Archivo diario: 20 julio, 2022

Los rayos de sol a soslayo

Hace unos días, a primeros de este acalorado mes de julio manchego, un buen amigo mío recorrió en bicicleta el Camino de los Siete Molinos, que une Alcázar de San Juan con Campo de Criptana, siguiendo la ruta que yo le había marcado de la «segunda salida de nuestro buen caballero don Quijote de la Mancha». Desde los molinos de la Sierra de Campo de Criptana me llama por teléfono y esta es nuestra conversación:

-Luis Miguel, estás equivocado. No es posible que Cervantes pensase en este camino para ir del lugar de don Quijote a los molinos de Campo de Criptana,  porque todo el tiempo el sol me ha dado de frente, no de lado como lo describe.

̶ ¿A qué hora has salido de Alcázar? –le pregunto.

-A las 9.

̶ ¡Vaya madrugón que te has dado valiente!, ̶ le contesto con cierta ironía o retranca manchega ̶ Te espero en casa, te invito a una cerveza bien fría y te explico el «a soslayo» del Quijote.

No le ha pasado esto solamente a mi amigo. Si no se tienen en cuenta ciertos aspectos geográficos, físicos y humanos, en cierta medida es muy fácil ver aquí una incoherencia en mi interpretación geográfica del texto cervantino.

El inicio de la segunda salida de don Quijote, ya con Sancho, sucede en mitad de una noche de agosto para evitar ser vistos por familiares o vecinos, que seguro habrían tratado de impedir su marcha: 

Todo lo cual hecho y cumplido, sin despedirse Panza de sus hijos y mujer, ni don Quijote de su ama y sobrina, una noche se salieron del lugar sin que persona los viese, en la cual caminaron tanto, que al amanecer se tuvieron por seguros de que no los hallarían aunque los buscasen.

Iba Sancho Panza sobre su jumento como un patriarca, con sus alforjas y su bota, y con mucho deseo de verse ya gobernador de la ínsula que su amo le había prometido. Acertó don Quijote a tomar la misma derrota y camino que el que él había tomado en su primer viaje, que fue por el campo de Montiel, por el cual caminaba con menos pesadumbre que la vez pasada, porque, por ser la hora de la mañana y herirles a soslayo, los rayos del sol no les fatigaban. (Q1, 7)

«La vez pasada», la primera salida de don Quijote a la que se refiere el narrador, se inicia también de noche:

Y así, sin dar parte a persona alguna de su intención y sin que nadie le viese, una mañana, antes del día, que era uno de los calurosos del mes de Julio, se armó de todas sus armas, subió sobre Rocinante, puesta su mal compuesta celada, embrazó su adarga, tomó su lanza y por la puerta falsa de un corral salió al campo con grandísimo contento y alborozo de ver con cuánta facilidad había dado principio a su buen deseo… (Q1, 2)

Pasadas unas horas de camino, el texto nos revela ―lo que ya sabemos los manchegos― el mucho calor que hace en el  mes de julio en esta parte de la Mancha:

Con estos iba ensartando otros disparates, todos al modo de los que sus libros le habían enseñado, imitando en cuanto podía su lenguaje. Con esto caminaba tan despacio, y el sol entraba tan apriesa y con tanto ardor, que fuera bastante a derretirle los sesos, si algunos tuviera. (Q1, 2)

Volvamos de nuevo a la segunda salida: «… por ser la hora de la mañana y herirles a soslayo, los rayos del sol no les fatigaban» El sentido de esta frase es sencilla. «La hora de la mañana» es el momento antes de amanecer, cuando los primeros rayos del sol apuntan en el horizonte.

-No había escuchado nunca «la hora de la mañana» y que tuviese ese significado  ̶ me apunta mi amigo.

-No se usa hoy, pero en tiempo de Cervantes era muy común su uso para referirse a la primera luz del día. Por tanto, está a punto de amanecer y los rayos del sol están muy bajos, a soslayo. Aunque es verano no calientan y tampoco molestan, como en un día de invierno.

–Pero a soslayo es dar justo de lado –se reafirma mi amigo.

–Tienes que tener en cuenta que el Quijote que está escrito a principios del siglo XVII para lectores del siglo XVII, y hay palabras que han cambiado su uso y en parte su significado, y otras hoy no se usan. Es lo que ocurre con soslayo. Hoy utilizamos soslayo como oblicuamente o de lado, también como ponerse de costado para entrar por alguna estrechura, o para pasar de largo de una dificultad.

–¿Y Cervantes no la usa en este sentido, que los rayos del amanecer le daban de lado? – me pregunta.

–No. Quiere reafirmar, como cualquier lector de su época sabía, que al amanecer los rayos del sol están tan bajos, con respecto al plano del campo por el que caminaban, que no les molestan aunque es verano, les diesen los rayos del sol a nuestros protagonistas por donde les diesen.

Su cara lo dice todo. No veo del todo convencido a mi amigo. Busco mis notas sobre el uso que Cervantes hace en todas sus obras de la palabra soslayo. Es solo en seis ocasiones según el  Corpus diacrónico del español de la RAE. Aunque la hora de la comida se acerca le sugiero leerlas con atención, ¡terminar la cuña de queso manchego de Madridejos que empecé y otra cerveza más tienen la culpa!

Estas son las seis ocasiones que podemos leer la palabra soslayo en las obras de Cervantes:

Al túmulo del rey que se hizo en Sevilla (1598):

¡Por Jesucristo vivo, cada pieza

vale más que un millón, y que es mancilla

que esto no dure un siglo, ¡oh gran Sevilla,

Roma triunfante en ánimo y riqueza!

¡Apostaré que la ánima del muerto,

por gozar este sitio, hoy ha dejado

el cielo, de que goza eternamente!

Esto oyó un valentón y dijo: «¡Es cierto

lo que dice voacé, señor soldado,

y quien dijere lo contrario miente!»

Y luego encontinente

caló el chapeo, requirió la espada,

miró al soslayo, fuese, y no hubo nada.

El Quijote (1605):

Iba Sancho Panza sobre su jumento como un patriarca, con sus alforjas y su bota, y con mucho deseo de verse ya gobernador de la ínsula que su amo le había prometido. Acertó don Quijote a tomar la misma derrota y camino que el que él había tomado en su primer viaje, que fue por el campo de Montiel, por el cual caminaba con menos pesadumbre que la vez pasada, porque, por ser la hora de la mañana y herirles a soslayo, los rayos del sol no les fatigaban.

La gitanilla (1613):

Somos astrólogos rústicos, porque, como casi siempre dormimos al cielo descubierto, a todas horas sabemos las que son del día y las que son de la noche; vemos cómo arrincona y barre la aurora las estrellas del cielo, y cómo ella sale con su compañera el alba, alegrando el aire, enfriando el agua y humedeciendo la tierra; y luego, tras ellas, el sol, dorando cumbres (como dijo el otro poeta) y rizando montes: ni tememos quedar helados por su ausencia cuando nos hiere a soslayo con sus rayos, ni quedar abrasados cuando con ellos particularmente nos toca; un mismo rostro hacemos al sol que al yelo, a la esterilidad que a la abundancia.

El Persiles (1616):

Todos los circunstantes estaban atentos mirando el estraño y gozoso recibimiento. Sólo en el corazón de Pirro andaba la melancolía, atenaceándole con tenazas más ardiendo que si fueran de fuego; y llegó a tanto estremo el dolor que sintió de ver engrandecido y honrado a Periandro que, sin mirar lo que hacía, o quizá mirándolo muy bien, metió mano a su espada, y por entre los brazos de Seráfido se la metió a Periandro por el hombro derecho, con tal furia y fuerza que le salió la punta por el izquierdo, atravesándole, poco menos que al soslayo, de parte a parte.

Viaje al Parnaso (1614):

Al volver de una esquina sentí un brazo
que el cuello me ceñía, miré cúyo,
y más que gusto me causó embarazo,
por ser uno de aquellos (no rehúyo
decirlo) que al contrario se pasaron,
llevados del cobarde intento suyo;
otros dos al 
soslayo se llegaron,
y con la risa falsa del conejo
y con muchas zalemas me hablaron.

Comedia famosa de los baños de Argel (1615):

D. Fernando: Este día
lágrimas no las permite.

Canten lo que quisieren.

Vivanco: La música ha sido hereje;
si el coloquio así sucede,
antes que la rueda ruede,
se rompa el timón y el eje.

En acabando la música, dice el sacristán (Todo cuanto dice agora el sacristán, lo diga mirando al soslayo a Cauralí):

Sacristán: ¿Qué es esto? ¿Qué tierra es ésta?
¿Qué siento? ¿Qué es lo que veo?

En cuatro de las obras Cervantes utiliza la palabra soslayo como de lado o  de costado, oblicuamente:

– Al túmulo del rey que se hizo en Sevilla (1598): «…requirió la espada, miró al soslayo, fuese, y no hubo nada»

– El Persiles (1616): «… metió mano a su espada, y por entre los brazos de Seráfido se la metió a Periandro por el hombro derecho, con tal furia y fuerza que le salió la punta por el izquierdo, atravesándole, poco menos que al soslayo, de parte a parte.»

-Viaje del Parnaso (1614):

«otros dos al soslayo se llegaron,
y con la risa falsa del conejo
y con muchas zalemas me hablaron»

– Comedia famosa de los baños de Argel (1615):

«En acabando la música, dice el sacristán (Todo cuanto dice agora el sacristán, lo diga mirando al soslayo a Cauralí):

En las otras dos ocasiones es un sentido muy diferente. Utiliza «herirles a soslayo» y «nos hiere a soslayo» con  referencia explícita a los rayos del sol, y como cuando estos están muy bajos con respecto al plano del campo:

– El Quijote (1605): «…por el cual caminaba con menos pesadumbre que la vez pasada, porque, por ser la hora de la mañana y herirles a soslayo, los rayos del sol no les fatigaban»

– La gitanilla (1613): «… el sol, dorando cumbres (como dijo el otro poeta) y rizando montes: ni tememos quedar helados por su ausencia cuando nos hiere a soslayo con sus rayos, ni quedar abrasados cuando con ellos particularmente nos toca»

En La gitanilla, el grupo de gitanos no tienen miedo al frío del invierno, por lo poco que sube el sol sobre el plano del campo, «cuando nos hiere a soslayo con sus rayos» y tampoco al calor abrasador del verano «cuando con ellos particularmente nos toca». En invierno en esta parte de la Mancha el sol no se eleva a mediodía a más de 27º sobre el horizonte. De la misma manera, en esta parte del Quijote «a soslayo» tiene el mismo sentido. A don Quijote y Sancho en este momento de la aventura, «al ser la hora de la mañana», los rayos del sol les dan tan bajos, «a soslayo», que aunque sea agosto no les fatigan por el calor.

¡Ahora sí está convencido!

–Tienes que hacer esta parte del camino de la segunda salida de don Quijote el día 17 de agosto –le sugiero a mi amigo– pero saliendo de Alcázar casi de noche para llegar a los molinos de Campo de Criptana al amanecer y comprobarás que texto e imagen del territorio coinciden. Los rayos del sol al amanecer hacen un contraluz espectacular a los molinos de viento,  y ¡por ser la hora de la mañana y herirte a soslayo, los rayos del sol no te fatigarán!

– ¿Por qué el día 17 de agosto? –me pregunta

–En 1958, Edgar Agostini estudió el tiempo y el espacio en el Quijote, y determinó, con los datos que Cervantes nos deja en la novela, las fechas en las que ocurrieron las principales aventuras. Agostini fijó el día 17 de agosto la segunda salida de don Quijote con Sancho, y la primera salida solo el 28 de julio.

–Pues voy a hacer estas dos salidas justo en estos días que me dices ¿te vienes conmigo? –me pregunta mi amigo– te dejo una bicicleta.

–¡Ya veremos!

Soy un lector privilegiado del Quijote de vivir aquí, en Alcázar de San Juan el Corazón de la Mancha.

                                                                 Luis Miguel Román Alhambra

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