Archivo mensual: febrero 2022

De contradicción cervantina a realidad geográfica en el Quijote

Hace unos días Gerardo anotó en mi blog un comentario de buen lector del Quijote. Aunque este texto que añado aquí corresponde, en partes, a la guía de caminos en la que ando trabajando, creo conveniente adelantarlo como respuesta ampliada a la que le di a él en este blog:

Hay cervantistas que han pasado, y siguen pasando, media vida buscando entre las líneas del Quijote errores, olvidos, descuidos y contradicciones, achacando al autor imprecisiones y poca o nula revisión del texto antes de entregarlo a la imprenta. Miles de folios escritos y sesudas conferencias, con títulos llamativos y subtítulos rimbombantes, engordan sus bolsillos a costa de hacer complicado la sencillez del texto cervantino, escrito a inicios del siglo XVII para lectores del siglo XVII.  

Los espacios geográficos de la Mancha, la comarca cervantina demarcada en la obra y los lugares que la forman, tienen diferencias, a veces muy significativas, con los conocidos por Cervantes. El plano, uno de los factores que conforman la morfología de un lugar o de un territorio, ha sufrido alteraciones significativas debido al cambio de los usos del suelo y la acción antrópica del hombre. Solo utilizando los mapas y planos que más se puedan acercar a la imagen del territorio de principios del siglo XVII, podremos entender el escenario real escogido para la ficción de la novela. Así de sencillo, como es el Quijote, hay que tratar de entender los escenarios por los que el autor guía a sus personajes.

Una de estas «contradicciones cervantinas», una vez que el texto se contrasta con la geografía física de esta parte de la Mancha, se confirma como todo lo contrario. Esta tiene que ver con lo sucedido al inicio de las dos primeras salidas de don Quijote de su casa y la aventura de los molinos de viento.

En la primera salida, don Quijote sale de su pueblo «una mañana, antes del día, que era uno de los calurosos del mes de Julio». Nos cuenta el autor que «casi todo aquel día caminó sin acontecerle cosa que de contar fuese» y que , «anduvo todo aquel día, y, al anochecer, su rocín y él se hallaron cansados y muertos de hambre, y que, mirando a todas partes por ver si descubriría algún castillo o alguna majada de pastores donde recogerse y adonde pudiese remediar su mucha hambre y necesidad, vio, no lejos del camino por donde iba, una venta, que fue como si viera una estrella que, no a los portales, sino a los alcázares de su redención le encaminaba. Diose priesa a caminar, y llegó a ella a tiempo que anochecía».

Nada le ocurre ni ve a nadie en todo aquel día. Hasta que llega a la venta adonde después de una noche de mal cenar, vela, golpes y males entendidos, es burlescamente armado caballero andante por el ventero.

Vuelve a su casa por el mismo camino. Y después de la aventura de Andresillo se encuentra de frente con «un grande tropel de gente, que, como después se supo, eran unos mercaderes toledanos que iban a comprar seda a Murcia…» Una infortunada caída de Rocinante acaba con don Quijote por los suelos y apaleado por uno de los mozos de mulas. Es auxiliado por su vecino Pedro Alonso «que venía de llevar una carga de trigo al molino», que lo recoge en su borrico y lo lleva a casa.

De esta primera salida podemos concluir que:

-El camino de ida y de vuelta es el mismo.

-Este camino es uno de los más importantes de España al ser utilizado por mercaderes de Toledo «que iban a comprar seda a Murcia»: el camino de Toledo a Murcia. En esta parte de la comarca cervantina del Quijote tenía dos variantes que eran utilizadas por los viajeros según su interés de paso.

-Al encontrase don Quijote camino a casa de frente con los mercaderes que se dirigían a Murcia, el hidalgo manchego iba en dirección a Toledo, hacia el oeste.

Sigamos ahora con la segunda salida, que se produce una vez repuestas las costillas de don Quijote de la paliza y convenido con Sancho Panza para que le sirviese de escudero: «Sin despedirse Panza de sus hijos y mujer, ni don Quijote de su ama y sobrina, una noche se salieron del lugar sin que persona los viese… Acertó don Quijote a tomar la misma derrota y camino que el que él había tomado en su primer viaje». Al amanecer «descubrieron treinta o cuarenta molinos de viento que hay en aquel campo», y aquí comienza, quizás, la aventura más conocida del Quijote, aunque no se haya leído la novela.

Si «acertó don Quijote a tomar la misma derrota y camino que el que él había tomado en su primer viaje», por el camino de Toledo a Murcia dirección al este,  ¿cómo es que saliendo por el mismo camino ahora sí ve esos «treinta o cuarenta molinos de viento que hay en aquel campo»?

La respuesta es sencilla teniendo en cuenta la geografía y recursos existentes y conocidos de esta parte de la Mancha en el siglo XVII.

En el mapa anterior está dibujado el camino de Toledo a Murcia, en sus variantes por esta parte de la comarca cervantina del Quijote. Están remarcados Alcázar de San Juan, el lugar de don Quijote, Campo de Criptana con sus molinos de viento y la Venta de Manjavacas, en la que es armado caballero.

El camino de Toledo a Murcia, una vez atravesado el núcleo urbano de Alcázar de San Juan, sigue por el camino de Alcázar de San Juan a Campo de Criptana y desde la villa molinera por el camino de Campo de Criptana a Mota del Cuervo, hasta un cruce de caminos donde las dos variantes de esta antigua vía de comunicaciones convergen para volver a separarse, un ramal hacia Mota del Cuervo y el otro hacia Las Mesas, pasando por la Venta de Manjavacas.

Don Quijote no conocía los molinos de viento, se los tuvo que describir Sancho Panza, que al ser agricultor a jornal sí los conocía. Alcázar de San Juan no disponía de molinos de viento cuando Cervantes escribía el Quijote, como tampoco ninguno de los lugares bajo la jurisdicción de la Orden de San Juan. El motivo tiene que ver con el bolsillo del prior de la Orden de San Juan.

Los molinos de los ríos de esta parte de la Mancha no funcionaban en la época de verano porque no llevaban agua, y si la sequía continuaba en otoño  tampoco lo hacían durante el invierno. Para suplir esta carencia de recursos para la necesaria molienda del cereal recolectado, se empezó a construir molinos de viento a mitad del siglo XVI. La Orden de Santiago no puso impedimentos para su construcción, pero sí lo hizo en su territorio el prior de la Orden de San Juan, con el fin de que sus vecinos tuviesen que ir a moler a los molinos de agua situados en Ruidera, rentables y operativos todo el año, que al ser de su propiedad le reportaban pingües beneficios. Por tanto, los molinos de viento se concentraban exclusivamente en villas de la Orden de Santiago.

En la villa santiaguista de Campo de Criptana se favoreció e impulsó la construcción de muchos molinos de viento. Así nos describen los vecinos de Campo de Criptana, en las contestaciones a las Relaciones Topográficas  solicitadas por Felipe II en 1575, la existencia y uso de estos molinos de viento: «…Hay en esta sierra de Criptana, junto a la villa, muchos molinos de viento donde también muelen los vecinos de esta villa». Estos «muchos molinos de viento» si fueron cuantificados exactamente en el Catastro de Ensenada, mandado hacer en 1752: «Se hallan situados treinta y quatro molinos arineros andantes, y de viento, y uno de Agua», coincidiendo precisamente con el texto cervantino: «treinta o pocos más desaforados gigantes, con quien pienso hacer batalla y quitarles a todos las vidas»

¿Necesitaban los vecinos de Campo de Criptana tantos molinos de viento a principios del siglo XVII? Por la producción de cereal en Campo de Criptana no, con menos de diez habrían sido suficientes. Esta concentración de molinos de viento en sus cerros y sierra está justificada porque a estos molinos iban a moler todas las villas sanjuanistas vecinas, como: Alcázar de San Juan, Tembleque, Quero, Villafranca de los Caballeros y Herencia, evitando el largo camino hasta Ruidera.

Al final del siglo XVII, el prior de la Orden de San Juan comenzó a dispensar autorizaciones para la construcción de molinos de viento en su territorio. Así, al menos, tendría ingresos por la licencia y por los impuestos de las moliendas en ellos. Desde este momento las villas sanjuanistas comenzaron su construcción  en sus cerros de sus propios molinos de viento, y así, sus vecinos tampoco tenían que desplazarse a Campo de Criptana, El Toboso o Mota de Cuervo.

Teniendo en cuenta esta circunstancia, y que desde finales del siglo XVII en Campo de Criptana no se habrían construido más molinos de viento, podemos considerar que los «treinta y quatro molinos arineros andantes, y de viento» existentes a mediados del siglo XVIII eran los mismos que conoció Cervantes a principios del siglo XVII.

¿Dónde estaban situados tantos molinos en el término de Campo de Criptana? En el mismo Catastro de Ensenada, se nombran cada uno de los molinos, su propietario, el paraje en el que está edificado, la distancia a la villa y las rentas que produce. Hay que tener en cuenta que más de la mitad de los molinos de viento de Campo de Criptana en 1752 eran propiedad de vecinos e instituciones religiosas de Alcázar de San Juan.

Los nombres de los parajes y los molinos relacionados son:

– Ribera de la Sierra, diez y seis molinos.

– Ribera del Villargordo, un molino.

– Senda a la fuente Amarguilla, un molino.

– Camino de los molinos que va a Alcázar, dos molinos.

– Alto del Palomar, un molino.

– Tres molinos, tres molinos.

– Pico de la Solana, dos molinos.

– Siete molinos, seis molinos. El séptimo no fue informado por error o descuido.

– Cerro del Cebadal, un molino.

Todos los molinos de viento estaban al norte de Campo de Criptana,  por lo que desde el camino de Toledo a Murcia no eran visibles. Hoy es posible divisarlos desde muchos kilómetros, pero hay que tener en cuenta que, a principios del siglo XVII, el monte de encinas era abundante en el término de Alcázar de San Juan, Campo de Criptana y Pedro Muñoz, impidiendo al viajero la visión del horizonte manchego. Don Quijote no pudo ver la silueta inconfundible de estos raros artilugios en su primera salida.

Aunque el camino derecho y mejor que unía Alcázar de San Juan con Campo de Criptana era el tramo del camino de Toledo a Murcia, con la construcción de los molinos de viento se abrió un camino más al norte que llevaría directamente a los vecinos alcazareños a los parajes adonde estaban los molinos. A este camino se le llamó, y aún hoy así se conoce en el término de Alcázar de San Juan, como el Camino de los Siete Molinos, y los vecinos de Campo de Criptana lo llamaron el Camino de los molinos que va a Alcázar.

Los vecinos de Alcázar de San Juan llevaban sus cargas de cereal para moler principalmente a Campo de Criptana, los primeros molinos situados en el paraje de los Siete Molinos estaban a poco más de media hora de camino, aunque también en verano, cuando se acumulaba la cosecha después de la siega podían llevarlas a los molinos de viento de El Toboso y Mota del Cuervo.

El camino de los Siete Molinos se bifurcaba del Camino de Toledo a Murcia a la salida de Alcázar de San Juan, antes de cruzar el Arroyo de la Mina. Hoy no es posible apreciar esto al haber quedado tapado, tanto el camino como el arroyo, primero por el ferrocarril y después por el crecimiento del casco urbano de la ciudad.

Para quienes conocemos Alcázar de San Juan sabemos que la iglesia convento de San Francisco se construyó en las afueras de la villa, «por mandato del Ilustrísimo Señor D. Diego de Toledo, Prior de Castilla, siendo Papa Clemente VII, y Carlos V Principe de las Españas. Año 1532, día 2 de marzo», terminándose en la segunda mitad del siglo XVI. El arroyo de la Mina  lamía la parte posterior, el presbiterio, de los muros de la iglesia. Hoy, esta iglesia franciscana forma parte del centro urbano de la ciudad.

Aún eran visibles estos caminos en 1886 cuando el Instituto Geográfico y Estadístico elaboró y publicó el primer Mapa Topográfico Nacional n.º 713, con los datos de las minutas que los topógrafos tomaron en Alcázar de San Juan. En el detalle anterior se puede apreciar el camino de salida de la villa hacia el este, el camino de Toledo a Murcia, y como casi en las afueras antes de cruzar el arroyo de la Mina salía de él el camino de los Siete Molinos. Cuándo se hizo este mapa había pasado casi tres siglos de la escritura de la novela.

En este mismo punto existía un puente para cruzar este arroyo para seguir el camino a Murcia. Pocos años antes de la publicación de este mapa hay constancia del arreglo de este puente tan transitado en los acuerdos del Ayuntamiento: «… y la puente que hay en el camino llamado de Murcia sobre el arroyo de la Mina…» El arroyo fue canalizado a finales del siglo XX.

En ambas salidas de su lugar, don Quijote tomó el mismo camino, el camino de Toledo a Murcia. En la segunda salida el caballero, al poco de salir del núcleo urbano Cervantes le hace seguir por el camino de los Siete Molinos y es contra estos primeros molinos de viento criptanenses contra los que entra en batalla,  sin duda alguna, en la aventura más reconocida por cuántos hemos leído el Quijote y por los que no lo han leído, aún. La imagen de un caballero andante arremeter a un molino de viento es un icono de la novela, de la Mancha y de España.

Cervantes no describe paisaje en su novela, sencillamente porque el paisaje como hoy lo conocemos no existía. Nos describe el territorio que conoce como un nuevo recurso literario que él inventa. Así, de esta manera tan ingeniosa,  hace creíble para sus primeros lectores los escenarios de las aventuras.

Tanto los «treinta o cuarenta molinos de viento que hay en aquel campo», para don Quijote los «treinta o pocos más desaforados gigantes», existían en Campo de Criptana y eran conocidos por su gran número, algo inusual, como el camino a los Siete Molinos era conocido por Cervantes. Solo su ingenio es capaz de poner a don Quijote en esta parte de la Mancha y sus caminos.   

El catedrático emérito de Geografía de la Universidad Autónoma de Madrid, don Eduardo Martínez de Pisón, maestro de geógrafos españoles, en su conferencia “Mapas para caballeros andantes”, impartida en la Fundación Juan March el pasado 20 abril de 2021, sentenciaba que: «La ruta de don Quijote es una ruta bien real… no hay nada fingido en el escenario ni en los pobladores, la fantasía solo estaba en el ensueño de la literatura caballeresca».

¡Pues eso!                                                            

Luis Miguel Román Alhambra

Publicado en Alcázar Lugar de don Quijote

Deja un comentario

Archivado bajo Alcázar de San Juan

Locomotoras de vapor de Alcázar de San Juan

Constantino López Sánchez-Tinajero

La mayoría de alcazareños ignora que nuestra ciudad posee unos de los mejores patrimonios ferroviarios de toda Castilla-La Mancha, por lo que a locomotoras de vapor se refiere

Tres de las seis locomotoras de vapor que constituyen los activos ferroviarios que existen en Castilla-La Mancha, pueden observarse y disfrutarse en nuestra ciudad, Alcázar de San Juan. Estas tres locomotoras de vapor visitables en diferentes ubicaciones de la ciudad, permiten hacer un recorrido por la historia de la tracción vapor en España.

Se trata, por orden de antigüedad, de la locomotora 040-2082 (fabricada en el año 1865) que se expone en el Museo del Ferrocarril; la locomotora 030-2216 (año 1880) que se encuentra como monumento en la entrada del parque Alces y la locomotora 240-2244 (año 1921) “mastodonte”, expuesta también con carácter monumental en la rotonda de entrada desde Herencia y Villafranca de los Caballeros.

LOCOMOTORA 040-2082 EN EL MUSEO FERROVIARIO DE ALCÁZAR DE SAN JUAN

Locomotora 040-2082 en el Museo Ferroviario de Alcázar de San Juan

Es la locomotora más antigua de las que se exponen en Alcázar de San Juan y es un lujo para enamorados del ferrocarril. Además, es la locomotora más antigua que se preserva en toda Castilla-La Mancha y una de las más antiguas de España ya que apenas se conservan 17 locomotoras de entre los años 1853 y 1870.

Con el tipo de rodaje 0-4-0, fue fabricada por Avonside Engine Company de Bristol (Inglaterra) en 1865. Llegó a Renfe en 1941 procedente de la compañía de ferrocarriles Norte (donde estaba rotulada con el número 2582). Con un peso de 53.350 Kg en vacío y una potencia de 749 CV, su longitud con tender incluido es de 15,045 m, estaba construida para remolcar grandes pesos y en pendientes desfavorables. Podía alcanzar los 65 km/h de velocidad.

Esta locomotora tiene la particularidad de tener las bielas redondas cuando la tendencia general era que se fabricasen planas. Tenía además el hogar sobre el cuarto eje lo que le confería una mayor estabilidad.

El tender original sufrió un accidente y el que le acompaña es el 1364 de la Cia del Norte, es de una serie similar y está numerado con la placa 030-2187 de Renfe.

De esta serie tan solo se preserva una locomotora y es la de Alcázar de San Juan, de ahí la importancia que tiene poder contemplarla (incluso subirse a ella y a su tender en el Museo Ferroviario) y el honor que supone para los alcazareños ser depositarios de la única locomotora que queda de esta serie, una vez trascurridos 157 años desde su fabricación.

LOCMOTORA 030-2216 A LA ENTRADA DEL PARQUE ALCES

Locomotora 030-2216 en la entrada del parque Alces

Esta locomotora fabricada por la compañía Fives-Lille (Francia) en 1880 es la segunda más antigua de las que pueden disfrutarse en Alcázar de San Juan. Este tipo de locomotoras eran conocidas como “bourbonnais”.

Su tren de rodaje es de tipo 0-3-0, con una longitud, con tender incluido, de 14,643 m y un peso en vacío de 43.500 kg, desarrollaba una potencia de 637 CV y alcanzaba la velocidad de 70 km/h.

Antes de incorporarse a RENFE, perteneció a la compañía MZA donde estuvo rotulada con el número 408. Anteriormente perteneció al FFCC Ciudad Real-Badajoz, compañía que la adquirió en y que le asignó el número 58.

Fue en el año 1880 que las catorce locomotoras del FFCC Ciudad Real-Badajoz (ocho adquiridas ese mismo año) pasaron a M.Z.A. que las numeró del 401 al 414. A RENFE también llegaron en 1941 todas ellas y constituyeron la serie 030-2209 a 030-2222. Tanto M.Z.A. como RENFE las mantuvieron en su línea original, por lo que en 1949 estaban todas concentradas en Ciudad Real. En 1955 comenzaron los desguaces de modo que, en 1962, sólo quedaban ya cuatro: dos de ellas en Ciudad Real (2215 y 2216).

De esta serie de locomotoras, además de la de Alcázar de San Juan, sólo se conservan otras dos, la 040-2213 en una empresa privada de Zaragoza (Industrias López Soriano) y la 040-2214, que se expone (enrejada) junto a la estación de Zamora.

LOCOMOTORA 1400 240-2244 “Mastodonte”, EN LA ROTONDA DE ENTRADA A ALCAZAR DE SAN JUAN DESDE HERENCIA

Locomotora 240-2244 en la rotonda de entrada a Alcázar de San Juan

Construida en 1921 por la empresa barcelonesa Maquinista Terrestre y Marítima, su tipo de rodaje es 2-4-0, es decir, 2 ruedas portadoras más pequeñas delanteras, cuatro ruedas tractoras grandes en el centro -son las que llevan las bielas- y ninguna más portadora en la parte trasera, así es como se interpreta el tipo de rodaje.

Es la más grande y la más pesada de nuestro patrimonio de vapor, con una longitud de 20,855 m y un peso de 108.050 kg en vacío, desarrollaba una potencia de 2.052 CV y lograba alcanzar la velocidad de 105 km/h.

Esta locomotora se incorporó a Renfe en 1941 procedente de la compañía MZA donde estaba rotulada con el número 1404 y perteneció a un pedido inicial de 50 locomotoras realizado por la Compañía de Ferrocarril Madrid Zaragoza y Alicante (MZA).

El modelo 1404 de MZA, catalogado por RENFE como 240-2244, forma parte de las locomotoras de vapor conocidas como «mastodonte» que prestaron servicio hasta el año 1974, poco antes de que se clausurara oficialmente la tracción a vapor, el 9 de junio de 1975; concluyendo así, después de 127 años, la era del vapor en España.

Entre las innovaciones aplicadas a estas locomotoras, cabe destacar el precalentador de agua, que se basaba en el principio de aprovechar la energía calórica restante en el vapor de escape de los cilindros para calentar el agua del ténder antes de ser introducida en la caldera, evitando de esta forma que el agua fría inyectada provocarse un enfriamiento de la caldera y la reducción puntual de vaporización que se producía, permitiendo un ahorro extra de combustible. 

Fueron destinadas a la red catalana de la compañía y a medida que ésta fue aumentando el tráfico, se fueron necesitando más locomotoras y se distribuyeron por el resto de la red. Al integrarse en RENFE, estas locomotoras circularon por toda la red de ferrocarriles excepto por las líneas de la antigua Compañía del Norte y el Central de Aragón.

La serie 1400 fue una de las más logradas del ferrocarril español, de este modelo se construyeron un total de 165 unidades para MZA con ligeras variantes que formaron la serie 1401/1565 y que fueron suministradas a la compañía ferroviaria a lo largo de los años 1920 a 1930.

Posteriormente, todas llegaron a RENFE numerándose como sigue: las 1401-1475 pasaron a ser 240-2241 a 240-2315 y las 1475-1565 pasaron a ser 240-2336 a 240-2425. Y más tarde, entre los años 1956 y 1967 se fuelizaron las 75 primeras de la serie (240-2241/240-2315).

La locomotora conservada en Alcázar de San Juan, se dio de baja en el servicio en 1972. Al ser retirada de la circulación pasó a formar parte de los fondos de la Fundación de los Ferrocarriles Españoles, primero para formar parte del Museo de Ferrocarril de Cataluña en Vilanova i la Geltrú; después, se trasladó al Museo del Ferrocarril de Madrid, y en, 1985 cuando se decidió poner en marcha una sede del Museo del Ferrocarril de Madrid en Alcázar de San Juan, se trasladó a nuestra ciudad para su exhibición, donde se encuentra desde 1985

La 240-2244 fue restaurada por la Asociación Nacional de Amigos del Ferrocarril y fue cedida al Ayuntamiento de Alcázar de San Juan, que la instaló en la rotonda de entrada a Alcázar desde Herencia para que nuestros visitantes tomen conciencia de la pasión ferroviaria que impregna la vida de los alcazareños y que es una de las señas de identidad de nuestra ciudad. Esta locomotora fue pretendida por el Museo del Ferrocarril de Cataluña que quiso intercambiarla por otra máquina de vapor (una Mikado) en perfecto estado de funcionamiento. Sin embargo, del modelo Mikado ya existen dos locomotoras en Castilla-La Mancha, una en Ciudad Real (141-2400) y otra en Albacete (141-2145).

Esta locomotora lleva placa del constructor con número de fábrica 91. Es posible que al ser restaurada y no disponiendo de la placa propia, se le adosó esta que lleva, ya que según su orden de fabricación y numeración le corresponde el número de fábrica 94. 

Los visitantes avezados ya habrán descubierto que en la rotonda está expuesta sin placa de numeración Renfe y sin farol porque estos elementos originales permanecen como recuerdo en el Museo Ferroviario de Alcázar de San Juan, al que recomiendo una visita reposada para admirar estos y otros tesoros que allí se guardan.

Farol y placa de matricula de la 240-2244

Fuentes consultadas:

Álbum de material motor en Renfe 1947 https://www.agrupament.cat/albumrenfe/

Fernández López, J. Locomotoras de vapor preservadas en España. IV Congreso de Historia Ferroviaria. Málaga 2006

Fernández Sanz, F. Locomotoras de M.Z.A. Historia de la tracción vapor en España. Tomo I. Autoedición 

Marshall, L.G. Los tiempos del vapor en RENFE. Aldaba ediciones. 1987

Museo Ferroviario de Alcázar de San Juan

Rivera, A. Historias del vapor (XXXI): Unas 040 con bielas redondas (RENFE 040-2071/040-2090 http://trenesytiempos.blogspot.com/2016/04/historias-del-vapor-xxxi-unas-040-con.html

Rivera, A. Historias del vapor (XXXVIII): Las «bourbonnais» del Ciudad Real a Badajoz (RENFE 030-2209 a 030-2222)

http://trenesytiempos.blogspot.com/2016/07/historias-del-vapor-xxxviii-las.html

Rivera, A. Historias del vapor (CXIII): Llegan las 1400 de MZA (RENFE 240-2241 a 2315, 240-2336 a 240-2425 y 240-2316 a 240-2335)

http://trenesytiempos.blogspot.com/2019/07/historias-del-vapor-cxiii-llegan-las.html

Deja un comentario

Archivado bajo Alcázar de San Juan