
La imagen de la Mancha se percibe mucho mejor desde cualquiera de sus cerros y altillos. Durante dos años he ido añadiendo en este blog imágenes de una parte de ella vista desde los cerros San Antón (Alcázar de San Juan) y Montón de Trigo (Campo de Criptana). El primer domingo de cada mes subía a ellos y hacía una toma fotográfica hacia un mismo punto fijo, con el que habéis podido apreciar los distintos colores que la inmensa llanura de la Mancha dispone según la estación del año.
Ahora comienzo un nuevo proyecto, similar a los anteriores pero muy itinerante. Recorreré la Mancha de cerro en cerro, de la misma manera que en la mitad del siglo XVI lo hizo Pedro de Esquivel, en su intento de hacer el primer mapa matemático de España.
Las imágenes serán distintas a como él las vio, pero no la perspectiva física del terreno que sigue tal y como él la apreció y anotó. Alguna de estas mismas imágenes las pudo ver también Miguel de Cervantes en sus viajes y estancias por la Mancha y, al final casi de su azarosa vida, utilizarlas como escenario de las aventuras del ingenioso hidalgo manchego.
El Maestro Esquivel, como se le conocía, no pasó por aquí por casualidad, lo hizo por encargo personal del rey Felipe II para emprender el tercer gran proyecto cartográfico puesto en marcha en el siglo XVI, y disponer de un mapa de España fiel a la realidad del territorio, pero, como los dos anteriores, quedó en el olvido a su muerte, o al menos eso parece.

“Ya la comedia es un mapa, donde con un dedo distante verás a Londres y a Roma, a Valladolid y a Gante”, escribía Cervantes en El rufián dichoso. En tiempos de la escritura del Quijote un mapa era “… la tabla, lienço, o papel donde fe defcrive la tierra univerfal”, como lo definía Cobarruvias en su diccionario de 1611.
Con más claridad lo hace el primer diccionario de la Real Academia Española, conocido como de Autoridades:
Mapa: La descripción geográphica de la tierra, que regularmente fe hace en papel ò lienzo, en que fe ponen los lugares, mares, rios, montañas, y otras cofas notables, con las distancias proporcionadas, fegun el pitipié que fe elige, feñalando los grados de longitud y latitúd que ocupa el País que se describe, para conocimiento del parage ò lugar que cada cofa deftas ocupa en la tierra.
Desde antiguo, el hombre ha querido conocer los territorios donde vivía, marcar sus límites y pertenencias, y conocer donde se encontraba en sus viajes y el rumbo a seguir. Y esto ha sido posible a través de las descripciones que de los territorios han hecho los geógrafos y cartógrafos, representándolos en un modelo a escala con correspondencia matemática entre la superficie terrestre y el mapa.
España en el siglo XVI era un conjunto de reinos, condados, principados, ducados y señoríos, independientes entre sí, que reconocían a un rey que establecía, con sus consejeros, la política general. Pero el rey solo dominaba directamente la mitad del territorio, estando en manos de los grandes linajes la propiedad de amplias posesiones, por lo que necesitaba conocer todos los territorios, sus ciudades, caminos principales, puentes, puertos, accidentes geográficos, etc. a una escala manejable, pero con suficiente detalle. En este siglo hubo tres proyectos cartográficos desarrollados en España, por cartógrafos españoles, con la intención de hacer el mapa de ella, pero no fueron nunca acabados, o eso se cree. Es posible que se terminasen e incluso que hubiese otros mapas, pero el secretismo de los reyes y consejeros en ocultar sus posesiones, por el valor estratégico y militar, y la falta de grabadores e impresores especializados en España, que llevasen a la estampa los dibujos de los cartógrafos, ha hecho que no dispongamos hoy de ninguno. Estos tres grandes proyectos españoles del siglo XVI son: la Descripción y Cosmografía de Hernando Colón, el Atlas de El Escorial y el Mapa de Esquivel.
El proyecto de Hernando Colón (1488-1539), hijo de Cristóbal Colón, descubridor de América, es conocido como los Itinerarios de Hernando Colón. Con sólo catorce años acompaña a su padre en el cuarto viaje al Nuevo Mundo. Al conocerse que el joven Hernando contaba con una asignación económica alta, se cree que realizaba en el viaje algún tipo de trabajo cartográfico, una de sus pasiones durante toda su vida. Carlos I, y su interés por conocer el alcance de sus dominios, y su buen gobierno, encarga a Hernando Colón realizar una descripción de España y el dibujo de ese mapa. Los trabajos de recopilación de datos, redacción y memoria, se realizan entre 1517 y 1523, cuando, sin estar terminados, el rey paraliza el proyecto.
Poco ha llegado hasta nuestros días de este proyecto, pero sí el procedimiento de cómo debían de obtenerse y registrarse los datos por los comisionados en las expediciones a las distintas partes de España, y cómo se situarían y dibujarían las ciudades y lugares finalmente en el mapa. Se utilizaría para las ciudades y villas más importantes las coordenadas conocidas en la Tabla de la diversidad de los días y horas, y partes de hora en las ciudades, villas y lugares de España, de Antonio de Nebrija, publicada en 1517, y alrededor de ellas se posicionarían el resto de lugares por distancias y dirección a ellas. Estos datos debían de ser recopilados in situ por los comisionados en los viajes asignados. Las distancias se determinaban por las contestaciones de vecinos o autoridades de los lugares visitados, o por la propia experiencia en el viaje del comisionado, pero no se anotaban ángulos ni se hacían observaciones astronómicas nuevas, por lo que el mapa carecería, en su inmensa parte, de rigor matemático alguno.

El proyecto de Colón ha terminado y sus datos abandonados para siempre. Se describen unos 1300 lugares con el nombre del lugar, número de vecinos, el tipo de jurisdicción a la que pertenece y la distancia a los lugares cercanos, con alguna descripción notable.
Hasta hace muy pocos años no se sabía nada del segundo gran proyecto cartográfico español, el conocido como el Atlas de El Escorial. Es una colección de veintiún mapas doblados a la mitad, encuadernados en un solo tomo, con un primer mapa general de la Península Ibérica y veinte mapas a una escala mayor. No tiene fecha, ni nombre del autor, pero investigadores expertos en cartografía han llegado a la conclusión de que este mapa manuscrito encontrado en la Real Biblioteca de El Escorial se comenzó a dibujar alrededor del 1538 y su autor fue Alonso de Santa Cruz (1505-1567). Nacido en Sevilla, en un ambiente relacionado con la navegación y las nuevas expediciones, el año 1526 se embarca en la expedición al Río de la Plata dirigida por Sebastián Caboto, donde adquiere gran experiencia astronómica y cartográfica. A su vuelta comienza a intentar resolver cómo establecer bien el rumbo en los viajes por mar, uno de los problemas más importantes para los pilotos, e inventa y construye instrumentos para la observación astronómica desde los navíos. El rey Carlos I le encarga “hacer la descripción general de la Geografía de España”, utilizando sus nuevos instrumentos con los que obtenía una mayor precisión en las coordenadas que las obtenidas hasta entonces. En una carta enviada al rey le describe que tiene cosas de geografía hechas, entre las que se encuentra “una de España del tamaño de un gran repostero donde están puestos todas las ciudades, villas y lugares, montes y ríos que en ella hay”. Un repostero de la época era un tapiz con el que se decoraban los balcones o entradas de las casas con el escudo de armas de la familia bordado o pintado en él, y el Atlas desplegado corresponde a una superficie de más de cuatro metros cuadrados, similar a un repostero.
El mapa general incorpora una retícula numerada, que identifica la hoja que corresponde a esa parte de la Península entre las siguientes hojas numeradas. Este mapa general no tiene escala, ni cartela, y están reflejadas las poblaciones más importantes, otras de segundo orden, sistemas montañosos y los ríos más importantes, con correcciones, por lo que se supone que era un mapa aún en construcción. Este mapa se dibuja con los datos de las otras veinte hojas, que son las que muestran realmente el valiosísimo trabajo cartográfico realizado por Santa Cruz, utilizando dos escalas gráficas en leguas grandes y en comunes para poder ser interpretado en la mayoría de los territorios y usuarios. El historiador Geoffrey Parker lo describe así: “… el Atlas de El Escorial contiene, con mucho, los mayores mapas del momento basados en una medición detallada del terreno. Ningún otro estado importante del siglo XVI poseía nada semejante”. ¿Se conoció este trabajo fuera de las manos de Santa Cruz?, posiblemente, no.
Santa Cruz era un cartógrafo elegido por el Carlos I. Cuando el rey se retira definitivamente a Yuste, en 1556, dejando a su hijo Felipe como nuevo rey de España, Alonso de Santa Cruz no es de la confianza del nuevo rey que ya contaba con cartógrafos y matemáticos. Felipe II lo nombra Cosmógrafo Mayor de la Casa de la Contratación de Sevilla, con el objeto de alejarlo de sus cartógrafos, al no estar de acuerdo con el método de trabajo seguido. El Atlas queda en el olvido en una estantería de la Biblioteca Real, hasta que a finales del siglo XX vuelve a ver la luz. El día 18 de septiembre de 2008 me encuentro en la Biblioteca de El Escorial buscando mapas antiguos de España, cuando el archivero responsable de la sala pone en mis manos un pequeño tomo encuadernado en piel, afirmándome que era un mapa muy poco conocido, aunque desde unos años atrás era muy consultado, era este gran trabajo cartográfico, que tuve el privilegio de fotografiar íntegro.

Felipe II, en sus viajes por sus posesiones europeas aún siendo príncipe, conocía como en sus universidades se ideaban y construían nuevos instrumentos topográficos y de observación astronómica, procedimientos para medir distancias y ángulos, el mejor uso de la escala y nuevas proyecciones de la esfera al plano, y sabía del gran prestigio y conocimientos de Pedro de Esquivel, que conocía la nueva forma de triangulación geodésica del terreno creada principalmente por Frisius y Apiano. El entonces príncipe Felipe le nombra ya su matemático y cosmógrafo de palacio y le encarga un nuevo proyecto cartográfico, el mejor mapa de España jamás dibujado para el gobierno, administración, defensa y conocimiento de su territorio.
Pedro de Esquivel había nacido en Alcalá de Henares, en una fecha hoy desconocida de principios del siglo XVI. Estudia en su universidad, es alumno del astrólogo Pedro Sánchez Ciruelo y llega a ser catedrático de Matemáticas en 1549 y de Teología en 1550 de la misma institución complutense. Con instrumentos mucho más precisos que los de Santa Cruz, una nueva metodología en el trabajo de campo, empleo de proyecciones, cálculo de distancias por triangulación matemática, situaba con mucha precisión cualquier detalle geográfico, como nunca se había hecho en España. Con su método e instrumentos diseñados y fabricados por él, un topógrafo, ayudantes y caballerías para transportar los pesados y voluminosos instrumentos recorre España tomando medidas y notas muy precisas de su geografía física. Pero tiene muchas dificultades de financiación, ya que mantenía muy mala relación personal con el secretario del rey, Francisco de Eraso, que le negaba o dilataba en lo posible los pagos, por lo que el proyecto se dilataba en el tiempo, hasta que se produce la muerte del Maestro Esquivel en 1570. El proyecto lo continúa uno de sus colaboradores y discípulo suyo, Diego de Guevara, pero muere muy pronto, también sin terminarlo. Los instrumentos, documentos con los trabajos y anotaciones de Esquivel pasan a manos de Juan de Herrera por orden del rey para su custodia, hasta terminar en las de Juan Bautista Labaña, pero tampoco terminó el trabajo iniciado por Esquivel y continuado por Guevara, también por la mala financiación económica que percibía el proyecto, si es que llegaba algo de dinero, y porque tanto Esquivel como Guevara no dejaron escrito el procedimiento de medida seguido, como anotó Ambrosio de Morales (1513-1591) en el Discurso general de las Antiguedades:
Este invento queda tan perdido como si nunca se hubiera hallado con la muerte de Don Diego de Guevara; porque el Maestro Esquivel nunca escribió sola una letra de él; y con habérselo comunicado, y declarado á Don Diego y á su padre, lo tenia por sabido y continuado. Y muerto Don Diego, no queda hombre vivo que lo sepa.
Y hasta aquí llega este tercer gran proyecto cartográfico español del siglo XVI, con solo sus notas de campo, ni rastro de croquis o borradores de mapas, porque con la muerte de Labaña, el proyecto se paraliza finalmente y empieza a difuminarse en manos de unos y otros, que no supieron o pudieron seguir el procedimiento marcado por Esquivel, hasta el punto que hoy, estas minutas, forman un tomo de más de ochocientas folios en las estanterías de la Biblioteca Nacional de Suecia.

Sí, en la Biblioteca Nacional de Suecia están Los papeles de Esquivel. Cómo llegan las notas de campo a Estocolmo está directamente relacionado con la desidia y desinterés español por conservar nuestro patrimonio, o el ánimo de lucro de algunos funcionarios, además de otros incidentes que parecen estar sacados de una novela. Después de pasar por manos de cartógrafos, los papeles llegan a las del Conde Duque de Olivares, valido del rey Felipe IV, y tras su muerte en 1645 toda su biblioteca se vende o se dona por su viuda, que no mostraba ningún interés en ella. Solo dos años después muere su viuda y papeles y manuscritos antiguos pasan por herencia a Luis de Haro, un sobrino del Conde Duque, y de este a su hijo Gaspar de Haro, marqués del Carpio y de Eliche. Gaspar de Haro sí reconocía el verdadero valor de los papeles de Esquivel, como el de otros muchos mapas y trabajos cartográficos que abarrotaban la biblioteca de su casa en la calle Mayor de Madrid. Tenía altas aspiraciones en la corte y sabía de la importancia de los documentos cartográficos como recurso para la buena gestión del territorio. Como le pasó a su tío-abuelo, el Conde Duque de Olivares, al morir en 1687 su mujer e hijas pusieron a la venta directa la valiosa biblioteca, haciendo a su antojo lotes que subastaban o vendían al mejor postor que por allí pasaba. Uno de estos perspicaces compradores fue el diplomático sueco Juan Gabriel Sparwenfeld que enterándose de la venta de documentos manuscritos antiguos compra en 1690 varias cajas de valiosísimos documentos, incluso de secretos de estado, y una libreta manuscrita con muchos nombres de lugares y notas, esta libreta contenía Los papeles de Esquivel, que adquiere por tan solo 6 reales. Después de un incendio en el Palacio Real de Suecia, donde los depositó para su revisión y catalogación, y en el que se perdió gran parte de la inestimable documentación española, Sparwenfeld dona en 1705 los documentos salvados a la Biblioteca Real de Estocolmo y a la Biblioteca de Upsala.

Muchos de los datos aquí expuestos están recogidos del impresionante trabajo Los Grandes Proyectos Nacionales en el siglo XVI de Antonio Crespo, editado por el Centro Nacional de Información Geográfica. En él detalla que el lugar actual donde se encuentran Los papeles de Esquivel es en la Biblioteca Real de Suecia (Kungliga Bibliotek), en Estocolmo, con signatura M.163, y cómo no se tiene ninguna noticia de ellos hasta principios del siglo XX. Siendo casi al final de este siglo cuando el profesor Rodolfo Núñez de las Cuevas los microfilma y estudia en España, llegando a la conclusión de que son del puño y letra del Maestro Esquivel al compararlos con una carta manuscrita enviada por el cosmógrafo al rey Felipe II.
¿Pasó el Maestro Esquivel por la Mancha?, me preguntaba mientras leía el trabajo de Crespo. La libreta conservada contiene más de ochocientos folios, con más de 8.000 núcleos de población descritos, ríos, montañas, cerros… por lo que seguro que sí. Solo queda ir hasta la biblioteca o buscar su descarga digitalizada, pero lamentablemente aún no lo están.
En contacto con los responsables de la Biblioteca Real de Estocolmo (Kungliga Bibliotek) me indican que la signatura está disponible solo para su consulta en la sala, y que por la poca demanda de este documento no está prevista su digitalización, aunque me pueden hacer una reproducción EOD, que les encargo. Es abril de 2018 y Los papeles de Esquivel, anotando lugares, cerros, puentes, ríos… de la Mancha, pocos años antes de que Cervantes también la recorriera y la describiese en el Quijote, están en Alcázar de San Juan, en el Corazón de la Mancha.

En la portada o primera página Sparwenfelt anota que lo compra en “Madrid a 30 de mayo de 1690” y el precio que pagó “a 6 reales”, de la librería del marqués del Carpio. Parece que los adquiere creyendo que son manuscritos de Juan Bautista Labaña, geógrafo del rey Felipe III, pero después de descubrirse su existencia en Estocolmo y estudiarse por geógrafos españoles, aunque contienen notas de Guevara y Labaña, la autoría de la obra corresponde a Esquivel.
Con estos papeles iré zigzagueando la Mancha, de cerro en cerro, de altillo en altillo, tal y como lo hizo el Maestro Esquivel. En las Hojas del MTN (Mapa Topográfico Nacional) marcaré las medidas angulares y las distancias anotadas hace cuatro siglos y medio, y tomaré imágenes hacia los mismos puntos que Esquivel dirigió sus novedosos instrumentos. Sin duda alguna veré la Mancha que vio el maestro geógrafo y que pocos años después vio Cervantes. Poco después estarán en este blog, para que desde cualquier lugar del mundo podáis contemplar la misma imagen del paisaje manchego.
Voy a comenzar mi ruta en El Toboso. No es el primer punto de la Mancha en el que trabaja Esquivel, pero ¿se puede empezar un trabajo tan quijotesco como este desde un lugar mejor que el de Dulcinea? Dejando atrás la torre de su iglesia, en la que también el Maestro Esquivel estuvo trabajando, y por el mismo camino que su guía local le llevó, saldré de El Toboso y llegaré a un cerro en el que está la ermita de Santa Ana, o lo que queda hoy de ella.
Luis Miguel Román Alhambra
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