Archivo mensual: junio 2017

Las aventuras de don Quijote en Sierra Morena (VI)

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En el Quijote se describe en varias ocasiones el aspecto físico de nuestro hidalgo manchego. Es el narrador en el inicio, donde nos deja la primera imagen:

“Frisaba la edad de nuestro hidalgo con los cincuenta años. Era de complexión recia, seco de carnes, enjuto de rostro, gran madrugador y amigo de la caza” (I, 1)

Y ya en la segunda parte, tenemos otra, esta vez por el bachiller Sansón Carrasco

“…alto de cuerpo, seco de rostro, estirado y avellanado de miembros, entrecano, la nariz aguileña y algo corva, de bigotes grandes, negros y caídos…” (II, 24) 

Podemos dibujar a don Quijote como un hombre alto, flaco pero atlético, cara también delgada con nariz fina y algo grande, de pelo ya entrado en canas y grandes bigotes aún negros. Pero esta descripción es muy común. Si vemos un rostro de un hombre con estas características nunca lo identificaríamos, a la primera, con don Quijote.

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Pero si el mismo rostro aparece con una bacía de barbero sobre la cabeza, todo el mundo lo reconoce inmediatamente como el famoso hidalgo manchego don Quijote de la Mancha.

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El famoso Yelmo de Mambrino no es otra cosa que una bacía de barbero. Una herramienta que los barberos han usado, hasta bien entrado el siglo XX, para afeitar a sus clientes. En esta pequeña palangana, metálica o de cerámica, con una abertura casi semicircular para ajustarla debajo de la barbilla del cliente, el barbero ponía agua caliente con la que remojar la barba, hacer el jabón de afeitar y limpiar la navaja en cada una de las pasadas por la cara. El cliente sujetaba con sus propias manos la bacía mientras duraba el afeitado y así sus ropas no resultaban manchadas. La bacía junto a la navaja, el afilador de cuero, la brocha y la barra de jabón, eran los utensilios normales de los barberos. Cuando el barbero se desplazaba por las casas a realizar los encargos solía llevar la metálica, comúnmente de latón, más resistente a los posibles golpes en los traslados que la de cerámica, que solía quedarse en su establecimiento.

Cervantes encanta genialmente una simple bacía de barbero en un famoso yelmo. No tiene que buscar a un célebre caballero para enfrentarlo a don Quijote en medio del camino de Sierra Morena, vencerle y así arrebatarle el yelmo, porque ya no existían esos caballeros andantes. Hace que un barbero se ponga su bacía, reluciente, sobre la cabeza para proteger su flamante sombrero de una ligera lluvia de verano y ya tiene la escena, solo falta que la imaginación de don Quijote haga el resto.

En este próximo capítulo es asombrosa la descripción del itinerario que toman don Quijote y Sancho, desde la zona del batán, para volver a estar de nuevo en el camino real y como coincide con el paisaje real de Sierra Morena que vamos recorriendo. Tampoco no nos debe de extrañar que Cervantes en alguno de sus viajes, por este mismo camino a Andalucía, se cruzase en un día de lluvia con un barbero que llevaba sobre su cabeza su bacía, y conservase esa imagen en su cabeza, usando esta sencilla y pintoresca escena para su cuento inmortal.

 

EL FAMOSO YELMO DE MAMBRINO

Resueltas las diferencias entre ellos, y acordando entre ellos que aunque esta aventura terminase en risas, no era para contarla a los demás, don Quijote le ordena a Sancho desde ese momento hablar menos con él, pues no conoce que un escudero hable tanto con su señor, como lo hace Sancho con él. Aunque poco dura ese distanciamiento dialéctico entre nuestros protagonistas:

“En esto comenzó a llover un poco, y quisiera Sancho que se entraran en el molino de los batanes; mas habíales cobrado tal aborrecimiento don Quijote por la pesada burla, que en ninguna manera quiso entrar dentro; y así, torciendo el caminoa la derecha mano, dieron en otro como el que habían llevado el día de antes”.(I, 21) 

Desde el Batán del Navarrillo, junto al Camino a San Benito, don Quijote y Sancho comienzan a caminar y “torciendo el camino a la derecha mano, dieron en otro como el que habían llevado el día de antes”. Sin duda, Cervantes, se habría desviado alguna vez del camino real para realizar sus funciones como recaudador para la Armada, recorriendo el Arroyo de la Ribera, y sus molinos harineros y batanes. Este especial conocimiento geográfico y de los recursos económicos allí instalados, tanto para moler cereales como para abatanar paños, es utilizado para ingeniar una aventura en medio de un espacio geográfico natural, Sierra Morena, por donde llevaba a sus dos protagonistas. Y para volver de nuevo al Camino de la Plata, desde este batán, con dirección a Sevilla, se tiene que  girar el camino, a mano derecha, para llegar de nuevo al camino real, precisamente tal y como nos lo describe Cervantes.

Sencillamente hace ir, en la ficción,  a don Quijote y Sancho por un paraje real, en el que con el simple ruido de un batán golpeando con sus mazos de madera la pila de los paños y la oscuridad de la noche, crea una genial aventura en medio de Sierra Morena, para después, volver a ponerlos sobre el mismo camino que llevaban, describiendo sus movimientos tal y como entonces él hizo, y todavía hoy tenemos la fortuna de poder volver a hacer, imaginado estar junto a Rocinante, mientras don Quijote y Sancho conversan.

“…y así, torciendo el caminoa la derecha mano, dieron en otro como el que habían  llevado el día de antes”.(I, 21)

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Y es en este punto del camino, poco después de cruzar el Arroyo de la Ribera y llegar al camino real, cuando comienza una nueva aventura. A partir de aquí, la imagen de don Quijote será reconocida por llevar sobre su cabeza una bacía de barbero, que si bien hoy es un objeto casi desconocido, para los primeros lectores del Quijote era muy cotidiano, el recipiente o palangana de latón, o de cerámica, con una abertura en forma de media luna, que el barbero ponía debajo de la barbilla de su cliente, mientras le remojaba y afeitaba la barba.

“De allí a poco, descubrió don Quijote un hombre a caballo, que traía en la cabeza una cosa que relumbraba como si fuera de oro, y aun él apenas le hubo visto, cuando se volvió a Sancho y le dijo:

– Paréceme, Sancho, que no hay refrán que no sea verdadero, porque todos son sentencias sacadas de la mesma experiencia, madre de las ciencias todas, especialmente aquel que dice: «Donde una puerta se cierra, otra se abre». Dígolo, porque si anoche nos cerró la ventura la puerta de la que buscábamos, engañándonos con los batanes, ahora nos abre de par en par otra, para otra mejor y más cierta aventura, que si yo no acertare a entrar por ella, mía será la culpa, sin que la pueda dar a la poca noticia de batanes, ni a la escuridad de la noche. Digo esto, porque, si no me engaño, hacia nosotros viene uno que trae en su cabeza puesto el yelmo de Mambrino, sobre que yo hice juramento que sabes” (I, 21)

Sancho duda ya de todo lo que le dice don Quijote: “Mire vuestra merced bien lo que dice, y mejor lo que hace -dijo Sancho-; que no querría que fuesen otros batanes que nos acabasen de abatanar y aporrear el sentido”. Y don Quijote le pregunta: “Dime. ¿no ves aquel caballero que hacia nosotros viene, sobre caballo rucio rodado, que trae puesto en la cabeza un yelmo de oro?. Sancho tampoco ve lo mismo que don Quijote, como el día anterior no vio ejércitos sino rebaños de ovejas, y sin vacilar le contesta: “Lo que yo veo y columbro no es sino un hombre sobre un asno, pardo como el mío, que trae sobre la cabeza una cosa que relumbra”.

Es el narrador quien nos describe la escena, que, como no puede ser de otra manera, coincide con lo que Sancho está viendo y no con lo afirmado ver  por don Quijote:

“Es, pues, el caso que el yelmo, y el caballo y caballero que don Quijote veía, era esto: que en aquel contorno había dos lugares, el uno tan pequeño, que ni tenía botica ni barbero, y el otro, que estaba junto, sí; y así, el barbero del mayor servía al menor, en el cual tuvo necesidad un enfermo de sangrarse, y otro de hacerse la barba, para lo cual venía el barbero, y traía una bacía de azófar; y quiso la suerte que , al tiempo que venía, comenzó a llover, y porque no se le manchase el sombrero, que debía de ser nuevo, se puso la bacía sobre la cabeza; y como estaba limpia, desde media legua relumbraba.” (I, 21)

El barbero aparece por el Camino de la Plata desde el sur, “hacia nosotros viene” afirma don Quijote. Es más que probable, al menos coinciden lugares y tiempos, que en la mente de Cervantes estuviese como lugar grande la villa de Conquista y como lugar más pequeño la aldea de San Benito, a la que se llega por el mismo camino que ellos habían traído desde el batán. ¿Saludó Cervantes al cruzarse en alguna ocasión a este barbero de Conquista en mitad del camino en este mismo punto, y sorprendido por la lluvia llevaba a modo de sombrero su bacía? Otra imagen en la memoria de Cervantes, y que recurre a ella, para que sea ahora vista, pero con distinta apreciación, por sus dos protagonistas, en este espacio geográfico real, como es el camino real de Toledo a Sevilla, el Camino de la Plata, en esta singular zona de Sierra Morena.

Sin mantener saludo o conversación alguna con el barbero, cuando ya estaba cerca de ellos, don Quijote, a todo correr de Rocinante, que no sería más que un trotecillo, le embistió con el lanzón gritando:

“¡Defiéndete, cautiva criatura, o entriégame de tu voluntad lo que con tanta razón se me debe!

El barbero, que, tan sin pensárselo ni temerlo, vio venir aquella fantasma sobre sí, no tuvo otro remedio, para poder guardarse del golpe de la lanza, si no fue el dejarse caer del asno abajo; y no hubo tocado el suelo, cuando se levantó más ligero que un gamo, y comenzó a correr por aquel llano, que no le alcanzara el viento”(I, 21) 

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Deja el barbero, en su huida, su bacía caída en el suelo y don Quijote manda a Sancho que se la recoja, acomodándosela sobre la cabeza. Como no le encajaba bien, comentaba a Sancho que el primero que la poseyó, para él celada, tenía que tener una cabeza muy grande. Entre las risas contenidas de Sancho, por miedo a salir mal parado de nuevo por algún golpe de su amo, don Quijote toma la decisión de repararla, amoldándola a su cabeza, en el primer lugar que tuviese un herrero.

Entre los malos recuerdos de las pedradas de los pastores, el bálsamo de Fierabrás o el manteo de la venta, Sancho pregunta qué puede hacer con el borrico del barbero que, como la bacía, había dejado en su huida a pie, si lo podía tomar como despojo de victoria en la batalla. Don Quijote le ordena que lo deje donde está, que él no tiene por costumbre, como los caballeros andantes,  despojar a quienes vence y mucho menos quitarles los caballos y que ya vendrá a por él su amo cuando ellos se alejen por el camino. Pero Sancho le insiste a que al menos pueda cambiar los aparejos, que son mejores que los suyos, dándole a esto licencia don Quijote.

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Sancho aprovecha la licencia de cambiar los aparejos a su borrico, y después almuerzan. Almuerzo, así se llamaba a la primera comida del día, esta aventura transcurre por la mañana temprano, coincidiendo tanto el espacio y el tiempo real con los descrito por Cervantes. Como están cerca del arroyo, vuelven a beber agua de él:

“Hecho esto, almorzaron de las sobras del real que del acémila despojaron y bebieron del agua del arroyo de los batanes, sin volver la cara a mirallos: tal era el aborrecimiento que les tenían por el miedo en que les habían puesto”.

Volviendo al camino real, se acaba así la aventura del famoso Yelmo de Mambrino, en la que don Quijote arrebata, a la fuerza, la bacía a un simple barbero que por allí iba:

Cortada, pues, la cólera, y aun la malenconía, subieron a caballo, y sin tomar determinado camino, por ser muy de caballeros andantes el no tomar ninguno cierto, se pusieron a caminar por donde la voluntad de Rocinante quiso, que se llevaba tras sí la de su amo, y aun la del asno, que siempre le seguía por dondequiera que guiaba, en buen amor y compañía. Con todo esto, volvieron al camino real y siguieron por él a la ventura, sin otro disignio alguno” (I, 21)

   

Luis Miguel Román Alhambra

 

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El sábado 1 de julio se celebra la V Edición del Torneo Benéfico de Golf «Costaleros del Resucitado»

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En el campo Abedul Golf de Alcázar de San Juan gracias a la colaboración de “El Hidalgo” Club de Golf, Abedul Golf y numerosas empresas

El sábado 1 de julio tendrá lugar la que ya es la quinta edición del Torneo benéfico de golf “Costaleros del Resucitado” con la finalidad de obtener fondos para el tallado del nuevo Paso del Resucitado de la Hermandad del Santo Entierro alcazareña.

En el torneo podrán participar jugadores federados, inscribiéndose a través de los gestores del propio campo de golf.

Para personas que quieran adentrarse en el bonito mundo del golf habrá una zona de práctica para noveles en la zona de entrenamiento por tan sólo 3 euros, a partir de las 11:00 horas. Las inscripciones para las prácticas de noveles pueden hacerse a través del correo de la Cofradía: santoentierroalcazar@gmail.com.

La jornada finalizará con una comida para jugadores y participantes en la práctica para noveles, con el siguiente precio: 8 € adulto, 5 € niños/as (hasta 12 años).

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Las aventuras de don Quijote en Sierra Morena (V)

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Como investigador independiente del Quijote reconozco que hay momentos que llenan de satisfacción las tantas horas de archivos y estudio que no aportan absolutamente nada, y que llegan incluso a replantearte el seguir con el proyecto iniciado. En esta fotografía me encuentro en el mismo lugar donde estaba situado el Batán del Navarrillo, el batán que tanto miedo dio a nuestros vecinos manchegos.

Documentalmente lo tenía localizado, solo me faltaba localizar el lugar exacto, sabiendo que sus restos habían desaparecido hacía muchos años. Sin la ayuda del personal de la finca en la que se encuentra este paraje, La Garganta, no me habría sido posible llegar a este precioso lugar cervantino. Cargado de mapas antiguos, modernos, minutas de los topógrafos de 1860 y el Quijote, llegamos a la orilla de este Arroyo del Navarrillo, por el que hoy corre un hilo de agua.

Unos minutos de reconocimiento del lugar y pronto me sitúo sobre en el antiguo Camino a San Benito cruzando este arroyo, casi desaparecido, exactamente como marcan mis documentos, pero sin rastro del batán. Hasta que aparecen unos restos de antiguos ladrillos y tejas árabes, moldeadas a mano, en una pequeña explanación junto al arroyo, que pertenecería al tejado de la casa del batanero donde guardaba los paños. Poco antes habíamos estado en un prado muy cercano a este lugar, tal y como Cervantes lo describe, y donde don Quijote y Sancho almuerzan, comen y cenan al mismo tiempo, de la despensa que habían cogido de los clérigos del cortejo fúnebre.

Sé que soy el primero, junto con José María, en estar en este precioso lugar vinculado con el Quijote. Y también sé que en este mismo lugar estuvo, hace más de cuatro siglos, un funcionario de la Corona Española enamorado del teatro y de la poesía, de nombre Miguel de Cervantes Saavedra. Por su cabeza ya rondaban las aventuras de un pobre hidalgo manchego y de su, no menos pobre, amigo y vecino agricultor, y los trajo en la ficción hasta este paraje real, en medio de una noche de verano.

Lean esta aventura del Quijote en la que los ruidos de los mazos del batán se mezclan con los ruidos de las tripas de Sancho Panza.

 

EL RUIDO DEL BATAN

Don Quijote quiere ver lo que realmente llevaban en la litera de aquel cortejo fúnebre, pero Sancho le convence que no lo haga. Con la comida que había requisado de los encamisados sobre su querido borrico, hambriento y con miedo a que volviesen aquel grupo de encamisados a vengarse de ellos, reconociendo en la oscuridad el paraje donde se encuentran, y que el camino va  subiendo de nivel entre la sierra, dice a don Quijote:

«… El jumento está como conviene, la montaña cerca, la hambre carga, no hay que hacer sino retirarnos con gentil compás de pies, y, como dicen, váyase el muerto a la sepultura y el vivo a la hogaza.

Y antecogiendo su asno, rogó a su señor que le siguiese; el cual, pareciéndole que Sancho tenía razón, sin volverle a replicar le siguió. Y a poco trecho que caminaban por entre dos montañuelas, se hallaron en un espacioso y escondido valle,donde se apearon, y Sancho alivió el jumento, y tendidos sobre la verde yerba, con la salsa de su hambre, almorzaron, comieron, merendaron y cenaron a un mesmo punto, satisfaciendo sus estómagos con más de una fiambrera, que los señores clérigos del difunto -que pocas veces se dejan mal pasar- en la acémila de su repuesto traían…» (I, 19)

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Estas «dos montañuelas» por las que el camino transita son el Pico de Peñarroya y el Puntal de las Aguzaderas. Y llegan al valle donde se apean, donde almorzaron, comieron, merendaron y cenaron. Están entre el Arroyo de la Ribera y el Arroyo del Navarrillo, paraje donde también se encuentra el Batán del Navarrillo. Han caminado de noche tres kilómetros desde el encuentro con los encamisados.

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Sacian su hambre con la comida que había desvalijado Sancho de la mula de las provisiones del cortejo fúnebre, pero no la sed, pues no llevaban ni vino ni agua. Al estar en un valle verde supone Sancho que un arroyo o una  fuente tiene que haber cerca y se ponen en su busca, cuando comienzan a escuchar el ruido del agua y también otro muy distinto:

«Parecióle bien el consejo a don Quijote, y tomando de la rienda a Rocinante, y Sancho del cabestro a su asno, después de haber puesto sobre él los relieves que de la cena quedaron, comenzaron a caminar por el prado arriba a tiento, porque la escuridad de la noche no les dejaba ver cosa alguna;mas no hubieron andado doscientos pasos cuando llegó a sus oídos un grande ruido de agua, como que de algunos grandes y levantados riscos se despeñaba. Alegróles el ruido en gran manera; y parándose a escuchar hacia qué parte sonaba, oyeron a deshora otro estruendo que les aguó el contento del agua, especialmente a Sancho, que naturalmente era medroso y de poco ánimo. Digo que oyeron que daban unos golpes a compás, con un cierto crujir de hierros y cadenas, que, acompañados del furioso estruendo del agua, que pusieran pavor a cualquier otro corazón que no fuera el de don Quijote.» (I, 20)

 

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De noche, fuera del camino, sin saber donde estaban, con el rumor del  agua bajando el desnivel por arroyo y los golpes cadenciosos de los grandes mazos de madera del batán, aguas abajo, ruidos, estos, desconocidos  especialmente por don Quijote, hacen que busquen refugio cerca de unos árboles que allí estaban, y están, junto a las orillas de los arroyos de la Ribera o del Navarrillo. Don Quijote reconoce que, en esas circunstancias, tener miedo es legítimo en Sancho, pero no en él. Dispuesto a descubrir al causante de tal horroroso ruido, ordena  a Sancho que si no vuelve en tres días de esta aventura se vuelva a su casa, y desde allí a El Toboso, con la noticia de su muerte. Esta orden provoca el llanto de Sancho, que intenta convencer a don Quijote de abandonar aquel sitio y quitarse del peligro, o incluso de esperar a que se hiciese de día que, según él, no quedaba más de tres horas. Don Quijote no acepta ninguna súplica ni demora, pidiendo a Sancho que le apriete la cincha de la silla a Rocinante, momento que aprovecha Sancho para atarle las patas delanteras a Rocinante con el cabestro de su borrico, y así, no se podría mover aunque quisiese, o solo a pequeños y ridículos saltos. Don Quijote trataba de hacer caminar a Rocinante, sin darse cuenta del engaño, y creyendo que la incapacidad de caminar de Rocinante era un designio divino  decide esperar a que amaneciese.

Sancho le sugiere que se baje del caballo y que se eche a dormir en aquel prado, lo que provoca el enojo de don Quijote. Aquí comienza una de las partes más conmovedoras y graciosas del Quijote. Sancho se sujeta de los arzones de la montura con ambas manos quedando abrazado a la pierna de don Quijote y, a petición de don Quijote, comienza a contarle un cuento para así pasar el tiempo. Sancho le cuenta la historia de un pastor de Extremadura, enamorado de una pastora… En fin, mal terminado el cuento, don Quijote quiso de nuevo hacer andar a Rocinante que, lógicamente, no pudo dar ni un paso.

Y para quien dice que el Quijote es aburrido, porque no ha llegado a leer este capítulo o por su falta de sentido del humor, Cervantes describe toda la humanidad de Sancho, y la de sus tripas. Sin dejar de estar abrazado a la pierna de don Quijote, con ingenio se aflojó los calzones y «echó al aire entrambas posaderas».  Pero le vino un aprieto mayor, con algo más de ruido y olor, lo que fue oído y olido por don Quijote, que le ordena, sin quitarse los dedos de las narices, que se aparte unos pasos de él, tomando el acto de Sancho como un menosprecio a su persona. Y en estas delicadas circunstancias llegan las primeras luces del día:

«En estos coloquios y otros semejantes pasaron la noche amo y mozo. Mas, viendo Sancho que a más andar se venía la mañana, con mucho tiento desligó a Rocinante y se ató los calzones. Como Rocinante se vio libre, aunque él de suyo no era nada brioso, parece que se resintió, y comenzó a dar manotadas; porque corvetas -con perdón suyo- no las sabía hacer. Viendo, pues, don Quijote que ya Rocinante se movía, lo tuvo a buena señal, y creyó que lo era de que acometiese aquella temerosa aventura.

Acabó en esto de descubrirse el alba, y de parecer distintamente las cosas, y vio don Quijote que estaba entre unos árboles altos; que ellos eran castaños, que hacen la sombra muy escura. Sintió también que el golpear no cesaba, pero no vio quien lo podía causar…» (I, 20)

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Don Quijote le recuerda a Sancho lo que le había dicho horas antes, de estarse allí tres días esperando acontecimientos, pero Sancho, por miedo a quedarse solo allí, sigue a don Quijote hacia donde provenían aquellos golpes:

«… y habiendo andado una buena pieza por entre aquellos castaños y árboles sombríos, dieron en un pradecillo que al pie de unas altas peñas se hacía, de las cuales se precipitaba un grandísimo golpe de agua. Al pie de las peñas estaban unas casas mal hechas, que más parecían ruinas de edificios que casas, de entre las cuales advirtieron que salía el ruido y estruendo de aquel golpear, que aún no cesaba… Otros cien pasos serían los que anduvieron, cuando, al doblar de una punta, pareció descubierta y patente la misma causa, sin que pudiese ser otra, de aquel horrosísimo y para ellos espantable ruido, que tan suspensos y medrosos toda la noche los había tenido. Y eran -si no lo has, ¡oh lector!, por pesadumbre y enojo- seis mazos de batán, que con sus alternativos golpes aquel estruendo formaban.» (I, 20)

Cuando don Quijote y Sancho vieron la causa, reventaron a reír. Sancho comenzó a repetir las razones, en modo de burla, que llevaron a don Quijote a ser caballero andante, enojando a don Quijote, que furiosamente golpea a Sancho en la espalda con el lanzón, argumentándole también que no está obligado a conocer los sones o los ruidos de un batán, como hidalgo que era,  exento de trabajar, y por lo tanto a conocer aceñas, molinos de viento, batanes, etc, que sí tenía que haber reconocido Sancho, como agricultor a jornal que era: «Y más, que podría ser, como es verdad, que no los he visto en mi vida, como vos los habréis visto, como villano ruin que sois, criado y nacido entre ellos».

Luis Miguel Román Alhambra

Alcázar Lugar de don Quijote https://alcazarlugardedonquijote.wordpress.com/2017/06/13/las-aventuras-de-don-quijote-en-sierra-morena-v/

 

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Ganadores de «Peonza de Oro» en Premios #EspiralEdublogs

El pasado sábado se celebró en Madrid la XI edición del Premio Espiral Edublogs, que cada año reconoce aquellas buenas prácticas educativas que estén apoyadas en herramientas digitales, no sólo en formato de blog, que están sirviendo para el desarrollo de contenidos curriculares y la motivación del alumnado. Un premio otorgado por profesores al trabajo de profesores y de sus alumnos.

Nuestro centro presentó a concurso dos proyectos de trabajo de nuestros alumnos, uno en la categoría de ESO y otro en la de Bachillerato: Lugares del Quijote y ¿Eres de Cervantes o Shakespeare? Ambos proyectos fueron seleccionados a primeros de mayo como finalistas de esta edición del 2017. Hace unas semanas, el jurado del premio dio a conocer los ganadores de las diferentes categorías del premio, lo que supuso que nuestro proyecto «Lugares del Quijote» acudiera a la entrega de premios.

A la entrega de premios del pasado sábado en Madrid, acudieron en representación de nuestro proyecto, dos de los profesores responsables: Cristina Mata (Lengua) y Antonio Garrido (Tecnologías). El proyecto también cuenta con la participación de Mª Carmen Lázaro (Ed. Plástica) que no pudo asisitir al acto. Y la entrega de premios no pudo ir mejor, pues nuestro proyecto fue el ganador de su categoría, obteniendo la «Peonza de Oro«, que pasará a la vitrina de premios recibidos, donde le esperan las otras dos peonzas obtenidas en ediciones anteriores: Peonza de bronce al Blog Perinews y Peonza de oro al blog «El sonido que habito».

Ambos profesores han acudido en representación de los verdaderos ganadores del premio: los alumnos de ESO y Bachillerato que a lo largo de dos cursos escolares han trabajado en este proyecto sobre los lugares de La Mancha que sirvieron de escenario para la novela de Miguel de Cervantes, todo ello desde las asignaturas de Lengua y Literatura, Educación Plástica y Visual y Tecnologías de la información y la comunicación (TIC). Recordamos que el proyecto «Lugares del Quijote» ha sido también reconocido este curso escolar con el Premio Nacional de Educación que otorga el Ministerio de Educación y Cultura, que previsiblemente tendrá su acto de entrega de premios en Madrid en unas semanas.

Queremos agradecer nuevamente la aportación a este proyecto de Juan Carlos Navas, profesor del Conservatorio de Música Alcázar-Criptana por cedernos su obra «Quijofonías» que sirvió para que nuestros alumnos ambientaran sus grabaciones sobre los pasajes del Quijote.

¡Enhorabuena a nuestros alumnos y profesores! Somos Tierra de Gigantes.

Vídeo que recoge el momento de conocer el premio conseguido.

 

IES ISABEL PERILLÁN Y QUIRÓS   http://isabelperillan.org/index.php/novedades/158-ganadores-de-peonza-de-oro-en-premios-espiraledublogs

 

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¡¡Descansa en paz, Quijote!!

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Hoy entierran en Las Rozas a Ignacio Echeverría. Hace una semana lo mataron en Londres cuando trataba de defender a una mujer de las cuchilladas que un terrorista. Siguiendo sus ideales, los valores que en su familia le enseñaron desde pequeño, y de los que ahora tanta falta hacen en esta sociedad adormecida, aletargada, ante el sufrimiento de los demás, ¡¡¡puso su lanza en el ristre…!!!, perdón, cogió su monopatín y se abalanzó sobre el terrorista a cuerpo descubierto, sin pensarlo, e hizo lo tenía que hacer. Pero una certera cuchillada por la espalda, ¡qué valientes!, posiblemente de otro de los terroristas, acabó con su joven vida.

¡Cuántos quijotes, como Ignacio,  necesitamos en este Siglo de Piedra! ¡Cuantos «cuerdos» miran, miramos, hacia otro lado mientras que los «locos», como Ignacio, hacen sencillamente lo que se tiene que hacer!

Hace unos días me preguntaban qué es ser «quijote» hoy, en el siglo XXI, y respondí que es el que sigue un ideal, un sueño, aunque sea inalcanzable, el que ayuda a quienes lo necesitan sin esperar nada a cambio, dar sin interés… Hoy si me preguntan de nuevo qué es ser un quijote, mi respuesta es mucho más concreta: ser como Ignacio Echeverría. Filósofos, psiquiatras, psicólogos, educadores, pensadores… llevan cuatro siglos debatiendo qué tipo de ser humano representa don Quijote en la sociedad, sencillamente dejen de debatir ya, y mediten sobre la actitud de este joven español en Londres.

 

Jorge

Decía el chileno Augusto D´Halmar, en La Mancha de don Quijote (1934), que en un epitafio en la catedral de Sigüenza había leído:

«No tengo lo que gasté;

Lo que gané lo perdí;

Solo tengo lo que di»

 

Ignacio, has dado la vida, y eso es lo que ya tienes:¡¡vida eterna!!

¡¡Descansa en Paz, quijote!!

 

Luis Miguel Román Alhambra

 

Publicado en Alcázar Lugar de don Quijote https://alcazarlugardedonquijote.wordpress.com/2017/06/11/descansa-en-paz-quijote/

 

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«Tarde de pesca» galardonado en el Festival de Mula 2017

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El cortometraje «TARDE DE PESCA«, del director alcazareño Hugo De la Riva, consiguió alzarse la noche del sábado con uno de los principales premios en la XXIX Semana del Cine del Festival de Mula (Murcia)

La gala de clausura contó con la presencia del homenajeado y veterano actor Simon Andreu, que muy emocionado daba las gracias a un festival con un largo recorrido y tan implicado con el cine español.

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Este es el primer premio que consigue este cortometraje manchego que acaba de comenzar su andadura por festivales nacionales. «Tarde de pesca» está interpretado por Miguel Rellán y la también manchega Ruth Fernández, está patrocinado por el Consejo de la Juventud de Alcázar de San Juan y cuenta con la participación del Parque Natural de las Lagunas de Ruidera, la escuela de cine de Granada Filmosofía y Omnimusa.

 


Web:
www.evasioncine.com

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Relatos Premiados 2017 (Asociación Cultural Antares)

Tomado del sitio de ANTARES: http://asociacionculturalantares.blogspot.com.es/2017/06/relatos-premiados-2017.html

 

Transcribimos los relatos ganadores de este año.

1º Premio 

«TÚ NOMBRE ME SABE A TÉ»
de Julia Flores Arenas

 

Si aspiro profundamente, puedo sentir el aroma de la mezcla de todas las clases de té que había en las pequeñas cajas que, cuidadosamente, estaban ordenadas en los estantes de la tienda de la anciana mujer. Si aspiro profundamente hasta tener el pecho ancho como la copa de un cerezo y si, además, cierro los ojos incluso puedo distinguir en mi memoria los matices aromáticos de cada una de las variedades. El olor tostado y tierra del té rojo o el aroma a día recién nacido del té blanco.

Estoy en el aeropuerto. Todavía faltan tres horas para que llegue el avión en el que viene mi hermana de China, pero ya no tengo paciencia para esperar en casa. Estoy sola, he preferido que no me acompañaran mis padres aunque, supongo, que estarán en casa tan nerviosos y expectantes como yo. Miro continuamente hacia las pistas de aterrizaje tras la gran cristalera como si con ello acelerara la llegada, a la vez me fijo en los viajeros que van y vienen apresurados, en los que disfrutan del reencuentro y dan fuertes abrazos y, en algunos casos, sonoros besos. Me imagino a mí misma en esa situación y el corazón galopa por mi pecho llenándolo de amapolas. Pienso en todos los años que llevo  esperando este momento. ¡Por fin se podrán abrazar las ramas del viejo cerezo!

Ahora me llamo Alicia y vivo aquí en España, pero antes me llamaba Mei y nací y viví en China. Mi primer nombre significa “hermana pequeña”, me lo puso mi madre al nacer, nada más verme. Yo no la conocí, solo estuve con ella mis primeros días de vida. Minutos después de nacer yo lo hizo mi hermana Xiao Chen. Su nombre significa “amanecer” y eso es ella para mí, un amanecer, un comienzo. Éramos como dos gotas de agua, idénticas, incluso coincidíamos en dos pequeños lunares sobre el hombro izquierdo. Recuerdo las veces que jugábamos con ese parecido, confundiendo a todos los que nos rodeaban o haciéndonos pasar por una sola persona.

Mi madre tuvo que dejarnos nada más nacer porque no solo había tenido una hija, así en femenino, sino ¡dos! Por eso, a escondidas, nos crió una  ya casi anciana mujer, Akame, y crecimos en la pequeña tienda de tés que regentaba sola desde la muerte de su marido. Nos salvó la vida y gracias a ella las hermanas pudimos estar juntas.

En la parte de atrás de la tienda  había un patio con dos árboles, un almendro y un cerezo de cuyo tronco salían dos grandes ramas que se diversificaban en las alturas en infinitos brazos. La luz de la mañana se enredaba en sus hojas y en primavera una nube de flores cubría nuestro cielo mientras jugábamos y entonábamos sencillas canciones que hablaban de que el almendro era Akame y el cerezo nosotras dos, unidas en nuestras raíces. Aquel era nuestro árbol, éramos nosotras. Desde el patio se accedía a un  suave valle donde la anciana cultivaba las plantas de té. Entre juegos aprendimos a cultivarlo, a  prepararlo y servirlo. Aunque éramos muy pequeñas todos los días repetíamos la ceremonia del té hasta que nos salía a la perfección, porque la anciana Akame  la consideraba muy importante.

Recuerdo todo porque cada día de mi vida, lo he revivido en mi memoria, y aparece algo que ahora me resulta curioso y es el hecho de que la vieja Akame, cuando iba alguien a la tienda a comprar, de entre todas las variedades de té elegía según la persona que lo iba a tomar. Por eso no se precipitaba en preparar el paquete que iba a vender, sino que  invitaba a la persona  a sentarse, la obsequiaba con una taza de té, frio o caliente según la época del año, observaba cómo se movía, cómo sonreía. Se fijaba en cómo ponía las manos y gesticulaba y, entonces, elegía el que ella consideraba más adecuado. Si el té era para regalo preguntaba delicadamente  para quién era y procuraba conocer, siempre con la mayor discreción, alguna cualidad de la persona que lo iba a recibir. Akame decía que el té era un regalo de la madre naturaleza y había que respetarlo como tal, por eso había uno para cada tipo de persona. También esos momentos eran ceremoniales Y Xiao Chen y yo aprendíamos  minuciosamente. Hace mucho tiempo que ocurrió todo esto; han pasado muchas cosas en mi vida desde entonces. Ahora esta espera, interminable, me  lleva a mi niñez y yo me dejo llevar.

El día que cumplimos seis años sucedió algo que si bien no pude comprender entonces ni todavía hoy puedo explicar, supuso un antes y después en nuestras vidas, y digo nuestras porque, aunque  no sé cómo afectó a Xiao Chen, a mí me lo cambió todo.Tres personas desconocidas, al menos para nosotras, vinieron a la tienda y después de discutir con Akame largo rato,  me llevaron con ellas a un lugar en el que había otras niñas, que como yo, no tenían padres. No sé porqué solo me llevaron a mí; lo he pensado muchas veces y he llenado mis noches de conjeturas y suposiciones llegando a la conclusión que no sabían que éramos dos las niñas que vivíamos allí. Lo cierto es que solo recuerdo del momento el llanto ronco y desgarrado de Akame  mezclado con el mío, y la fuerza de unos brazos que me separaban de ella, a la que yo estaba agarrada, con tanta fuerza que todavía hoy puedo sentir el dolor en las manos. Y después, un lugar inhóspito, días de miedo y soledad, de llanto y de miseria, no sé cuántos hasta que, de nuevo, un hombre y una mujer, de rasgos diferentes, me sonríen y me llevan con ellos.

Recuerdo el viaje hasta aquí. Con seis años tuve que acostumbrarme a una nueva forma de vivir. Apenas me entendía con ellos, pasaba las horas en silencio, jugando sola, repitiendo la ceremonia del té “para dos” que había  aprendido bien y que tan incomprensible les parecía a mis nuevos padres. En mi imaginación elegía la clase de té para ese día, según cantaran los pájaros, según hubieran sido mis sueños, según hubiera sentido el llanto de los árboles. Poco a poco aprendí a hablar este nuevo idioma, a sentirme hija de mis padres y que formaran parte de mi vida como yo lo formaba de la suya. Y repetía con ellos la ceremonia del té,  como un regalo por su cariño, tal y como recordaba de Akame. Y cuando pude, les hablé de  mi hermana gemela a la que, por supuesto, nunca había olvidado. Y hoy, por fin viene como hija adoptada, como yo, aunque ya sea mayor de edad.

Ella conoce muchas cosas de mi vida pero otras he preferido que las descubra al llegar, por eso no sabe que tengo una pequeña tienda de tés.

Pienso en todo esto mientras espero haber elegido bien el té con el que voy a recibirla.

 

2º Premio

«FLORES PARA IRIS»

de Juan Lorenzo Collado López

Para esa noche ha elegido un vestido negro que brilla bajo la luz de los focos con enorme intensidad. Entre bambalinas, quienes la han visto le han asegurado que está increíble, mucho mejor que en sus mejores días.

El traje apenas esconde sus piernas maravillosas, largas, enfundadas en nylon. Realmente es un encanto y su voz tiene una cadencia estupenda. La mayoría de los asistentes hubieran asegurado que sería capaz de alcanzar lo más alto de la fama.

Está preciosa y la sonrisa que Iris desparrama por cada rincón de la sala enardece los ánimos de sus incondicionales.

Cuando acaba de cantar, algunos de sus seguidores se levantan entusiasmados aplaudiendo hasta que Iris queda tras las cortinas, alegre por otro nuevo éxito que asegura la continuidad de su ya imperecedero espectáculo.

Acoge con agrado las tarjetas para que acepte acompañar a alguno de los presentes. Las lee: algunas, atrevidas; las más, correctas, llenas de deseo por ella, por compartir unos minutos a su lado.  Le complace examinarlas y siente la tentación de aceptar, pero, como ya ha hecho en otras ocasiones, no accede y se marcha a su camerino.

Se mira en el espejo. Enciende un cigarrillo y se dedica una sonrisa. Se la merece.

Coge un frasco con el líquido correspondiente y comienza a desmaquillarse y, una vez ha finalizado la operación, se quita la peluca y se alborota su cabello corto y negro con las manos para observar que no ha perdido su color ni su fuerza, no existe ni la más mínima señal de alopecia y eso la satisface haciendo que le dé una profunda calada al cigarrillo.

Procede a quitarse las pestañas postizas, el carmín rojo intenso  y las uñas de porcelana que guarda con cuidado para otra ocasión. Se levanta y se mira. Ya sólo queda el traje con una pequeñísima faldita, y baja la cremallera para ver, ya está acostumbrada, pero le gustaba hacerlo después de cada actuación, su cuerpo de hombre. Debía haber sido de mujer, era lo que le hubiera gustado, pero la naturaleza había fallado en su cuerpo o en su mente. Piensa que debe volver a tener en cuenta la posibilidad de una operación que haga acorde su anatomía con su persona.

Se encoge de hombros y se pone unos vaqueros y una camiseta con unos dibujos de manga, aplica un poco de color rosa en los párpados y los labios y se encuentra estupenda.

No está nada mal, ese es el momento de ir a tomar una copa con los amigos y quién sabe, si llega la ocasión, podrá llegar a algo más esa noche, se encuentra predispuesta.

En ese momento llaman a la puerta. Se gira extrañada por la interrupción de sus pensamientos. Ha ordenado que nunca dejen pasar allí a nadie.

Abre para encontrarse con un hombre que lleva un ramo de flores y una cajita con aspecto de contener un regalo de joyería. Lo reconoce, es uno de los clientes que no faltan a la actuación del fin de semana.

-Quisiera ver a la señorita Iris.

-No está, se ha marchado con mucha prisa. Ni tan siquiera le ha dado tiempo de cambiarse.

El hombre no sabe qué decir. Mira decepcionado. Le ha costado mucho burlar la vigilancia de un par de trabajadores y sobornar generosamente a otro más para estar junto a ella, para que le dedique una sonrisa a él tan sólo y lo único que se encuentra es a aquel pedazo de mariquita que ni tan siquiera le dejará llevarse algún recuerdo.

-¿Podría pasar y ver su camerino?

-Lo siento, me costaría mi puesto de trabajo. Pero ¿Sabe una cosa? Yo también me llamo Iris y me encantan las flores.

El hombre lo mira con desdén, con un asco infinito y se marcha sin importarle mostrar todo su desprecio.

 

 

Texto: Autores premiados

Fotografías: Pilar R. de los Santos

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Pausa (Perú): la otra Capital Cervantina de América

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Recientemente, mi amigo peruano pero residente en Alcázar de San Juan, David Eduardo Escobar Vargas, me hacía llegar una foto de la ciudad peruana de Pausa, en la que nacieron sus padres (y donde todavía residen) y en la que aparece en la plaza de la ciudad un mural con don Quijote y Sancho, también un molino de viento y además está dibujado un cóndor sobrevolando una cadena montañosa, lo que parece el Nevado de SaraSara.

También aparece inscrita en el mural la leyenda: “Pauza, Capital Cervantina de América”.

De esta ciudad peruana tenía una vaga referencia, porque ya la había mencionado Jesús Sánchez Sánchez (mi compañero en la Sociedad Cervantina) en un magnífico artículo en homenaje a Miguel de la Quadra Salcedo, con motivo de su fallecimiento hace ahora justamente un año https://sociedadcervantinadellugardedonquijote.wordpress.com/2016/05/22/la-sociedad-cervantina-del-lugar-de-don-quijote-rinde-homenaje-a-miguel-de-la-quadra-salcedo/

Pero la instantánea  despertó mi curiosidad y me puse a indagar sobre ella, buscando y preguntando he encontrado que se trata de una pequeña ciudad de 3.100 habitantes que en la actualidad es la capital de la provincia de Páucar del SaraSara en el departamento de Ayacucho (Perú), pero que en la época colonial en la que se escribió el Quijote fue la capital del corregimiento de Parinacochas dentro del virreinato del Perú.

Lo que inmediatamente me asombró de la foto que me pasó David Escobar, es que junto al nombre de la ciudad venga acompañado el título de Capital Cervantina de América, lo que me impelió a buscar información sobre este particular.

La primera fuente de búsqueda (Wikipedia, es.wikipedia.org) relata que a mediados de octubre  del año 1607 -tan sólo dos años después de la publicación de la primera parte de El Quijote-, los habitantes coloniales mestizos y naturales, a iniciativa de Corregidor Pedro de Salamanca, realizaron un homenaje al nuevo Virrey Juan de Mendoza y Luna, Marqués de Montesclaros, escenificando la gran obra literaria de Miguel de Cervantes Saavedra, Don Quijote de la Mancha.  Esta actuación, realizada en la Plaza de Armas de Pausa, fue la primera en América y la segunda en el Mundo. La primera vez fue en Valladolid (España) en el año 1605, celebrando el nacimiento del Príncipe Don Felipe.

Pero continuando mi búsqueda, resulta que me encuentro un delicioso trabajo de José Manuel Lucía Megías y Aurelio Vargas Díaz-Toledo (Universidad Complutense de Madrid) titulado “Don Quijote en América. Pausa 1607 (facsímil y edición)  donde se habla de estos festejos populares que tuvieron lugar en el corregimiento de Parinacochas, con su capital la ciudad de Pausa.

 

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Y a su vez, este magnífico y detallado trabajo donde no solo está el facsímil del documento original sino la edición transcrita al castellano entendible, me llevó al origen, a Francisco Rodríguez Marín, cervantista que fue el primero en dar noticia de la celebración de una representación quijotesca en la ciudad peruana, siendo un curioso documento titulado RELAÇION DE LAS FIESTAS que se celebraron en la corte de Paussa  por la nueba  del prouiymiento de Virrey en la perssona del marqués de montes claros, cuyo grande afiçionado es el Corregidor deste partido, que las hizo y fue el mantenedor de vna sortija çelebrada con tanta magestad y pompa, que a dado motibo a no dejar en silençio sus  particularidades”,  publicado como Apéndice en su libro “El Quijote y don Quijote en América” (1911, Librería de los Sucesores de Hernando), donde se recogen los pormenores del suceso y son dignos de leerse en toda su extensión, por lo profuso y detallado de su descripción.

Como es conocido, el Quijote llegó pronto a América, apenas unos meses después de ver la luz en España. Lo que su autor no consiguió: viajar al nuevo Mundo, si lo hizo su creación.

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En palabras de José Manuel Lucía Megías y Aurelio Vargas Díaz-Toledo, “alguno de estos ejemplares del Quijote enviados por Juan de Sarriá desde Alcalá de Henares hasta Lima, a la librería de Miguel Méndez, que se distribuirán también por Cuzco y otras ciudades y pueblos del antiguo imperio Inca, son los que debieron conocer el organizador (don Pedro de Salamanca, corregidor de Pausa) y los asistentes a una sortija —en realidad un torneo caballeresco con mascarada— que se celebró en la citada población minera en octubre de 1607. Las fiestas se organizaron para celebrar el nombramiento de un nuevo virrey, y las conocemos gracias a una relación escrita (y enviada) a Lima, por uno de los asistentes, seguramente el párroco Antonio Martínez”.

Satisfecha ya mi inicial curiosidad, entiendo por qué, los responsables municipales del periodo de gestión 2003-2006, y más concretamente el Alcalde provincial Italo Villaverde Huaita, estando próximo a celebrarse el cuadringentésimo aniversario de este sucedido, formuló la propuesta que luego fue refrendada con Resolución de Alcaldía N° 031-2003 MPPSS del 26 de Abril 2003, de declarar a Pausa como la “Capital Cervantina de América” en memoria a la segunda escenificación teatral del Quijote de la Mancha en el mundo, que aunque resultase burlesca (como todo lo relacionado entonces con el Quijote y con todas las novelas de caballerías de moda) fue un acto histórico protagonizado en la Plaza de Armas pausina el 19 de octubre de 1607.

Pero los esfuerzos ingentes de este edil que pretendió que su ciudad fuera reconocida oficialmente como la Capital Cervantina de América no tuvieron el fin deseado, según nos ha confirmado el propio Italo Villaverde, durante su periodo de gestión como Alcalde Provincial buscó que Pausa tuviese el apoyo de España y se pudieran recibir desde nuestro país importantes donaciones para la construcción de una infraestructura cultural en la ciudad, de modo que en ella se pudiera mostrar al mundo una serie de documentos históricos, bibliografías, archivos, fotos, pinturas, pergaminos, esculturas y otros objetos culturales de la época, es decir, un museo-biblioteca (¿de qué me suena esto?) donde resaltar la obra del Quijote y de su  creador don Miguel de Cervantes Saavedra, que hiciera de Pausa una verdadera ciudad cervantina, con la finalidad de recibir la visita de miles de cervantinos, investigadores, estudiosos y turistas de todo el mundo.

Para llevar a buen puerto esta iniciativa se creó una Comisión presidida por el propio Italo Villaverde Huaita, quien además de dialogar ampliamente con el querido Miguel de la Quadra Salcedo (la Ruta Quetzal estuvo ese año en Perú y aprovechó para exponerle sus pretensiones), posteriormente viajó a España en 2004 –invitado por RTVE- para coordinar el logro de este importante apoyo económico, que al parecer no convenció a los españoles y de este modo se perdió la oportunidad de hacer de Pausa la Capital Cervantina de América que por derecho propio le correspondía. Todo el apoyo se le dio a la ciudad de Guanajuato en México, que fue declarada por la UNESCO como la Capital Cervantina de América, el 6 de marzo de 2005.

En palabras de Fernando Jesús Pebe, en algún lugar del sur de Ayacucho, existe un pueblo de cuyo nombre si me acuerdo…  es el pueblo de Pausa.

Ahora solo queda un mural  que está pintado al costado derecho de la iglesia y otro en el frontis de la municipalidad, y una avenida con el nombre de Miguel de Cervantes Saavedra que nos recuerda que Pausa es la verdadera Capital Cervantina de América.

Y me gustaría terminar este articulo reproduciendo las palabras pronunciadas por Italo Villaverde, que decía en noviembre de 2016, que el mensaje del autor del Quijote, es dar a entender que el hombre puede crear otra realidad que realmente no es real y el mensaje universal que nos transmite es que se puede soñar y crear situaciones irreales que uno desea…   ¡Que el Caballero de la Triste Figura ilumine nuestro camino son sus “locuras”!

Constantino López.- Sociedad Cervantina de Alcázar de San Juan

https://sociedadcervantinadellugardedonquijote.wordpress.com

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Las aventuras de don Quijote en Sierra Morena (IV)

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Continuamos por este espacio natural tan hermoso, como es Sierra Morena. Antonio Machado decía de ella:

 

¡Qué bien los nombres ponía

quien puso Sierra Morena

a esta serranía!

 

Y con nuestro Quijote en la mochila seguimos este Camino de la Plata, dejando atrás el Valle de La Tejada, atravesamos el Puerto de La Posdata y nos encontramos, poco después, en el Valle del Horcajo.

La siguiente aventura de nuestros manchegos es la que les lleva a encontrarse en mitad de la noche con una comitiva fúnebre. Muchos autores han admitido que Cervantes conoce el traslado del cuerpo incorrupto de San Juan de la Cruz, o incluso que pudo ser protagonista en primera persona, pues, en la fecha del traslado del santo,en 1593, Cervantes era funcionario como recaudador de impuestos atrasados en Andalucía y sus viajes por este Camino de la Plata, entre Toledo y Andalucía eran frecuentes.

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San Juan de la Cruz, Juan de Yepes, nació en Fontiveros (Ávila) en 1542. Entró de carmelita en Medina del Campo, y en 1567 fue ordenado sacerdote en Salamanca. En el verano de ese año  se encontró en Medina del Campo (Valladolid) con la Madre Teresa de Jesús. Desde entonces los dos grandes autores místicos caminarán juntos en la historia del Carmelo y de la espiritualidad cristiana.

Fue formador de los primeros carmelitas teresianos en varias casas de formación, director y maestro espiritual, en Castilla y Andalucía, de monjas carmelitas y de los fieles. Una incomprensión o murmuración en el seno de la Orden le retuvo prisionero cerca de nueve meses en la cárcel conventual de Toledo. Ese ambiente, desprovisto de luz y de horizonte, le favoreció una gran meditación interior que cantó en sus primeros poemas, génesis de sus futuros libros.

Murió en Ubeda (Jaén), en la noche del 13 al 14 de diciembre de 1591, después de varios meses de sufrimiento por “unas calenturillas”, como él decía. Enterrado en el convento carmelita deUbeda, su cuerpo fue trasladado hasta Segovia en 1593, donde reposa. Beatificado el 25 de enero de 1675 y canonizado en 1726, el 24 de agosto de 1926, Pío XI le declaró doctor de la Iglesia por su enseñanza en el dominio de la Mística. Desde 1952 es patrono de los poetas españoles.

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Este traslado histórico del santo, muy conocido en su época, es utilizado por Cervantes unos años después en el capítulo XIX de la primera parte del Quijote, 1605. La cercanía a la Venta de la Inés, lugar de destino de la comitiva fúnebre para pasar la noche y de partida de don Quijote y Sancho Panza esa misma mañana, no hace sino confirmar el espacio-tiempo de esta aventura en el mapa que vamos transitando. Y que este traslado se hiciese realmente por este camino y no por el más lógico geográficamente hablando, por el Puerto del Muradal, es otra evidencia más en nuestro trabajo.

Los viajeros cervantinos por Sierra Morena, cuando lleguen al final del Valle del Horcajo, podrán imaginar, mirando como el camino comienza serpenteante a subir de nuevo, como esas antorchas con las que venían alumbrándose los encamisados de la comitiva, les parecían estrellas a don Quijote y Sancho, y “vieron que por el mesmo camino que iban venían hacia ellos gran multitud de lumbres, que no parecían sino estrellas que se movían”.Y si lo hacen de noche, no verán antorchas, pero si las mismas estrellas sobre el camino que vio Cervantes.

Como pueden ir ya apreciando los “viajeros cervantinos”y todos los lectores que piensan, igual que yo, que la ficción del Quijote transita por un espacio y paisaje geográfico real, también en Sierra Morena, no coincidimos con la“RUTA DE DON QUIJOTE” que la JJCC de Castilla-La Mancha (www.rutaquijote.com) ha presentado, sin escatimar medios y recursos, en la Feria Internacional de Turismo, FITUR 2017. Los que ingenuamente se han descargado y seguido el mapa literario propuesto oficialmente, estarán en otra zona totalmente distinta de Sierra Morena, sin ninguna referencia geográfica, por un camino y parajes, paisajes y tiempos, que no siguen la narración de novela. Como tampoco la han seguido los creadores de esta  “RUTA DE DON QUIJOTE”.

Pero, sigamos la ficción del Quijote en el Camino de la Plata, con este nuevo capítulo de mi trabajo“Las aventuras de don Quijote en Sierra Morena”:

 

EL CUERPO MUERTO

Don Quijote convence a Sancho de seguir buscando esas aventuras, por las que dejaron su casa, y buscar un sitio para pasar la noche, dejándole la elección de camino e incluso de dónde alojarse esa noche. Una vez más le pide don Quijote que le meta la mano en la boca y le diga cuantos dientes y muelas le faltan de la “quijada alta” del lado derecho, donde recibió la certera pedrada del pastor. Sancho le pregunta por el número de  muelas que debía tener, respondiéndole don Quijote que todas menos la del juicio, ya que siempre ha tenido bien la boca. Sancho palpa el interior de la boca y le indica: “Pues en esta parte de abajo -dijo Sancho- no tiene vuestra merced más de dos muelas y media; y en la de arriba, ni media, ni ninguna; que toda está rasa como la palma de la mano”. Para don Quijote, o más bien para Cervantes, tiene mucha importancia conservar bien el estado de la dentadura, afirmando a Sancho que más le hubiese gustado que le “hubieran derribado un brazo…” con aquella pedrada. Y vuelve a pedirle a Sancho, ya casi lastimosamente, que le guie en el camino:

“Sube, amigo, y guía, que yo te seguiré al paso que quisieres.

Hízolo así Sancho, y encaminándose hacia donde le pareció que podía hallar acogimiento, sin salir del camino real, que por allí iba muy seguido.

Yéndose, pues, poco a poco, porque el dolor de las quijadas de don Quijote no le dejaba sosegar ni atender a darse priesa…” (I, 18)

“Sin salir del camino real”, continúan por el mismo Camino de la Plata, dejando hambrientos este valle, con ganas de llegar a alguna venta o lugar donde pasar la noche sin más sobresaltos y poder comer y descansar. Sancho justifica las calamidades sufridas, desde que salieron de sus casas, a los incumplimientos contra la orden de caballería que, don Quijote, había cometido durante esos días. Don Quijote reconoce su culpa y se propone poner remedio, haciendo penitencia. Sin dejar el camino, se les pasa aquella tarde y les cae la noche, más cansados y hambrientos:

“En estas y otras pláticas les tomó la noche en mitad del camino, sin tener ni descubrir donde aquella noche se recogiesen; y lo que no había de bueno en ello era que perecían de hambre; que con la falta de las alforjas les faltó toda la despensa y matolaje. Y para acabar de confirmar esta desgracia, les sucedió una aventura que, sin artificio alguno, verdaderamente lo parecía. Y fue que la noche cerró con alguna escuridad; pero, con todo esto, caminaban, creyendo Sancho que, pues aquel camino era real, a una o dos leguas, de buena razón hallaría en él alguna venta.

Yendo, pues, desta manera, la noche escura, el escudero hambriento y el amo con ganas de comer, vieron que por el mesmo camino que iban venían hacia ellos gran multitud de lumbres, que no parecían sino estrellas que se movían” (I, 19)

sm4_3De noche, un cortejo fúnebre les venía de frente por el mismo camino. Y aquí comienza esta nueva aventura, también conocida como la aventura de los encamisados. Dejado atrás el valle de la batalla con las ovejas y después de atravesar otro puerto por La Posdata, a cuatro kilómetros de aquel valle se encuentra el Valle de El Horcajo. Desde el final de este pequeño valle en medio de Sierra Morena, la visión de las hachas encendidas de la comitiva fúnebre descendiendo desde el monte al valle, por el mismo camino que ellos llevaban, les parecieron  esas “estrellas que se movían” que tan precisamente nos describe Cervantes.

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Sancho con la incertidumbre de lo que se les venía encima, vuelve a temer por sus castigadas costillas. Don Quijote al advertir el miedo de su escudero le quiere tranquilizar, diciéndole:

“Por más fantasmas que sean -dijo don Quijote-, no consentiré yo que te toque en el pelo de la ropa; que si la otra vez se burlaron contigo, fue porque no pude yo saltar las paredes del corral; pero ahora estamos en campo raso, donde podré yo como quisiere esgremir mi espada.

-Y si le encantan y entomecen, como la otra vez lo hicieron -dijo Sancho-¿qué aprovechará estar en campo abierto o no? (I, 19)

Se encuentran en campo raso o abierto, en la parte final del valle, viendo unas lumbres bajar y acercándose hacia ellos en medio de la noche, no es de extrañar que a Sancho, o cualquiera, tuviese miedo.Se apartan del camino, escondiéndose para no ser vistos, pero el miedo de Sancho se acrecienta al distinguir lo que en realidad se les acercaba:

“Y, apartándose los dos a un lado del camino, tornaron a mirar atentamente lo que aquello de aquellas lumbres que caminaban podía ser, y de allí a muy poco descubrieron muchos encamisados, cuya temerosa visión de todo punto remató el ánimo de Sancho Panza. El cual comenzó a dar diente con diente, como quien tiene frío de cuartana; y creció más el batir y dentellear cuando distintamente vieron lo que era, porque descubrieron hasta veinte encamisados, todos a caballo, con sus hachas encendidas en las manos, detrás de los cuales venía una litera cubierta de luto, a la cual seguían otros seis de a caballo, enlutados hasta los pies de las mulas; que bien vieron que no eran caballos en el sosiego con que caminaban. Iban los encamisados murmurando entre sí, con una voz baja y compasiva. Esta extraña visión, a tales horas y en tal despoblado,bien bastaba para poner miedo en el corazón de Sancho, y aún en el de su amo; y así fuera en cuanto a don Quijote, que ya Sancho había dado al través con todo su esfuerzo” (I, 19)

Don Quijote se pone en medio del camino con la lanza en el ristre y les pregunta quienes son, de donde vienen y que es lo que llevaban en las andas, a lo que uno de los encamisados, el que abría paso, le responde:“Vamos de priesa -respondió uno de los encamisados-, y está la venta lejos, y no nos podemos detener a dar tanta cuenta como pedís”

La intención de los encamisados era llegar a la venta, la misma venta de la que habían salido esa misma mañana don Quijote y Sancho, la Venta de la Inés, que se encuentra de este punto del camino a unos siete kilómetros, una distancia relativamente larga al ser de noche y tener que atravesar aún dos puertos. El encamisado sigue su camino sin intención de detenerse, parándolo bruscamente don Quijote al sujetar y tirar del freno a la mula, y esta, asustándose, se espanta tirando al suelo al encamisado, cayendo sobre él. Un mozo de mulas, que iba a pie junto a la mula, maldice la acción a don Quijote, pero ya con su lanzón estaba arremetiendo a otro de los enlutados tirándolo también al suelo. Con la misma intención, a los demás encamisados los asustó y a otros los apaleó con suma facilidad, corriendo todos “por aquel campo”, por el valle. Descripción del narrador que coincide con el final de este pequeño valle, donde se encontraban en ese momento:

“Todos los encamisados era gente medrosa y sin armas, y así, con facilidad, en un momento dejaron la refriega y comenzaron a correr por aquel campo,con las hachas encendidas, que no parecían sino a los de las máscaras que en noche de regocijo y fiesta corren. Los enlutados asimesmo, revueltos y envueltos en sus faldamentos y lobas, no se podían mover; así que, muy a su salvo, don Quijote los apaleó a todos y les hizo dejar el sitio, mal de su grado, porque todos pensaron que aquél no era hombre, sino diablo del infierno que les salía a quitar el cuerpo muerto que en la litera llevaban” (I, 19)

Don Quijote volviendo al primero de los encamisados, el que cayó de la mula, le amenaza de muerte con la lanza si no le respondía, a lo que le había preguntado poco antes, y este, temiendo realmente por su vida, le contesta:

“… llamome Alonso López; soy natural de Alcobendas; vengo de la ciudad de Baeza, con otros once sacerdotes, que son los que huyeron con las hachas; vamos a la ciudad de Segovia acompañando un cuerpo muerto, que va en aquella litera, que es de un caballero que murió en Baeza, donde fue depositado, y ahora, como digo, llevábamos sus huesos a su sepultura, que está en Segovia, de donde es natural” (I, 19)  

Don Quijote le interroga por el motivo de la muerte del caballero que trasladaban, respondiendo el encamisado que fue debida a unas “calenturas pestilentes”, pidiéndole que le ayudase a salir de debajo de la mula. Don Quijote llama a Sancho, pero este estaba desvalijando a otra mula, la que transportaba las provisiones de alimentos del cortejo, haciendo con su gabán un costal provisional donde meterlas y llevárselas. Cuando terminó esta tarea, con el gabán repleto y como alforja sobre su borrico, fue a donde estaba el encamisado, ayudándolo a salir de debajo de la mula y a subirse sobre ella, y  poder reunirse con sus compañeros.

El cuerpo de San Juan de la Cruz fue trasladado en abril de 1593 desde  Úbeda, villa muy cercana a la de Baeza, a la ciudad de Segovia, atravesando Sierra Morena no por el Puerto del Muradal, que era el camino más directo y lógico, sino que lo hacen por el Camino de la Plata. El motivo de escoger esta ruta, con un considerable aumento de camino a recorrer, fue para evitar la persecución de los vecinos de Úbeda, que al tener noticias del desenterramiento y traslado del cuerpo del santo realizarían tras la comitiva, como así fue. Todo este azaroso traslado, y la elección de ruta hacia Segovia por este camino, por el Valle de Alcudia, está minuciosamente descrito por el carmelita descalzo fray Alonso de la Madre de Dios, en un manuscrito encontrado tras su muerte en 1635 y conservado en la Biblioteca Nacional de España:

“Partió de Ubeda Juan de Medina Zeballos con el santo cuerpo, tan disimulado que nadie lo conociese lo que llevaban, dejando, por lo que pudiese suceder, el camino derecho de Madrid, tomó el de Jaén, que es del mismo obispado , iba aún con algún temor no le saliesen a impedir el paso y quitarle el santo cuerpo. Y enderezando, como él mismo me refirió, su camino de Jaén a Montilla, poco antes de Martos, entrado ya el día… Llegaron a Martos y a Montilla y desde allí por Córdoba continuaron su camino a Madrid” (DE LA MADRE DE DIOS, p. 593)

¿Pudo haber sido Cervantes testigo directo de este traslado, en alguno de sus viajes como funcionario a Andalucía, por este mismo camino o lo conoció poco después como comentario o rumor en la venta? De una manera o de la otra, Cervantes, aprovecha este hecho histórico conocidísimo, el traslado del cuerpo del santo por este mismo camino, para retratar esta imagen, con palabras, de este fantasmal e inusual encuentro en mitad de la noche, de don Quijote y Sancho, conde una comitiva fúnebre.

                                 Luis Miguel Román Alhambra

Publicado en Alcázar Lugar de don Quijote  https://alcazarlugardedonquijote.wordpress.com/

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