemático alguno.

El proyecto de Colón ha terminado y sus datos abandonados para siempre. Se describen unos 1300 lugares con el nombre del lugar, número de vecinos, el tipo de jurisdicción a la que pertenece y la distancia a los lugares cercanos, con alguna descripción notable.
Hasta hace muy pocos años no se sabía nada del segundo gran proyecto cartográfico español, el conocido como el Atlas de El Escorial. Es una colección de veintiún mapas doblados a la mitad, encuadernados en un solo tomo, con un primer mapa general de la Península y veinte mapas a una escala mayor. No tiene fecha, ni nombre del autor, pero investigadores expertos en cartografía han llegado a la conclusión de que este mapa manuscrito encontrado en la Real Biblioteca de El Escorial se comenzó a dibujar alrededor del 1538 y su autor fue Alonso de Santa Cruz (1505-1567). Nacido en Sevilla, en un ambiente relacionado con la navegación y nuevas expediciones, en 1526, se embarca en la expedición al río de la Plata dirigida por Sebastián Caboto, donde adquiere gran experiencia astronómica y cartográfica. A su vuelta comienza a intentar resolver uno de los problemas más importantes para los pilotos, cómo establecer bien el rumbo, e inventa y construye instrumentos para la observación astronómica desde los navíos. El rey Carlos I, le encarga la elaboración de hacer la descripción general de la Geografía de España,utilizando sus instrumentos con los que obtenía una mayor precisión en las coordenadas, que las obtenidas hasta entonces. En una carta enviada al rey le describe que tiene cosas de geografía hechas, entre las que se encuentra una de España del tamaño de un gran repostero donde están puestos todas las ciudades, villas y lugares, montes y ríos que en ella hay. Un repostero de la época era un tapiz con el que se decoraban los balcones o entradas de las casas, con el escudo de armas de la familia bordado o pintado en él, y el Atlas desplegado corresponde a una superficie de más de cuatro metros cuadrados, similar a un repostero. Carlos I se retira a Yuste, y el nuevo emperador Felipe II no cuenta con sus servicios directamente.

El mapa general incorpora una retícula numerada, que identifica la hoja que corresponde a esa parte de la Península entre las siguientes hojas numeradas. Este mapa general no tiene escala, ni cartela, y están reflejadas las poblaciones más importantes, otras de segundo orden, sistemas montañosos y los ríos más importantes, con correcciones, por lo que se supone que era un mapa aún en construcción. Este mapa se dibuja con los datos de las otras veinte hojas, que son las que muestran el valiosísimo trabajo cartográfico realizado por Santa Cruz. Geoffrey Parker lo describe así: … el Atlas de El Escorial contiene, con mucho, los mayores mapas del momento basados en una medición detallada del terreno. Ningún otro estado importante del siglo XVI poseía nada semejante.
Pero Santa Cruz era un cartógrafo elegido por Carlos I, y el nuevo rey de España, Felipe II, lo nombra Cosmógrafo Mayor de la Casa de la Contratación de Sevilla, para alejarlo de los nuevos cartógrafos nombrados por él. El Atlas queda en el olvido en una estantería de la Biblioteca Real. Este proyecto cartográfico terminó cuando en 1550 Felipe II encarga a su cosmógrafo de confianza, Pedro Esquivel, un nuevo proyecto. El rey conocía como en las universidades se ideaban y construían nuevos instrumentos de observación astronómica y topográficos, nuevos procedimientos para medir distancias y ángulos, uso de la escala y nuevas proyecciones de la esfera al plano, y conocía del prestigio y conocimientos de Pedro Esquivel.
Pedro Esquivel, nace en Alcalá de Henares (?-1565), y estudia en su universidad, pasando a ser profesor de matemáticas en ella misma. Sus grandes conocimientos en astrología y matemáticas le convierten en Cosmógrafo Real de Felipe II. Con instrumentos aún más precisos que los de Santa Cruz, una nueva metodología en el trabajo de campo, empleo de proyecciones, cálculo de distancias por triangulación matemática, situaba con mucha precisión cualquier detalle geográfico, como nunca se había conocido en España. Con su método e instrumentos, un topógrafo y ayudantes, recorre él mismo España tomando medidas y notas muy precisas. Y hasta aquí llega este proyecto, con solo sus notas de campo, ni rastro de croquis o borradores de mapas, porque con su muerte, en 1565, su trabajo se paraliza y empieza a difuminarse en manos de unos y otros, que no supieron seguir su procedimiento, hasta el punto que hoy, sus notas de campo, forman un tomo de más de ochocientas folios en las estanterías de la Biblioteca Nacional de Suecia. Cómo llegan las notas de campo a Estocolmo es materia para otro artículo sobre la desidia o desinterés por conservar nuestro patrimonio.
Ahora digo, que el que lee mucho y anda mucho, ve mucho y sabe mucho (2, 25). Es evidente que Cervantes, aunque pudo tener referencias de estos proyectos cartográficos españoles nuca pudo ver el mapa de España dibujado por sus autores españoles. Los muchos topónimos y la extensa geografía descrita en el Quijote, y en todas sus obras, son reflejo de su experiencia personal en sus muchos viajes y en lo mucho que leyó, de cualquier materia, en su vida, ¡no hay libro tan malo, que no tenga algo bueno!, escribía en el Quijote.
A quienes hoy defienden, rodeados de sistemas de información geográfica con mapas digitales realizados mediante las técnicas actuales de fotogrametría, ortofotografía, modelo digital del terreno, interferometría radar, teledetección… que la geografía real del Quijote no existe, que es también ficción, o a quienes incluso se permiten la licencia de criticar las contradicciones geográficas o el conocimiento de Cervantes sobre el espacio geográfico que nos muestra de la patria del hidalgo manchego, como es imposible hacerles andar por los caminos reales, aún existentes en la Mancha, les recomiendo miren los mismos mapas que pudo tener en sus manos Cervantes, en alguna biblioteca española o italiana, y observen en ellos lo mismo que el autor del Quijote.
De uno de los mapas exentos, mapas sueltos, el dibujado por Gastaldi en 1544, con el título de La Spana, podemos ver dos de los topónimos utilizados en el Quijote, referentes a la patria y escenarios de las aventuras del hidalgo manchego: La Mancha y Campo de Montiel. El embajador de España en Venecia, Diego Hurtado de Mendoza, fue una de las fuentes de información del diseño del mapa del cartógrafo italiano.

El mapa de Gastaldi tuvo difusión en España, pero nada comparable a los mapas de España de Ortelius y Mercator, hasta con ediciones, de los Atlas que los contenían, expresamente en castellano. Sin duda alguna estos fueron los más conocidos y manejados, dibujados por los dos cartógrafos más importantes de Europa en tiempos de Cervantes. En ellos, el topónimo Mancha no aparece, pero si el de Campo de Montiel. De la misma manera que el mapa de Corsulensis, de 1551, estos mapas fueron copiados o sirvieron de base para otros muchos mapas que circularon por España.


Mercator, en su Atlas final también hizo un mapa de la región de Castilla la Nueva, que tituló Castillae Veteris et Novae Descriptio. De la misma manera que el mapa general de España, Cervantes pudo observarlo al estar en el mismo atlas:

Esta es la imagen de la patria de don Quijote que pudo observar Cervantes en los libros de mapas, los atlas, dibujados por los dos cartógrafos más importantes del momento, coetáneos a Cervantes. Y en la extensa Mancha, el distrito del Campo de Montiel está al este de Alcázar de San Juan. La misma imagen que vi en la Real Biblioteca de El Escorial, en septiembre de 2008, cuando el bibliotecario me puso en las manos el Atlas de El Escorial, y mirando el mapa general de España vuelvo a ver el Campo de Montiel al este de Alcázar de San Juan.

Este mapa nunca lo vio Cervantes, pero Alonso de Santa Cruz tuvo los mismos datos geográficos que Ortelius y Mercator para situar y dibujar el Campo de Montiel al este de Alcázar de San Juan. ¿Estaban en un error todos los expedicionarios que recorrieron Castilla recogiendo datos, preguntando a vecinos y autoridades, para luego entregar sus notas de campo al geógrafo? Es posible. Pero no es un error achacable a Cervantes ni a quienes interpretamos la geografía del Quijote con los mismos mapas y documentos que Cervantes pudo conocer. Y esto mismo, en 1905, ya lo afirmó el geógrafo Antonio Blázquez en La Mancha en tiempos de Cervantes:
Pero ha de observarse, porque puede tener gran importancia, que los geógrafos españoles, o, por mejor decir, el único mapa de España que circulaba desde 1550, y cuyas ediciones fueron muy numerosas y casi todas anteriores al Quijote, sitúan el campo de Montiel, no en el lugar que le corresponde, sino al E. de Alcázar de San Juan y al N. de Minaya, Roda, Gineta, Albacete y Chinchilla, y al S. del Cañavate (provincia de Cuenca), y como es indudable que este mapa estuvo en manos de Cervantes, pudieran explicarse algunas dudas y contradicciones del Quijote, por este error del cual no era Cervantes responsable.
Tengo en mis manos El Principito, de Antoine de Saint-Exupéry, que precisamente, este mes de abril de 2018, hace 75 años que se publicó esta obra genial e inmortal, atemporal como el Quijote. En mi pequeño homenaje a este gran cuento, busco al Anciano, al geógrafo del capítulo XV, por venir a cuento este cuento:
-¿Qué es este grueso libro? -preguntó el principito-. ¿Qué haces aquí?
-Soy geógrafo -dijo el Anciano.
-¿Qué es un geógrafo?
-Es un sabio que conoce dónde se encuentran los mares, los ríos, las ciudades, las montañas y los desiertos.
-Es bien interesante -dijo el principito-, ¡Por fin un verdadero oficio! -Y echó una mirada a su alrededor, sobre el planeta del geógrafo. Todavía no había visto un planeta tan majestuoso.
-Es muy bello vuestro planeta. ¿Tiene océanos?
-No puedo saberlo -dijo el geógrafo.
-¡Ah! -El principito estaba decepcionado- ¿Y montañas?
-No puedo saberlo -dijo el geógrafo.
-¿Y ciudades y ríos y desiertos?
-Tampoco puedo saberlo -dijo el geógrafo.
-¡Pero eres geógrafo!
-Es cierto -dijo el geógrafo-, pero no soy explorador. Carezco absolutamente de exploradores. No es el geógrafo quien debe hacer el cómputo de las ciudades, de los ríos, de las montañas, de los mares, de los océanos y de los desiertos. El geógrafo es demasiado importante para ambular. No debe dejar su despacho. Pero allí recibe a los exploradores. Les interroga y toma nota de sus observaciones. Y si las observaciones de alguno le parecen interesantes, el geógrafo hace levantar una encuesta acerca de la moralidad del explorador.
-¿Por qué?
-Porque un explorador que mintiera produciría catástrofes en los libros de geografía. Y también un explorador que bebiera demasiado.
-¿Por qué? -preguntó el principito.
-Porque los ebrios ven doble. Entonces el geógrafo señalaría dos montañas donde no hay más que una sola. (cap XV, El Principito)
Hoy es 24 de abril. Hace cuatrocientos y dos años, un día de primavera como hoy, trasladaban por la madrileña calle del León un cuerpo sin vida amortajado con el sayal de San Francisco, en un sencillo ataúd de madera descubierto. A hombros de cuatro hermanos franciscanos, y en profundo silencio, recorren los pocos metros que hay hasta el convento de las trinitarias descalzas, en la cercana calle de las Huertas. Su escasa familia, su casero y algún amigo le acompañaban. Llevaban a enterrar a Miguel de Cervantes Saavedra, el autor del Quijote.
Luis Miguel Román Alhambra
https://alcazarlugardedonquijote.wordpress.com/2018/04/24/los-mapas-que-conocio-cervantes/
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