Alcázar de San Juan, 28/02/2020.- El día 2 de marzo entran en vigor los nuevos horarios de trenes a su paso por Alcázar de San Juan
Trenes de Alcázar a Madrid y viceversa:
Horario general:
Ventanitas
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Hasta ahora, cuando en este blog he nombrado los molinos de viento del Quijote ha sido como hito geográfico a tener en cuenta en la interpretación geográfica o percepción del paisaje que Cervantes nos describe en el texto. Hasta quién no ha leído el Quijote sabe que es contra uno de estos artilugios contra el que lucha don Quijote, creyendo que era un descomunal gigante que arrasaría su tierra. Y es gracias al Quijote por lo que hoy podemos seguir viendo estos “desaforados gigantes” en pie, muchos reconstruidos a mediados y finales del siglo XX después de su total abandono por ser inservibles para lo que fueron creados: moler cereal para transformarlo en harina.
Yo vivo en la Mancha, en el Corazón de la Mancha, donde cuando salgo de casa veo los cuatro molinos de Alcázar de San Juan sobre el Cerro San Antón, y, a lo lejos, al este los de Campo de Criptana y al oeste los de Herencia. He estado presenciando moliendas, incluso junto al molinero en la parte alta del molino, y es una sensación única. Indescriptible el silbido del viento con el crujir de las gruesas maderas, mientras engrana afinadamente la “catalina” en la “linterna” dejando escuchar el tintineo del grano entrando por la “tolva” para que las grandes ruedas de piedra lo conviertan en fina harina, ocho metros más abajo. Soy un lector quijotista privilegiado de ver todos los días estos gigantes y poder estar de vez en cuando dentro de la barriga de uno de ellos o ver como sus brazos se voltean a merced del viento, pero con el sabio control del molinero.
Ver un molino de viento manchego sólo es posible viniendo a la Mancha. Pero observo que tengo muchísimas visitas de países de Europa y otros continentes, especialmente de América, que quizá no tengan la oportunidad de estar junto a uno de ellos nunca, por lo que intentaré describirlos mediante mi experiencia y fotografías, y basándome en un trabajo excepcional de un médico alcazareño, don Rafael Mazuecos Pérez-Pastor “Rufao”, que entre 1950 y 1980 editó 58 fascículos de Hombres, lugares y cosas de La Mancha. Y a quien dedico humildemente este artículo.
En el mes de abril de 1971 salía de la imprenta Vda. De Moisés Mata el fascículo XXXIII de HOMBRES, LUGARES Y COSAS DE LA MANCHA. En la portada se podía leer esta cita del Quijote: “Podrán los encantadores quitarme la ventura, pero el esfuerzo y el ánimo, es imposible. Decía DON QUIJOTE”
Entre sus páginas 18 a 29 encontramos la mejor de las descripciones que de un molino de viento manchego se ha realizado. En esta parte de la Mancha se empezaron a construir a mediados del siglo XVI en terrenos gobernados por la orden de Santiago. Antes de la publicación del Quijote, y por lo tanto únicos lugares donde Cervantes pudo contemplar sus singulares siluetas, y comprobar su labor de moler cereal, fue en Belmonte, Las Mesas, El Pedernoso, Villaescusa de Haro, Mota del Cuervo, El Toboso y especialmente en Campo de Criptana, donde ya había construidos “en esta sierra de Criptana, junto a la villa, muchos molinos de viento donde también muelen los vecinos de esta villa.” (Relaciones Topográficas de Campo de Criptana, 1575). Son estos molinos de Campo de Criptana, que quedaron en la memoria del regocijo de las musas, los que inspiraron la “espantable y jamás imaginada” batalla de don Quijote contra uno de ellos.
Esta “espantable y jamás imaginada aventura de los molinos de viento”, como la califica Cervantes en el título del capítulo VIII del Primer Quijote, comienza así:
En esto, descubrieron treinta o cuarenta molinos de viento que hay en aquel campo, y así como don Quijote los vio, dijo a su escudero:
-La ventura va guiando nuestras cosas mejor de lo que acertáramos a desear; porque ves allí, amigo Sancho Panza, donde se descubren treinta o pocos más, desaforados gigantes, con quien pienso hacer batalla y quitarles a todos las vidas, con cuyos despojos comenzaremos a enriquecer; que ésta es buena guerra, y es gran servicio de Dios quitar tan mala simiente de sobre la faz de la tierra. (Q1, 8)
Sin duda alguna Cervantes estuvo muy cerca de ellos para describir tan precisamente su funcionamiento en boca de Sancho: “Mire vuestra merced –respondió Sancho- que aquellos que allí se parecen no son gigantes, sino molinos de viento, y lo que en ellos parecen brazos son las aspas, que, volteadas del viento, hacen andar la piedra del molino.” Sancho era agricultor y conocía muy bien estos nuevos artilugios que hacía pocos años estaban en los cerros de algunos lugares manchegos. El final de la aventura es más que conocida: una ligera brisa pone en marcha el molino de viento justo en el momento en el que don Quijote atravesaba una de sus aspas dando con sus huesos en el suelo.
El fascículo está terminado por un magnífico plano con dos vistas y cortes del molino, realizado por su amigo G. Chaves, con la descripción de todos los elementos que lo componen por su nombre. El doctor Mazuecos dio la importancia que en el futuro tendría este plano dibujado por Chaves dejando “bien claro que gracias al esfuerzo para comprenderlo y a las molestias de ir a verlo, podrán los venideros tener una idea concreta de lo que era un molino por dentro y cómo funcionaba, pues los dibujos que tan eficazmente ilustran este trabajo, son consecuencia de su magnífica disposición y preparación en primer término y en segundo, de su entusiasmo, de su ilusión por realizarlo y legarlo a su pueblo” Este plano lo iré utilizando en detalles, por su gran valor gráfico, anotando en la descripción de cada elemento entre paréntesis el número que corresponde en el plano.
¿Funcionan hoy los molinos de viento? No para uso industrial, por el poco rendimiento comparándolo con uno eléctrico que los hizo casi desaparecer a mediados del siglo XX, pero sí los podemos ver en alguna jornada cultural o turística en las localidades que cuentan con ellos, siempre que el esperado viento haga acto de presencia. Yo los he visto funcionar en Campo de Criptana, Mota del Cuervo, Consuegra y Alcázar de San Juan, con maquinaría original, de los siglos XVI y XVII, o construida en la segunda mitad del siglo XX fiel a la original.
El doctor Mazuecos comienza su artículo “En cualquier lugar de la Mancha, porque en el que fuere hallaremos la asentada llanura, moteada de barbechos y escuálidos trigales salpicados de amapolas, el cielo, raso y la descomunal figura del molino de viento recortada en el horizonte, podemos acometer la ya casi quijotesca aventura de puntualizar cuál era el mecanismo que utilizando como fuerza motriz el viento que manda Dios nos molía el grano para hacer el pan nuestro de cada día” Para quienes solo han visto un molino de viento por fuera parado no pueden imaginar lo asombroso que es cuando este comienza a mover sus aspas. Y si tienen la fortuna de estar en su interior junto al molinero cuando este suelta su freno y vierte grano entre sus piedras de moler es todo un espectáculo. Jamás olvidarán la “gran estampa la de este gigante braceando en lo alto de un cerro ante un horizonte que se pierde de vista, con un aire que aturde y un crujir que sobrecoge y asombra, chasqueando tan ruidosamente las enormes y resecas maderas que forman su pesado armazón y se mueve velozmente…”
El doctor Mazuecos describe su aspecto exterior como “una obra de mampostería de forma rigurosamente cilíndrica, detalle importante para diferenciar el molino manchego de otros…”. Para continuar con su construcción “de sólidos cimientos y gruesa muralla hecha con yeso de los Anchos y piedra firme… La obra del molino, hasta el enrase de la muralla, sin contar la cubierta o capucha, mide alrededor de ocho metros de altura”.
El molino tiene como cubierta una “capucha” móvil de madera recubierta de placas de zinc (17), que además de resguardar de la lluvia el interior del molino contiene en su interior la mayor parte de la maquinaria, “… la capucha tiene una especie de tronera, buhardilla o castillete por donde sale la cabeza del eje (21) en la que se fijan las aspas…”
“Tanto el montaje como la fijación de las aspas en el eje mediante cuñas de madera, son trabajos de fuerza y habilidad”. Sin duda alguna la construcción de estos artilugios de madera estaba en manos de carpinteros muy especializados por las dimensiones y pesos de las piezas. Tanto el taller, como los trabajos en el campo serían dirigidos por un maestro molinero en todo momento, porque “…todas las faenas de la molinería son de fuerza y de conocimiento en el manejo del arte, pues entraña serios peligros en muchos momentos. Un golpe de viento puede volcar…” Por el lado opuesto a la salida del eje de las aspas, de la capucha, con el mismo grado de inclinación de esta, sale de ella el “palo de gobierno” (57) que se utilizará para orientar la capucha, y la maquinaria, del molino hacia el viento, “poner el molino al aire”.
En el suelo, alrededor del molino, a unos ocho metros de sus paredes se encajan en el terreno unos “hitos” de piedra viva (58) en un número de ocho o diez que servirán para alojar en ellos un torno vertical o cabrestante que se conoce como “borriquillo” con el que arrastrar con una cadena, de hito en hito, el palo de gobierno y orientar el molino al viento.
El cuerpo de obra del molino tiene a unos 35 cm de su parte superior o del “enrase” doce “ventanillos” de 20 x 30 cm (32) para que el molinero pueda asomarse desde ellos y poder apreciar el viento y sus cambios, que en esta parte de la Mancha los doce aires que soplan sus cerros son “ábrego hondo, ábrego fijo, toledano, moriscote, cierzo, matacabras, solano alto, solano fijo, solano hondo y tres ventanillas a mediodía”.
En el eje del molino se encajan dos aspas, con dos velas cada una, lo que forman cuatro brazos “descomunales” reforzados por otros palos más fuertes que se llaman “macho” (44) y “remacho (45). Cada vela del aspa desde el eje mide ocho metros, por lo que casi rozan el suelo. Las aspas son en la Mancha de forma rectangular y “miden 7,5 metros de longitud por dos metros de ancho y llevan un armazón de cabrios más o menos gruesos colocados en sentido longitudinal y transversal formando un bastidor llamado telera (52) que sirve, como su nombre indica, para sujetar la lona que ha de recibir el aire como las velas de los barcos”.
Una vez “vestida” cada aspa con su lona, cosida a la telera por medio de cuerdas, el molino girará al tener las aspas oblicuas “como las hélices y los molinillos de los chicos, que si la pala de arriba se inclina hacia la derecha, la de abajo lo hace a la izquierda”. El giro normal de los molinos es a derechas, en el sentido de las agujas del reloj según los miras de frente, a excepción de El Zurdo de Mota del Cuervo, que es el único que se construyó para moler a izquierdas. Hay dos hipótesis sobre el motivo del giro a izquierdas, una que se equivocaron los carpinteros en el montaje, y otra, la más aceptada, es que las piedras de moler que llegaron desde canteros catalanes tenían labradas las ranuras de salida al revés y tuvieron los carpinteros que adaptar la maquinaria a ellas. Sea una u otra por lo que también es muy conocido El Zurdo es por tener constancia de haber estado arrestado judicialmente, sin moler, por haber matado entre sus engranajes a su molinero.
Hacia el mediodía, al sur, el molino cuenta con una puerta pequeña (56), embutida en la pared “enrasada y fija en el quicio de dentro”, que abre hacia adentro, “rozando la escalera de caracol que está adosada a la pared”.
Este primer habitáculo servía de cuadra para la mula o el borrico del molinero y hasta donde llega un “canalón de madera” (43) por donde salía la harina a los sacos o “costales”. Al lado del canalón está “pendiente del techo, el alivio (42), contrapeso de hierro, de forma ovoidea, de unos cinco kilos de peso”, que más adelante explicaré su uso.
Sobre los peldaños de la escalera de caracol se dejaban los sacos de grano para ir subiéndolos conforme hacían falta, de uno en uno, llegando hasta la primera planta, “que es un rellano llamado camareta”, espacio diáfano para dejar más sacos de grano, los cedazos de harina. En esta “camareta” el canalón tenía otra salida (41) desde la que se recogía la “harina de titos” con la que en la Mancha se hacían las socorridas “gachas manchegas”, hoy convertidas en uno de los platos típicos de esta parte de la Mancha. En esta “camareta” hay una alacena (73) donde el molinero guardaba herramientas y “trastos” para uso en el molino. Justo encima de la puerta de entrada al molino, pero en esta planta, hay una ventanilla (55) que da luz a esta estancia. En el techo se encuentran dos grandes vigas de madera llamadas “marranos” (39) de 40×40 cm que descansan en los muros de la obra. Estas vigas son la bancada principal de la maquinaría del molino.
De la “camareta” subimos al “moledero”. La escalera de caracol se va estrechando cada vez más, para dejar el máximo espacio para la maquinaría. En el “moledero” es donde se concentra todo el ingenio de este artefacto para moler cereal utilizando la energía que proporciona el viento. Sus paredes de obra se alzan dos metros para estar terminadas en un anillo de madera (26) engrasado con sebo animal, para facilitar el giro de la “capucha” que descansaba sobre él, que tenía como base cuatro grandes vigas entrelazadas entre ellas y entre otras cuatro más de menor tamaño.
La “capucha” está construida con palos que van desde las “madres” hasta el “fraile” (16), que sobresale de la “capucha”, donde también se ajusta el “palo de gobierno” (57) de unos quince metros de longitud. La “capucha” tiene forma cónica y una altura de 3,10 m. por lo que la altura total del molino desde el suelo al “fraile” es de once metros. Se cubría de tabloncillos de madera y con zinc en las últimas cubiertas construidas.
El gran eje del molino (21) tiene un diámetro de ochenta centímetros y está “tallado con hacha carretera o azuela”, descansando sobre dos piedras (24) y (47), también ensebadas. La piedra trasera “de rebote” tiene forma de caja donde hace tope el eje, la delantera o “bóllega” es la que soporta el eje. La precisión en el tallado y labrado de estas piedras por el cantero era esencial para el funcionamiento y vida del molino. Toda la maquinaria está fabricada de madera de roble y álamo negro, conocido como negrillo. Según se necesitase dureza o elasticidad se usaba una u otra madera.
En mitad del eje se monta la “rueda del aire o rueda catalina” (19) de 2,7 m de diámetro y 40 cm de gruesa, formada por “un entramado de tarugos y cruceros. “Esta rueda, está formada en su contorno por ocho trozos o piezas firmes a modo de pinas de las ruedas de los carros, abrazadas con lañas grandes y sólidas, de hierro, por ambas caras”.
En una de sus caras se encastran los 40 “dientes” que engranarán en la “linterna” (30). La “linterna” está colocada encima de las piedras de moler, siendo su eje común. En sus “husillos” engranan los dientes de la ”rueda catalina” transfiriendo el giro del eje del molino, multiplicándolo, a la piedra de moler (28).
La rueda catalina o del aire lleva un freno hecho con madera de fresno y una pletina de hierro que se ajusta a la parte superior (3), accionándose por medio de un sistema de polea mediante una barra de freno (4)
El eje de la linterna y de las piedras se ajusta en medio de la bancada de mampostería (35). En la base de esta bancada se sujeta con yeso la “piedra solera” (29) y encima de ella la “piedra volandera” (28), pero estas han de tener más o menos contacto entre ellas según se quiera de fina la harina, esto se consigue elevando o bajando la “piedra volandera” mediante el “alivio” (11) accionado directamente por el molinero o por medio de una cuerda desde el piso de abajo, mientras inspecciona la finura de la harina que cae a los sacos, sin tener que subir al “moledero”. Todo el conjunto de piedras está cerrado por un cajón de madera llamado “guardapolvo” (66) que encauza la harina hacia el canalón de bajada, evitando también harina en suspensión en esta parte del molino.
“Las piedras de moler son de pedernal y constan de tres o cuatro pedazos que se unen con unas abrazaderas de hierro o aros llamados cellos. Miden metro y medio de diámetro por 0,24 de grueso”. Quizá muchos se hayan preguntado alguna vez, o al ver estos planos en este artículo, cómo se subían o bajaban estas piedras tan pesadas hasta esta parte del molino. Esta operación se hacía utilizando como gran torno el mismo eje del molino, como nos lo describe precisamente el doctor Mazuecos: “Esta delicada maniobra se lleva a cabo con el aire, estando el molino a cierzo, con las lonas puestas y funcionando. Quitados los tablones que cubren las piqueras de las dos plantas del molino, se pasa una maroma por el agujero de la piedra y se anuda y se ata al eje por la otra punta. Al andar el molino se lía la maroma al eje y eleva la piedra entera y de canto”.
Una vez conocida la construcción de este ingenio manchego, que vino a suplir la falta de agua en los ríos cercanos y la falta de rendimiento de los molinos de agua, la ceremonia de su puesta en marcha, aunque parezca sencilla, es solo posible por la gran experiencia del molinero. A veces, si había gran cantidad de grano esperando ser molido, el molinero pasaba las 24 horas del día en el molino esperando que la brisa de aire comenzase a sentirse en las cresta del cerro, pues aunque parezca que necesario gran cantidad de aire para hacerlo funcionar no es así. Con una ligera brisa es suficiente para moler, e incluso si el viento arrecia hay que quitar algo de superficie de lonas, enrollándolas sobre sí, o frenar ligeramente la “rueda catalina”.
De día como de noche, en esta parte de la Mancha el “solano”, viento del este, es uno de los aires predominantes. Cuando el molinero apreciaba que el viento ya se notaba, a veces por el silbido entre las rendijas de puertas y ventanillos, subía a la parte superior del molino y abría los doce ventanillos para apreciar mejor la dirección desde donde soplaba el viento. Junto con su ayudante giraban la “caperuza” del molino amarrando la punta del palo de gobierno al “borriquillo” por medio de una cadena.
El molino, por seguridad, solía estar siempre frenado y enclavado por medio de una cadena a las vigas del molino. Estando ya el molinero en el “moledero” soltaba poco a poco el freno hasta que el molino comienza a girar, a veces era necesario que el ayudante impulsara a mano una de las aspas desde el suelo si el viento era flojo. La “piedra volandera” está algo separada de la “piedra solera” y el molinero comienza a verter grano sobre la “tolva” (33) que encauza este hasta el eje de la “volandera”, bajando con cuidado la “volandera” contra la “solera” mediante el “alivio” comenzando así la molienda. Cuando aprecia que la harina está con la finura adecuada y la velocidad de la piedra ajustada, si es muy alta quema la harina, deja al ayudante subiendo sacos y vertiéndolos en la tolva bajando él hasta la parte baja del molino para ir llenando los sacos o costales con la harina que cae por la “canaleta” poniendo su mano debajo de la harina comprobando continuamente su finura. Si observa que es necesario afinarla más o menos acciona el contrapeso del “alivio” que tiene junto a la salida del “canalón de la harina”, sin tener necesidad de subir al “moledero”. Así hasta que se acaba el grano a moler o el viento desaparece. Si cambia de dirección el viento se deja de moler, se frena la “rueda catalina” y se reorienta la “caperuza” de nuevo, para proseguir la faena. En tiempos de molienda casi nunca se desmontaban las lonas de las aspas, sino que se enrollaban sobre sí para evitar que un golpe de viento fuerte dañase el mecanismo.
Espero que con este artículo todos los que siguen este blog quijotesco, más que cervantino, se animen a venir a conocer in situ los molinos de viento de la Mancha. Y para quienes no puedan venir, su lectura les haya servido para conocerlos mejor y entender por qué no es tan difícil imaginarse un gigante cuando los mira, como le pasó a Cervantes y a su don Quijote.
Si vienen por Alcázar de San Juan no es difícil verme los domingos temprano sentado junto a la puerta del molino Rocinante. Desde este altozano se puede ver el horizonte manchego en sus 360º, tal y como lo vio hace más de cuatro siglos Miguel de Cervantes Saavedra.
Luis Miguel Román Alhambra
Publicado en Alcázar de San Juan Lugar de don Quijote https://alcazarlugardedonquijote.wordpress.com/2020/02/28/los-molinos-de-viento-del-quijote/
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La charla tendrá lugar el sábado 29 de febrero, en la casa de Hermandad (C/ Santa Ana nº 3) a las 16:30 h
La Cofradía del Santo Entierro ha programado una importante Charla Formativa para el sábado 29 de febrero. Se titula “El Credo” y su ponente D. Ambrosio León, nos explicará en qué consiste, desgranando todo su contenido.
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El ingeniero aeronáutico Antonio Martín-Carrillo y su esposa Consuelo Díez, inundan de astronomía, música y poesía el último Almuerzo de don Quijote y regalan su arte a la Sociedad Cervantina de Alcázar
Martín-Carrillo aseguró «que es más fácil llevar a la Luna un ejemplar de la edición del Quijote de la Sociedad, que enviarlo a Marte en vuelo no tripulado»
Alcázar de San Juan, 24-02-2020.- De hombre polifacético cabe catalogar a Antonio Martín-Carrillo Domínguez que el pasado sábado honró con su visita a la Sociedad Cervantina de Alcázar de San Juan. Además de ingeniero aeronáutico y ferroviario, es poeta. No sólo ha trabajado en los mayores consorcios aeronáuticos internacionales como Airbus, Sikorsky y NASA, sino que además estuvo en las pruebas de selección para astronauta junto con Pedro Duque con el que le une una buena amistad.
Precisamente los cervantinos le han propuesto la posibilidad –mediante sus contactos- de llevar a la órbita terrestre en la estación espacial o incluso a la Luna en la próxima base permanente, un ejemplar del Quijote editado por la Sociedad, el titulado “Las aventuras de don Quijote de la Mancha nunca así contadas”.
Además de sus conocimientos astronómicos y aeroespaciales por los que nos contó la dificultad extrema de llevar una nave tripulada a Marte, también nos deleitó con sus poesías publicadas y con las inéditas que está a punto de publicar en lo que pronto será su tercer libro de poesía.
Reproducimos la composición que realizó para esta ocasión y que regaló a la Sociedad con motivo de este Almuerzo de don Quijote:
CAMPOS DE ALCÁZAR DE SAN JUAN
A la Sociedad Cervantina de Alcázar de San Juan
En el corazón de España,
entre Tomelloso y Ocaña,
tierras de caza y labranza,
rutas del Quijote y Sancho Panza.
Campos de colores vivos.
Llanuras de cereal, vid y olivos.
Suave brisa en los caminos
y en las aspas de los molinos.
Hombres buenos de la Mancha,
austeros en sus acciones,
firmes en convicciones.
Como marca de su linaje,
y emblema de ese lugar,
está su nobleza.
En el corazón de España,
hombres buenos de la Mancha.
rectos,
como espadas de acero;
duros,
forjados a fuego;
honrados,
pues son manchegos.
Antonio Martín-Carrillo. Alcázar de San Juan 22 febrero 2020
Su esposa Consuelo Díez, es compositora musical y regaló a la Sociedad Cervantina un CD de su trabajo “Pasión Cautiva” una obra para orquesta sinfónica compuesta de tres movimientos e inspirada en la vida de Miguel de Cervantes que puso un magnífico ambiente musical sonando de fondo mientras Antonio leía sus poesías.
También ha compuesto “Canción desesperada” inspirada en la pastora Marcela del propio Quijote, trabajo realizado para celebrar el IV aniversario de la muerte de Miguel de Cervantes, en el ciclo “Mujeres Cervantinas”.
Tanto Consuelo Díez en su faceta musical como Antonio Martín-Carrillo -en sus diferentes especialidades- se pusieron a disposición de la Sociedad para cuantas actividades culturales se puedan organizar con ellos en el futuro, lo que los socios cervantinos agradecieron muy sinceramente.
Sociedad Cervantina de Alcázar de San Juan
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Organizada por el Santo Entierro será en la Plaza de España este domingo 23 de febrero de 12:00 a 14:00 h
Este domingo la Cofradía del Santo Entierro organizará la Carrera de la Moneda, conocida popularmente como “Carrera del Duro” en la época en la que las pesetas eran la moneda oficial en nuestro país.
Se trata de que los participantes aporten monedas de euro, sean del valor que sean, para formar filas en el suelo que se medirán al término de la carrera, para poder comprobar el recorrido de la solidaridad de los alcazareños.
Desde la Cofradía del Santo Entierro se pide la colaboración a toda persona que esté en disposición de aportar algo, por pequeña que esta sea, para poder alcanzar el mayor número de metros posible.
La Carrera de la Moneda se enmarca dentro de las actividades de la Campaña contra el Hambre de Manos Unidas, que este año lleva por lema “Quien más sufre el maltrato al planeta, no eres tú”· . También este domingo se celebrarán dentro de la misma campaña las acciones “Comparte tu tarta” y “Compra vida para regalar vida”, en la misma Plaza de España.
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El pasado sábado tuvo lugar la VII edición del Festival de Cine ‘ManzanaREC’. La Casa de la Cultura de Manzanares estuvo abarrotada de espectadores que pudieron disfrutar de los cortometrajes del pase ‘Manchego’, dedicado a los directores castellanomanchegos, y de la gala de clausura y entrega de premios.
El cortometraje alcazareño “Sancho”, del director Hugo de la Riva, se alzó con el galardón a mejor cortometraje manchego. Un premio conocido para el realizador ya que esta es la tercera ocasión que lo gana, sus dos trabajos anteriores, “Tarde de pesca” y “Campeón”, también se alzaron con la estatuilla en ediciones anteriores.
Al evento acudieron otros directores nominados de la región. Pablo Conde por “La epidemia”; Jorge García Casarrubios de “Cómo superar un suicidio”; Ismael Olivares de “La llorona”; y Julio García con “Sims Story”. Todos presentaron sus respectivos cortometrajes y resaltaron la importancia de eventos como ManzanaREC que ponen en valor el talento y trabajo del cine hecho en la región. Y es que el cine manchego sigue demostrando que no para de crecer.
Web: www.evasioncine.com
Email: evasioncine@gmail.com info@evasioncine.com
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Martín-Carrillo es Ingeniero Aeronáutico y Doctor en Ciencias Económicas y Empresariales, así como Máster en MBA (USA), y en su obra poética se vislumbran sus raíces castellano manchegas con algunas influencias cervantinas muy concretas
Alcázar de San Juan, 17-2-2020.-El sábado 22 de febrero Antonio Martín-Carrillo Domínguez estará en Alcázar de San Juan para tomar parte de una nueva edición de los “Almuerzos de don Quijote”, actividad cultural organizada por la Sociedad Cervantina de Alcázar.
Martín-Carrillo es actualmente profesor de Astronomía en la Agencia Universitaria para la Gestión del Conocimiento y es también directivo de la empresa pública ADIF.
Ha sido decano del Colegio Oficial de Ingenieros Aeronáuticos de España y vicepresidente del Consejo Europeo de Sociedades Aeroespaciales (CEAS). Especializado en nuevos materiales, ha trabajado como Ingeniero Aeroespacial en Sikorsky Aircraft de Estados Unidos y ha sido Director Adjunto del Programa del avión de combate europeo Eurofighter Typhoon y jefe de Producción de Procesos Espaciales y Composites en Airbus. En el año 1988 fue becario en la NASA.
Como escritor ha publicado gran número de colaboraciones y artículos científicos en libros y revistas. Sus obras en poesía son “A cielo abierto” (Ed. Huerga y Fierro) publicado en 2002 y “Vientos dominantes” (Ed. Alfasur) que vio la luz en 2015. En ambos se vislumbran sus raíces castellano manchegas y las influencias cervantinas.
Vendrá acompañado de su mujer Consuelo Díez que es compositora y año tras año dirige el Festival Internacional de Música de La Mancha. Consuelo tiene editadas gran número de partituras para orquesta, alguna de las cuales está basada en la vida y obras de Miguel de Cervantes. Entre sus obras cervantinas destacan “Canción Desesperada”, “Pasión Cautiva” y “La Guarda Cuidadosa”.
“Canción Desesperada” está basada en la canción de Marcela, con texto de Miguel de Cervantes en “Don Quijote de la Mancha”. Fue un encargo para celebrar el IV aniversario de la muerte de Miguel de Cervantes, en el ciclo “Mujeres Cervantinas”. Se estrenó en el Festival Internacional de Granada de 2016 y desde entonces ha obtenido un gran éxito tanto del público como de la crítica especializada.
“Pasión Cautiva” es una obra encargada para Orquesta Sinfónica, que ha sido interpretada en repetidas ocasiones. Fue estrenada en el Teatro Cervantes de Alcalá de Henares (Madrid) en el año 1997 por la Orquesta de la Comunidad de Madrid.
“La Guarda Cuidadosa” es una obra escrita en 2018, para grupo de percusión y piano a cuatro manos, dedicada al gran músico británico Charles Matthews.
Sociedad Cervantina de Alcázar de San Juan
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Hace unas semanas le enviaba a un amigo parte de la guía de caminos por la Mancha de don Quijote que estoy preparando, incluyendo el Prólogo para el viajero y la primera de las salidas de don Quijote. Es un lector del Quijote, se lo sabe de cabo a rabo, y es manchego, como yo, aunque vive desde hace muchos años en Madrid. Me llama solo dos días más tarde y me dice que acaba de ver el itinerario que propongo para seguir los pasos de don Quijote en esta salida concreta y que está asombrado, creo que fue benevolente con lo de asombrado, porque no coincide mi mapa con ningún mapa o ruta publicado hasta ahora, ni por particulares ni por organismos públicos como la JJCC de Castilla-La Mancha, y que no entendía mi propuesta, aunque después de haberlo analizado coincidiese el espacio y el tiempo con el texto del Quijote. Le pregunto que si antes había leído el Prólogo para el viajero, y su contestación fue: «nunca leo los prólogos de los libros». Le insto a que en este caso, por ser yo, lo hiciese porque es la única manera de entender mi propuesta viajera, y que además le enviaba también una parte de uno de los capítulos previos: Los mapas mentales de Cervantes en el Quijote.
Esta vez pasa casi un mes sin tener noticias suyas, lo que no me preocupó porque no comparte, o compartía, conmigo la idea de que “el Quijote es una novela de ficción por una geografía real”. Cuál fue mi sorpresa cuando me llama y me dice, me pareció incluso entusiasmado, que durante dos fines de semana ha recorrido los caminos y estado en los parajes anotados por mí y que solo le ha faltado ¡hacerlo sobre un borrico…! Creo que ahora sí comparte mi interpretación geográfica del Quijote. Es más, quiere que le adelante el resto de salidas, cosa que no puedo hacer porque no están terminadas, a veces el “hilo de hilvanar” que usa Cervantes cose paños muy distintos. Con lenguaje geográfico me dice que él también se ha hecho un “mapa mental” de esta parte de la Mancha.
Este es el subcapítulo de mi guía que ha ayudado a mi amigo entender la guía:
LOS MAPAS MENTALES DE CERVANTES EN EL QUIJOTE
Un mapa es, como definición muy aceptada por los geógrafos, una representación gráfica de la Tierra, o de una parte de ella, en un modelo reducido y a escala, que establece una correspondencia matemática, continua y biunívoca, entre los distintos puntos de la superficie terrestre y los del plano, y que en alguna ocasión hemos tenido uno entre nuestras manos. Hoy incluso los podemos llevar en dispositivos electrónicos e incluso consultarlos por internet.
Confeccionar un mapa es una tarea minuciosa que, aunque ha cambiado a lo largo del tiempo por el uso de mejores instrumentos astronómicos y topográficos, requiere amplios conocimientos geográficos y topográficos. Sin embargo, los seres humanos somos capaces de crear nuestros propios mapas mentales según distintos modelos de percepción, los cuales relacionan los procesos cognitivos (sensación, percepción, atención, memoria, pensamiento, lenguaje e inteligencia) y la conducta espacial de cada individuo, o conjunto de individuos.
La creación de mapas mentales por el individuo, tanto urbanos como rurales, es también del interés de los geógrafos, en los estudios sobre la geografía física y humana. Para los geógrafos R.M. Downs (Geographic space perception: Past approaches and future prospects, Londres, 1970) y B. Goodey (Perception of enviroment, Birmingham, 1973) las imágenes que forman los mapas mentales se elaboran a partir de la información obtenida del medio real filtrada por el sistema de valores individuales o colectivos, teniendo una influencia determinante el espacio personal, el entorno que mejor se conoce, y los desplazamientos habituales, tanto dentro de la ciudad como los de viajes de trabajo o de ocio fuera de ella. Así, las imágenes reales percibidas son filtradas por las experiencias personales creándose una imagen más sencilla, incluso distorsionada del paisaje urbano y rural. Según M. A. Zárate (Geografía Urbana. Dinámicas locales, procesos globales, Madrid, 2012) aunque cada persona percibe el espacio de forma diferente, ciertos aspectos de las imágenes pueden ser compartidas por grandes grupos a causa de semejanzas de socialización y de experiencias comunes con el entorno vivido.
El urbanista Kevin Lynch (The image of the City, 1960), determinó que para la elaboración de un mapa mental se parte de cinco elementos singulares o básicos del paisaje urbano o rural: sendas, bordes, distritos, nodos e hitos.
-Las sendas o itinerarios son las vías o caminos que sigue el observador normal u ocasionalmente cualquier observador. Para muchas personas, las sendas son los elementos principales de la imagen de un paisaje urbano o rural.
-Los bordes son elementos lineales que separan dos espacios diferenciados morfológica o socialmente. Unas veces, son límites físicos, como ríos, costas, sistemas montañosos o zonas de contacto de suelos de usos urbanos y rurales; otras, son límites percibidos, como espacios geográficos de características sociales contrastadas.
-Los distritos o barrios son espacios bien diferenciados mentalmente por el observador respecto a otros, ya que poseen rasgos peculiares que los distinguen dentro del conjunto de una región o de una ciudad.
-Los nodos son puntos de confluencia de las sendas o itinerarios, como las plazas o los cruces de caminos.
-Los hitos o mojones son componentes de paisaje fácilmente visibles, que la mayoría de los individuos utilizan como puntos de referencia y guía: la torre de una iglesia, un edifico, un monumento o un accidente de relieve.
Estos cinco elementos singulares del paisaje urbano o rural actúan como elementos de referencia para la elaboración del mapa mental de un espacio geográfico determinado por un individuo, facilitándole su organización y orientación con seguridad dentro de él, y, lo más importante, le sirve para no perderse. La intensidad con que son percibidos estos elementos singulares del paisaje varía según las características morfológicas del espacio urbano o rural y de factores personales. Un mismo espacio es percibido de distinta manera, incluso por un mismo individuo, según la edad, el propio conocimiento por el tiempo que ha pasado en él, la forma de desplazarse o el nivel cultural. Un ejemplo sencillo es la visión del mar por alguien que vive en el interior, su imagen le llama más la atención, en ciertos aspectos, que a un vecino de un lugar situado en esa misma costa.
En un mapa mental, la distancia percibida también configura la imagen del paisaje urbano o rural, organizando en el espacio los elementos singulares que lo forman. La distancia percibida por el individuo y la distancia real no siempre coinciden. Esta anomalía se explica por la cantidad y variedad de puntos de referencia, hitos percibidos, que el individuo observa en el itinerario realizado, cuántos menos hitos de referencia o de menor variedad o interés hay en el camino más es la sensación de distancia percibida. De la misma manera, según el sistema de trasporte utilizado y el tipo de la vía es posible percibir más o menos elementos singulares del paisaje. No percibe los mismos y con la misma intensidad el conductor de un vehículo que sus acompañantes.
Cervantes, para dar credibilidad o verosimilitud al conjunto de cuentos, aventuras y novelitas que forman el texto final del Quijote utiliza la relación espacio-tiempo entre ellas, facilitando así al lector la comprensión del comportamiento de los protagonistas en cada parte de la obra, que coincide con el de los individuos de su época, sus lectores. Así utiliza las ventas junto a los caminos que se llenan de vida al final de cada jornada con arrieros, viajeros, funcionarios, comerciantes, prostitutas, cuadrilleros, y algún capador de cerdos. Como los mismos caminos donde se produce el flujo de movilidad durante el día, de los mismos actores, ocasionando interesantes encuentros en ello, a veces dolorosos para nuestros protagonistas, o casi al final de una noche toledana en El Toboso se encuentran por su calle con un gañán que sale a trabajar, al cual le preguntan por el palacio de Dulcinea, nadie sino un gañán transita a esas horas tan tempranas por un pueblecito manchego. Este espacio-tiempo y los elementos singulares del paisaje del Quijote coinciden con el mapa mental que Cervantes tiene en su memoria y que describe para sus lectores.
Su edad, en el momento de escribir el Quijote, le ha aportado muchísimas imágenes a lo largo de su azarosa vida. Imágenes del paisaje que ha podido percibir en los caminos al paso de una mula, a una velocidad de una legua, unos seis kilómetros, a la hora en caminos más o menos llanos como los manchegos. De la misma manera sus lectores, que tenían el mismo sistema de valores, podían comprender el mapa mental de las aventuras de don Quijote, o aproximarse a él, que Cervantes describía en el texto. F. Pillet (Geoliteratura. paisaje literario y turismo. Madrid, 2017) argumenta que en «una novela se puede estudiar el sujeto (autor), el objeto (la obra literaria) y la sociedad a la que el autor dirigió la obra, sin olvidar un último componente, el tiempo histórico en el que está escrita… No cabe duda que cuando un novelista escribe sobre el momento que está viviendo, las descripciones son más reales y verídicas, que cuando se retrotrae en el tiempo.
Hace unos pocos años cuando programábamos un viaje consultábamos un mapa o una guía de confianza, o nos poníamos en ruta siguiendo un mapa mental que nosotros mismos teníamos creado por nuestra experiencia anterior. Hitos percibidos en el paisaje nos iban recordando tanto el espacio como el tiempo del viaje. De la misma manera, cuando el viaje o traslado era por una ciudad más o menos conocida, tener un mapa mental lo más legible posible de la realidad evitaba la sensación angustiosa de estar perdido. El medio de transporte utilizado condicionaba las referencias en el espacio percibidas, que tenían que ser más o menos visibles o reconocibles, y no las percibimos igual en coche que en bicicleta o andando. Si orientábamos a otra persona para que hiciese esa misma ruta, le describíamos nuestro mapa mental, con los caminos o carreteras a tomar, hitos percibir, cruces a tener en cuenta, bordes o límites de provincias a traspasar, etc. Cuánto mejor fuese nuestra descripción mayor facilidad de organización y orientación tendría la ruta para el nuevo viajero.
La legibilidad de nuestro mapa mental a veces se fundamentaba en elementos singulares, como un árbol solitario, un arroyo serpenteante, o un edificio típico. El problema se agranda con el paso del tiempo, porque esos elementos significativos del paisaje han cambiado o el medio de transporte utilizado no es el mismo, siendo la percepción distinta, por lo que al no reconocerlos podemos tener la sensación angustiosa de estar perdidos, siendo la morfología del territorio prácticamente la misma.
Tratar hoy de comprender el mapa del Quijote sin tener en cuenta que el texto lo escribe Cervantes para lectores de principios del siglo XVII condena la empresa al fracaso, o, lo que es peor, a tergiversar el espacio geográfico elegido por Cervantes para cada una de las aventuras del hidalgo manchego. Los mapas que pudo tener entre sus manos Cervantes pudieron ser los que Ortelius o Mercator habían ya publicado en varias ediciones, siendo ya muy populares a finales del siglo XVI. Pero estos mapas no describían los caminos, por lo que bien pudo llevar en uno de los bolsillos de su gabán de viaje una guía de caminos, como el Reportorio de Caminos de Pedro J. Villuga (1546). Tener en cuenta la cartografía y relaciones de caminos de su época es imprescindible, como la de tener a mano los primeros mapas topográficos que de España se hacen con procedimientos matemáticos desde 1875 por el Instituto Geográfico, en los que se dibujan caminos, parajes y lugares que los usos del suelo hasta entonces casi habían dejado inalterables en la morfología manchega, como comparación con los mapas topográficos actuales, MTN del Instituto Geográfico Nacional.
Así, y solo así, tratando de comprender el mapa mental que de esta parte de España tenía Cervantes podremos entender el espacio geográfico descrito en el texto. Quienes definen el paisaje manchego descrito en el Quijote por Cervantes como inexistente, desconocido, deformado, ambiguo o impreciso lo hacen desde el conocimiento geográfico y cartográfico del siglo XXI, muy lejos del que tenían los lectores del siglo XVII. Solo caminado por los caminos manchegos, aproximándose al paso de la mula de alquiler de Cervantes, es posible percibir el paisaje que Cervantes guardó en su mapa mental de la Mancha, aunque lógicamente algunos hitos, nodos, barrios, distritos y bordes se hayan transformado por el paso del tiempo y los cambiantes usos del suelo o la acción antrópica del hombre.
Como recordaba F. Pillet, sobre cómo el autor transcribe el paisaje en la novela recreándolo según su percepción personal, «no se dejará de escribirse literatura, real o ficticia, que no se apoye en un territorio». El mapa del Quijote no es lo importante en la lectura del Quijote. El Quijote es muchísimo más que una simple guía de viajes por la Mancha, pero para un lector que haya leído el Quijote quizás le atraiga estar en los mismos caminos y parajes descritos por Cervantes, y percibir la misma luz y el mismo horizonte que cautivó al regocijo de las musas.
Luis Miguel Román Alhambra
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Quizá el título de este artículo no les diga nada, pero si les digo que Giovan Battista Gornia acompañó a Cosme III de Médici en su viaje por España entre 1668 y 1669, como su médico personal, ya si es mucho más fácil ubicarlo en un espacio y en un tiempo concreto. Aunque la relación oficial del viaje no era su función, esta correspondía a Lorenzo Magalotti, el médico Gornia tomó sus notas en un diario personal de viaje que tituló Viaggio fatto dal Serenissimo Principe Cosimo Terzo di Toscana per la Spagna, Inghilterra, Francia et altri luochi negli anni 1668 e 1669. Giovan Battista Gornia nace en el año 1633 en la provincia de Bolonia. Estudia retórica y poesía, así como filosofía y medicina. Gornia llega a ser catedrático de medicina de la Universidad de Pisa y buen escritor. Su diario es eso, su diario, y aunque coincide en general con la relación oficial de Magalotti presenta una gran singularidad en sus apreciaciones. Como médico, hace que preste especial atención a los asuntos de la profesión manteniendo entrevistas con médicos y profesores, de los cuales recibe tantos libros que tiene que enviarlos a Italia desde Lisboa. Como escritor se interesa en los usos y costumbres de los españoles, desde la forma de vestir de las mujeres a su papel en la sociedad, desde la transcripción de milagros y tradiciones legendarias a la costumbre de danzar y bailar delante del altar.
El Quijote se traduce al italiano por Lorenzo Franciosini, imprimiéndose en Venecia en 1622, por lo que Gornia ya había leído el Quijote en su propia lengua cuando realizaba este viaje por España, siendo posiblemente uno de los libros que llevaba en su maleta de viaje al conocer que desde Toledo el séquito de Cosme III atravesaría la Mancha, la ya famosa tierra del hidalgo manchego, antes de entrar en tierras andaluzas. Tanto la relación oficial del viaje que hace Magalotti de las tierras manchegas como las apreciaciones personales que hace Gornia en su diario, siguiendo ambos fielmente a Cosme III será el grueso de este artículo, completado con los dibujos que ilustran el viaje, obras de Pier María Baldi.
Pero antes de adentrarnos en tierras manchegas, es conveniente conocer muy por encima quien era Cosme III y la razón de su viaje. En esos momentos era el príncipe heredero de una poderosa e influyente familia de Florencia y de Europa, los Médici. De ella salieron tres Papas, León X, Clemente VII y León XI, y dos reinas de Francia, Catalina de Médici y María de Médici. A los Médici se les reconoce también por ser mecenas de los artistas y científicos más importantes de su época, como Donatello, Fray Angélico, Brunelleschi, Leonardo da Vinci y Miguel Angel. Cosme III de Médici nació en Florencia el 14 de agosto de 1642. Hijo de Fernando II de Médici y de Victoria della Rovere era de carácter muy religioso. Influido desde niño por su madre, rechazó los pasatiempos lúdicos de sus coetáneos dedicándose a las prácticas devocionales, peregrinajes y cantos religiosos, en contra del deseo de su padre, una persona muy interesada en la ciencia y la literatura.
Casado, a regañadientes, con Margarita Luisa de Orleans, prima del rey Luis XIV de Francia, joven educada de una manera muy diferente al príncipe, las discusiones y peleas entre ambos se alternaban con reconciliaciones. Por su condición de príncipe heredero del Gran Ducado de Toscana, y como pretexto para alejarse un tiempo relativamente largo de su esposa, organizó su segundo gran viaje por Europa y así conocer de cerca las principales cortes europeas. España, Portugal, Inglaterra y Francia fue la ruta marcada. Un viaje de aproximadamente un año de duración.
Cosme III y su séquito parte de Florencia el 18 de septiembre de 1668, hasta el puerto de Livorno, donde se embarcan rumbo a España costeando Francia. Llegan al puerto de Cadaqués, y desde aquí a los de Rosas y Palamós, antes de llegar a Barcelona. Desde Barcelona, la comitiva llega a Zaragoza y a continuación a Madrid. Desde Madrid se dirige a El Escorial, emblema de la monarquía española, y una vez abandonado Madrid, se dirige a Aranjuez y a Toledo. El itinerario desde Toledo seguirá hacia el sur, hasta las principales ciudades de Andalucía: Córdoba, Granada y Sevilla.
Si Magalotti hace la relación oficial del viaje, en el séquito viaja un pintor, Pier María Baldi, que tendrá la función de dibujar el lugar donde duerme el príncipe, e incluso donde para para comer y descansar. El príncipe no siempre duerme en una ciudad o pueblo con cierta entidad, a veces, por la excesiva distancia entre lugares para salvarla en una jornada, lo tiene que hacer en alguna venta junto al camino, cuidada especialmente para el momento, aunque si no salen bien parados algunos lugares, de la pluma de Magalotti, por su suciedad y mal acondicionamiento, las humildes ventas menos aún. Sin embargo la imagen del paisaje captada por Baldi nos deja su percepción casi fotográfica del paisaje y de ese lugar, sin interpretaciones artísticas, con una gran precisión y objetividad. Sin duda Baldi dibuja la mejor imagen que se tiene de España del siglo XVII.
De Toledo sale el príncipe con su séquito el 29 de noviembre de 1668 con intención de llegar a dormir a Mora: “El día 29 a las 8,30 Su Alteza descendió a pie para oír misa en una iglesia de los carmelitas y, después del desayuno, partió hacia las diez, dirigiéndose directamente hacia Mora para reposar allí. […] Pasamos por Nambroca y Mascaraque, […] y dejamos a mano izquierda, a distancia de una buena milla del camino, Almonacid […]”
De Mora, Magalotti, deja una de las descripciones más benévolas sobre la limpieza que hay en los pueblos de España:
“Mora es un pueblo de alrededor de trescientas casas, aunque los del lugar afirman que son quinientas, y es uno de los pueblos más bellos y limpios de toda España, sea porque la limpieza está arraigada en la gente, sea porque nos cupo a nosotros llegar en el momento preciso en que todos los vecinos enjalbegaban sus casas por fuera y por dentro, lo que acostumbran a hacer tres veces al año, cuando llega el buen tiempo; y esto porque las lluvias, al ser las calles tan anchas, se llevan el blanco de la cal, dejando las paredes manchadas y negras. […]. A media milla de distancia de Mora, en la cima de una colina se eleva un castillo antiguo, donde Su Alteza subió antes de la puesta del sol, mientras que nosotros salimos a pasear, viendo cómo los jóvenes mozos hacían ejercicios lanzando una barra de hierro, cosa que ejecutaban con bastante destreza. Aquella tarde Su Alteza no salió de casa.”
Al día siguiente, después de oír misa, el séquito continúa su camino. El objetivo es llegar al final del día a Consuegra.
“El día 30 fue a misa en la parroquia de Mora que es una iglesia gótica, si bien grande y de buena fábrica. Y de vuelta a casa desayunó, partiendo luego para Consuegra. […] Aquí la llanura se va estrechando insensiblemente hasta convertirse en una garganta de gran estrechez, que atraviesa las dos paredes de la montaña, y en medio de una selva de piedras y árboles se halla una iglesia, denominada de Santa María de Finibusterre y con un ermitaño como guardián. Es aquí donde comienza el país de la Mancha, y la susodicha iglesia pertenece al Gran Priorato de Castilla, a cuya cabeza está actualmente don Juan [José] de Austria. […]”
Para el diplomático Magalotti, entre Mora y Consuegra “comienza el país de la Mancha”. Sin embargo, en este mismo punto del camino el médico Gornia nos deja un detalle en su diario que solo un lector del Quijote, y amante de la obra de Cervantes, es capaz de hacer: “… aquí en el castillo de Mora comienza la provincia de la Mancha, famosa por Don Quijote y sus heroicas empresas …”. El príncipe Cosme de Médici, y todo su séquito, acaba de pisar la Mancha de don Quijote, en medio de una jornada invernal que empezó temprano en Mora y que acabará en el castillo de Consuegra.
Continúa Magalotti con la descripción de Consuegra:
“Consuegra es un pueblo pobre situado al pie de una pequeña montaña, encima de la cual se alza un castillo a la antigua, con muros y torres con almenas, más aptas para servir de habitación que para defensa. En Consuegra, por ello, está la residencia del Gran Prior de Castilla; por ninguna otra razón más que por el aire libre, el señor don Juan se retiró allí después de la licencia, la cual le fue concedida por el rey Felipe IV, para retirarse como Comandante general de los ejércitos, y esquivar la malicia de la corte, o debido al impulso de su desesperación y melancolía, después de la derrota que recibió en Portugal. El Priorato tiene trece pueblos, el principal es el de Alcázar de San Juan, donde se encuentra el Contador, o administrador de impuestos internos, que es la primera oficina de este gobierno […] Los ingresos del Priorato consisten en diezmos, y algunos otros derechos, que pagan los habitantes de estos trece lugares, teniendo el Priorato derecho de soberanía por lo que no hay apelación a las sentencias de estos ministros en ningún otro tribunal […] A lo largo de La Mancha se recoge el mejor trigo de España, tanto que, por orden del Rey, sólo se hace pan con trigo de esta zona; si bien es cierto que el pan hecho allí es el peor de todo el reino, por el agua cruda e insalubre por las grandes cantidades de salitre que hay en la tierra. Allí los pastos producen una hierba muy sabrosa y hacen de su carne un manjar excelente y delicado, principalmente la de los castrados, que no hay muchos. Sin embargo nacen en toda La Mancha dos vetas de agua, una noble y una dulce. Una es tan pobre que la mayoría de las veces se reduce a un hilo, y ésta nace bajo el castillo de Consuegra, por eso se llama del Castillo. La otra está a seis o siete leguas y es la llamada de Los Terrales, que es abundante y continua. […]”
“Antes del amanecer del día 1 de diciembre, Su Alteza estaba en iglesia principal de Consuegra en misa y al acabar montó en su carruaje para continuar su viaje seguido durante media legua por Guelfi. El camino durante las siguientes cinco leguas fue por una llanura en la que se veían algunas pocas casas y sólo muy a lo lejos se observaba alguna ciudad más grande cerca de las montañas.[…]”
La intención del séquito florentino era llegar a la villa de Membrilla. El almuerzo les coincide en Villarta de San Juan. Dice la relación del viaje que el almuerzo lo hacen de “pie”, por lo que podemos entender que ni siquiera entran en el pueblo ni saludan a su alcalde, al menos no consta en ella. Todavía quedaban “otras cinco leguas” de camino, unas cinco horas de viaje y los días de invierno son muy cortos, tanto que llegan de noche a Membrilla. Durante el frugal almuerzo del príncipe el pintor Baldi aprovechó para dibujar Villarta desde el lado derecho del camino de Puerto Lápice, junto al cauce del río Gigüela:
“En Villarta se refrescó de pie, y se puso en rumbo por otras cinco leguas a Membrilla, pueblo del rey donde se llegó dos horas después de la puesta de sol. Fuera de Villarta comienza la zona de Calatrava, al que pertenecen la Venta Pesada donde hay un pozo de veinticuatro varas de profundidad, que saca el agua del subsuelo del Guadiana, y el pobre pueblo de Manzanares, que es del rey. Aquí encontramos un recinto cuadrangular de paredes almenadas con tres torres similares en todos los ángulos, por lo que puede decirse que es apto para la defensa. Fuera del campo de Manzanares comienza inmediatamente Montiel que pertenece a Membrilla, también del Rey. Calatrava es toda una llanura yerma, y sin otra frontera que el horizonte.”
“Membrilla trae su nombre de la abundancia, en otros tiempos mucho más que ahora, de membrillo. Las viñas que tienen poco vigor producen pocas y claras uvas, por lo que el pueblo, en general, no tiene una producción abundante de vino. Aquellos pocos, sin embargo, que lo producen, lo hacen en abundancia, y desde un año y medio, lo han perfeccionado y tiene una duración de un máximo de cuatro años. Su Alteza oyó misa el día 2 en la iglesia parroquial de Santiago, oficiada por un vicario de la Orden de Santiago con dependencia del Consejo de Órdenes con otros veinticuatro sacerdotes subordinados con títulos de capellanes. La iglesia es grande y la arquitectura gótica. De allí volvió a la posada a desayunar y de nuevo se puso en camino”.
Poco disfrutó el príncipe de su estancia en Membrilla. Dormiría y, después de oír misa y desayunar, de nuevo al carruaje o las parihuelas de viaje, sigue por caminos manchegos para llegar a Villanueva de los Infantes, una villa mucho más acogedora para su séquito. Al menos a Magalotti, esta parte de la Mancha, se le quedó gratamente impresa en la retina:
“Llegó a Villanueva de los Infantes tras un recorrido de siete leguas. El campo que se vio este día es de los más bonitos que se han visto hasta ahora, que se extiende por uno y otro lado por un largo trayecto hasta algunas montañas a lo lejos. En Villanueva de los Infantes destaca el cultivo de la uva para el vino y el trigo y en algún lugar se pueden ver bellos olivos como los nuestros […]”
“Villanueva de los Infantes es un lugarcito de los infantes de Lara, de los cuales viene el duque de Hajara de la casa Manríquez; está bien situado y lleno de buenas construcciones, que merece, si no el nombre de ciudad, por lo menos algo más por encima del de pueblo. La principal iglesia de San Andrés, la de los dominicos y las hermanas de Santa Clara, la calle Mayor, la calle de San Francisco, que ambas van a dar a la plaza, y la propia plaza que se construye, como el exterior de la iglesia, de piedra viva con una arquitectura de soportales que sostienen en torno a ellas toda construcción uniforme, son piezas que podrían darse en una ciudad italiana. […] Villanueva de los Infantes está, sin embargo, en el Campo de Montiel, y es uno de los lugares más importantes de la región, como el mismo Montiel, del que toma su nombre y que no llega a ser la mitad de ella. […] Su Alteza se alojó en el convento de los dominicos. Después de la misa fue a reverenciar a Su Alteza, el Alcalde Mayor; después se adelantó el desayuno como lo había hecho el día anterior, y mientras se cargaba todo, fue Su Alteza a ver la Iglesia Mayor, la plaza, la calle Mayor, y la Iglesia de Santa Clara. Luego entró en el carruaje alrededor de las 9, e iniciaron el camino rápidamente, para llegar a la Venta Nueva a siete leguas de allí; en cuanto se sale de Villanueva de los Infantes, el terreno empieza a ser desigual, y aunque cementado en partes sigue habiendo muchas zonas por encima y por abajo salvajes.”
“Y así continúa por tres leguas hasta Villamanrique, que es el último pueblo del Campo de Montiel, de La Mancha y de Castilla, donde hay una muralla baja de tierra; nada más pasarla se empieza a subir hacia Sierra Morena, que parece más una cadena de grandes colinas que de montes, los cuales se despoblan y se separan en varias líneas en una área de terreno bastante amplia. Al subir en dirección a la Venta Nueva se ve a lo lejos y a la izquierda Sierra Nevada, cuyas altísimas montañas dividen Andalucía desde Granada hasta la costa, para llegar a un lugar llamado Tomotrel. […]”
“La Venta Nueva es una casa pobre que se mandó construir recientemente por el duque de Medina para que pudieran descansar los viajeros, y se compone de dos míseras habitaciones en la primera planta, una en la planta baja, un henil, y un cuarto con chimenea donde se cocina, situado delante de un establo muy grande donde se pasó la noche junto a las bestias. El mismo día 4 oyó misa en esta casa, y cuando terminó se montó a caballo una hora después del amanecer, y entró en el bosque, al lado de la carretera principal, con perros y cazadores y fue a cazar codornices, dos de las cuales eran bien hermosas. Cuando hubo recorrido la mitad de ese camino entró en el camino principal, desmontó y se subió a la calesa y avanzó durante cinco leguas hasta la Venta de San Andrés, donde llegó una hora y media antes de que se pusiera el sol, situada casi en la frontera que divide La Mancha, y por tanto Castilla, de Andalucía.”
Desde aquí el príncipe continúa viaje hasta la Venta de los Arquillos, donde “se refresca”, y desde allí se dirige a Linares.
En la maleta del médico Giovan Battista Gornia su Quijote ha recorrido parte de la Mancha y del Campo de Montiel cervantino. Magalotti y Gornia son precisos geográficamente cuando entre Mora y Consuegra advierten en sus manuscritos que desde aquí comienza la Mancha: “Es aquí donde comienza el país de la Mancha, y la susodicha iglesia pertenece al Gran Priorato de Castilla, a cuya cabeza está actualmente don Juan [José] de Austria” (Magalotti), “… aquí en el castillo de Mora comienza provincia de la Mancha, famosa por Don Quijote y sus heroicas empresas. (Gornia)”
Y desde aquí, el séquito de Cosme III no dejan de estar en la Mancha hasta llegar a Sierra Morena, al sur del término municipal de Villamanrique. Entran en el manchego Campo de Montiel por Membrilla, “Fuera del campo de Manzanares comienza inmediatamente Montiel al que pertenece Membrilla…”, para continuar hasta Villanueva de los Infantes y dejar el Campo de Montiel y la Mancha por Villamanrique “… que es el último pueblo del Campo de Montiel, de La Mancha y de Castilla…”, para entrar en Andalucía.
La Mancha, el espacio natural de esta parte de Castilla descrita por Cervantes para enmarcar las aventuras de don Quijote, es percibida de la misma manera, sesenta años después, por Magalotti y Gornia. Y dentro de ella, en tierras gobernadas por la Orden de Santiago, el mismo Campo de Montiel nombrado por Cervantes. Dos de los bordes de la Mancha natural han quedado bien definidos en la relación oficial del viaje, el Campo de San Juan por el oeste, junto a Toledo, y el Campo de Montiel por el sur, limítrofe con Sierra Morena. De igual manera, los límites entre las órdenes militares de San Juan, Calatrava y Santiago, entre los lugares de Villarta (San Juan), Manzanares (Calatrava) y Membrilla (Santiago).
Esta es la Mancha de don Quijote, inmensa, imprecisa en sus bordes, de conveniencia a veces, y no otro espacio geográfico con el que intentan diversos autores actuales deformarla e incluso poniéndola en duda como espacio real descrito por Cervantes. Unos deciden que solo el mancomunado Común de la Mancha es ese espacio cervantino y otros quieren percibir la imagen de la Mancha como si Cervantes fuese un escritor actual escribiendo para los lectores del siglo XXI. Cervantes escribió el Quijote para sus lectores coetáneos, los de principios del siglo XVII que lo comprarían y con cuyos beneficios comería y pagaría las rentas de su casa en Madrid, y que percibían el paisaje de la misma manera que él a horcajadas sobre una mula de alquiler por estos mismos caminos, como unos pocos años después también hicieron Magalotti, Gornia y Baldi.
Baldi, con sus excelentes dibujos a la acuarela nos deja imágenes de un paisaje muy legible actualmente. Los elementos que forman la morfología del espacio físico, el plano, los edificios y los usos del suelo, casi no han cambiado en esta parte de la Mancha. Solo los bordes urbanos, con nuevas construcciones y usos del suelo, han ensanchado la imagen de sus pueblos y ciudades, manteniéndose algunos edificios singulares tal y como los vio Baldi, como las iglesias, ermitas, conventos y castillos.
En la Mancha, uno de los elementos paisajísticos que hoy la definen, desde que don Quijote entrara en batalla con uno de ellos, son los molinos de viento. Baldi solo dibuja uno de ellos en su paso por la Mancha, fiel a la figura de estos artefactos en estas latitudes, en Membrilla.
Sin embargo, en el perfil del paisaje de Consuegra dibujado por Baldi no vemos dibujados los imponentes molinos de su Cerro Calderico, a los lados del castillo, tal y como hoy los vemos.
Baldi no los dibuja sencillamente porque no existían en este cerro, ni en esta parte de la Mancha dominada por la Orden de San Juan. Su Prior no autorizó su instalación a los lugares que los demandaban hasta finales del siglo XVI y principios del XVII. De esta manera, ante la necesidad de sus vecinos de moler trigo para hacer la preciada y necesaria harina, los obligaba a desplazarse a los molinos de agua que tenía instalados en Ruidera y de los que era su propietario y principal beneficiario. Muy pocos años después de pasar por Consuegra el séquito de Cosme III se iniciaron su construcción, aunque no en un número tan elevado como podemos ver en la actualidad, al que se llega en el siglo XIX, poco antes de que los molinos eléctricos los dejara casi al borde del derribo. Si hoy los vemos en toda la Mancha es gracias a la novela inmortal del Quijote que arremete contra las ideas funcionalistas de mitad del siglo XX, anticipándose al artículo 46 de nuestra Constitución: “Los poderes públicos garantizarán la conservación y promoverán el enriquecimiento del patrimonio histórico, cultural y artístico de los pueblos de España y de los bienes que lo integran, cualquiera que sea su régimen jurídico y su titularidad”. Si en 1605 don Quijote lucha contra uno de ellos, hoy es su gran defensor.
Este artículo contiene citas tomadas del libro Lorenzo Magalotti. Viaje de Cosme III de Médici por España y Portugal, de David Fermosel y José María Sánchez, editado en Madrid en el 2018, en el que está traducida por primera vez del italiano la relación oficial realizada por Magalotti, con notas de otros manuscritos como del diario personal del médico Gornia. Como el libro de Fermosel y Sánchez no incluye imágenes de Baldi de esta parte del viaje por la Mancha, estas que acompaño están tomadas de la obra Viaje de Cosme de Médicis por España y Portugal, editada en Madrid en 1933 por Ángel Sánchez Rivero y Mariutti de Sánchez Rivero, conservada en la Biblioteca Nacional de Portugal.
Luis Miguel Román Alhambra
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Así lo demuestra un estudio reciente, realizado por Félix Patiño Galán de la Sociedad Cervantina de Alcázar, en varios Institutos de Enseñanza Secundaria de la comarca del Quijote
Alcázar de San Juan, 10-02-2020.- Félix Patiño Galán profesor jubilado con gran experiencia en la docencia y miembro de la Sociedad Cervantina de Alcázar, ha llevado a cabo (entre los meses de noviembre y enero de este curso 2019-2020) un amplio estudio entre los estudiantes de segundo de Bachillerato de los institutos de la comarca con el objetivo de determinar su conocimiento sobre el Quijote. Los institutos donde se ha realizado el estudio son Hermógenes Ruiz de Herencia, Miguel de Cervantes Saavedra de Alcázar de San Juan e Isabel Perillán y Quirós de Campo de Criptana.
Hay que recordar que estos alumnos terminan en este curso su educación obligatoria y están a punto de entrar a la Universidad, a un ciclo formativo superior o de incorporarse a la vida laboral; en cualquier caso se encuentran casi al final del tiempo destinado a haber adquirido las competencias básicas requeridas a un ciudadano medio que le deben servir para desempeñarse en el competitivo y feroz mundo laboral actual.
Los estudiantes debían contestar dos encuestas por escrito, una primera llamada modalidad A compuesta de 30 preguntas abiertas con una única respuesta, de dificultad creciente aunque de nivel básico, que cualquier lector del Quijote debería contestar con relativa facilidad, y también una segunda encuesta, la modalidad B compuesta de 11 preguntas en las que se ofrecían cuatro respuestas entre las que había que elegir la correcta, también de un nivel asequible a su nivel de formación.
Las hojas de encuesta se repartieron a los alumnos de manera alternada, debiendo estos cumplimentarla sin ayuda alguna, sin hablar con compañeros ni profesor, durante 12 minutos, en clase de Lengua y Literatura. Los encargados de aplicarla han sido los profesores respectivos de esta materia.
Los resultados, no por esperados, dejan de ser desoladores. Muestran que nuestros estudiantes han asimilado detalles captados en su aula repleta de contenidos, que han dejado un rinconcito de honor a Cervantes, pero sólo un rinconcito. También el entorno ha influido un poquito con los nombres de calles y plazas, hoteles, bares o comercios. Pero hemos de admitir que gran parte de ellos ha pasado por delante de muchas referencias quijotescas y no se ha enterado y sobre todo, ha pasado por delante de la obra cumbre de Cervantes sin que haya dejado poso de su lectura en sus almas.
Esto es totalmente palpable en la pregunta «Qué es el Quijote como libro de lectura», a la que un porcentaje ínfimo de estudiantes responde la opción correcta: un libro que pretende orientarnos sobre el modo de comportarnos éticamente en nuestro paso por la vida.
Es notable remarcar que la ubicación geográfica de cada Instituto influye favorablemente en determinadas respuestas, valga como ejemplo que los de Alcázar tienen muy amplio conocimiento sobre las Bodas de Camacho (quizás por la programación cultural y gastronómica de la ciudad, lo que demuestra que todo influye en el conocimiento y difusión de las obras literarias), y que los de Campo de Criptana responden más acertadamente al número de molinos que se citan en el capítulo en que tiene lugar la batalla contra estos ingenios mecánicos.
Merece la pena remarcar algunos aspectos negativos de la encuesta como es el hecho de no conocer lo que es un batán, como tampoco que es un mono el animal adivino que llevaba maese Pedro y lo que todavía es más clamoroso y llama la atención es el desconocimiento profundo del personaje de la pastora Marcela, a pesar de haberla convertido Cervantes en un referente de mujer culta e independiente, poniéndola a la misma altura que el hombre, arquetipo que hoy más que nunca está vigente y al que el escritor se adelantó más de cuatrocientos años.
Podemos concluir a la vista del estudio que los jóvenes de la comarca de la Mancha han dejado de tener el Quijote como su referente cultural y que hacen cierto aquel aserto de que casi todo el mundo conoce el Quijote pero casi nadie lo ha leído.
Por lo tanto tenemos por delante mucho trabajo que hacer si queremos acercar a nuestros jóvenes el conocimiento de la obra y el estudio propone hacerlo aproximando la obra de Cervantes a todos los niveles escolares, pensando en sus edades diferentes lo que supone un gran esfuerzo de adecuación de vocabulario y medios y de selección de textos (versiones adaptadas). También sería bueno hacer una aproximación sobre personajes, cuentos y textos de todo tipo, seleccionando lo más atractivo de estos para darles un formato adaptado a los escolares. Otra posible acción sería la propuesta de actividades variadas para cada edad con el objetivo del conocimiento básico y de animar a la lectura posterior, con la madurez necesaria. Y sobre todo dar forma a estas actividades mediante juegos, concursos y premios.
Desde esta Sociedad Cervantina, en línea con estas actividades, hago una primera propuesta: (http://cervantesalcazar.com/web/pdf/QUIJOTE_SC_Alcazar.pdf) nuestra web ofrece gratuitamente un Quijote adaptado, una entretenida colección de Refranes cervantinos y una serie de pequeñas píldoras sobre episodios del Quijote (las Quisicosas). Es verdad que para leer el Quijote hay que proponérselo firmemente, y eso también vale para las casi 1000 páginas de nuestro texto adaptado; pero su formato, ilustraciones, letra muy legible, con sutiles retoques en el vocabulario y sintaxis, sin notas al pie, sin perder nada de lo fundamental, es mucho más atractivo, más digestivo que un Quijote convencional, y puede ser una útil herramienta en manos del profesor de enseñanza secundaria en Castilla-La Mancha.
En definitiva, ganar presencia en todos los medios para situar al Quijote como referente cultural.
Puede consultar el estudio completo en: www.cervantesalcazar.com
Junta Directiva. Sociedad Cervantina de Alcázar de San Juan
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